El Papa clausura el Sínodo: «en la cruz, Dios se hizo nuestro prójimo»
Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano
La mañana del domingo 28 de octubre, el Papa Francisco presidió en la Basílica de San Pedro del Vaticano, la misa de clausura de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos dedicado al tema de los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional.
Inspirado en la liturgia dominical, en la que el evangelista San Marcos narra el episodio sobre el ministerio itinerante de Jesús, quien poco después entrará en Jerusalén para morir y resucitar; el Pontífice centró su homilía en la figura del ciego Bartimeo, “el último que sigue a Jesús en el camino, que pasa de ser un mendigo al borde de la vía en Jericó y se convierte en un discípulo que va con los demás a Jerusalén”.
En este sentido, el Papa señaló que también nosotros hemos caminado juntos, "hemos hecho sínodo y ahora este evangelio sella tres pasos fundamentales para el camino de la fe".
Escuchar el grito del que sufre
En primer lugar, Jesús escucha el grito de Bartimeo: un pobre, solo, sin amor y abandonado.
Jesús pone en práctica el ejercicio de la escucha atenta y al encontrarse con él, lo deja hablar: «Este es el primer paso para facilitar el camino de la fe: escuchar. Es el apostolado del oído: escuchar, antes de hablar», subrayó Francisco exhortando a seguir el ejemplo de Jesús, para quien el grito del que pide ayuda no es algo molesto que dificulta el camino, sino una pregunta vital.
«¡Qué importante es para nosotros escuchar la vida! Los hijos del Padre celestial escuchan a sus hermanos: no las murmuraciones inútiles, sino las necesidades del prójimo», añadió.
Hacernos prójimos
En segundo lugar, para acompañar en el camino de la fe hay que hacerse prójimos. «Miremos a Jesús, que no delega en "alguien de la multitud" que lo seguía, sino que se encuentra con Bartimeo en persona. Le dice: ¿Qué quieres que haga por ti?», explicó el Santo Padre, haciendo hincapié en que así actúa Dios, implicándose en primera persona con un amor de predilección por cada uno: «Ya en su modo de actuar transmite su mensaje: así la fe brota en la vida».
«Hacerse prójimos es llevar la novedad de Dios a la vida del hermano, es el antídoto contra la tentación de las recetas preparadas», aseveró el Sucesor de Pedro, invitando a preguntarnos si somos cristianos capaces de ser prójimos, de salir de nuestros círculos para abrazar a los que “no son de los nuestros” y que Dios busca ardientemente.
Y en este contexto, Francisco puso en guardia sobre la tentación siempre existente, y que se repite tantas veces en las Escrituras: “lavarse las manos”.
Ante el sufrimiento, Jesús no se lava las manos
A diferencia de tantos, el Obispo de Roma subrayó que Jesús se ensucia las manos... no se las lava: se implica, se la juega:
«Reconozcamos que el Señor se ha ensuciado las manos por cada uno de nosotros, y miremos la cruz y recomencemos desde allí, del recordarnos que Dios se hizo mi prójimo en el pecado y la muerte. Se hizo mi prójimo: todo viene de allí».
Testimoniar en nombre del Señor
Por último, el tercer paso que propuso el Papa en su homilía fue testimoniar.
“Fijémonos en los discípulos que llaman a Bartimeo: no van a él, que mendigaba, con una moneda tranquilizadora o a dispensar consejos; van en el nombre de Jesús. De hecho, le dirigen solo tres palabras, todas de Jesús: «Ánimo, levántate, que te llama» (v. 49), explicó Francisco indicando que no es cristiano esperar que los hermanos que están en busca llamen a nuestras puertas; tendremos que ir donde están ellos, “no llevándonos a nosotros mismos, sino a Jesús”.
Por ello, el Pontífice señala que la Iglesia no debe pasar por una ONG o una organización paraestatal, “sino por la comunidad de los salvados que viven la alegría del Señor”.
Fe: cuestión de encuentro no de teoría
“Escuchar, hacerse prójimos, testimoniar. El camino de fe termina en el Evangelio de una manera hermosa y sorprendente, con Jesús que dice: «Anda, tu fe te ha salvado» (v. 52)”, dijo el Papa destacando que sentirse necesitados de salvación es el comienzo de la fe.
“Es el camino más directo para encontrar a Jesús. La fe que salvó a Bartimeo no estaba en la claridad de sus ideas sobre Dios, sino en buscarlo, en querer encontrarlo. La fe es una cuestión de encuentro, no de teoría. En el encuentro Jesús pasa, en el encuentro palpita el corazón de la Iglesia. Entonces, lo que será eficaz es nuestro testimonio de vida, no nuestros sermones”, concluyó.
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