Papa: que la Universidad promueva valores contra el aislamiento
Ciudad del Vaticano
El Papa Francisco, tal como se lee en su Carta dirigida al Cardenal Angelo De Donatis, Gran Canciller de la Pontificia Universidad Lateranense, ha instituido en esa Alta Casa de Estudios un ciclo de preparación en Ciencias de la Paz. Las palabras del Pontífice fueron leídas por el Arzobispo Edgar Peña Parra, Sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado, durante la inauguración del año académico de este ateneo, en el 246º de su fundación.
Diálogo auténtico capaz de extinguir el odio
En un tiempo en el que aumenta la necesidad de prevenir y resolver conflictos” – escribe el Santo Padre en el día en que se recuerda al Beato Juan de la Paz – la Iglesia comprometida “desde siempre” en realizar todos los esfuerzos “para contribuir a liberar a hombres y mujeres de las tragedias de la guerra y aliviar sus peligrosas consecuencias” se siente llamada – a la luz del Evangelio – “a inspirar y apoyar toda iniciativa que asegure a los diferentes pueblos y países un camino de paz, fruto de ese diálogo auténtico, capaz de extinguir el odio, de abandonar egoísmos y referencias a sí mismos, de superar los deseos de poder y de abrumar a los más débiles y a los últimos”.
El Papa Bergoglio recomienda “un esfuerzo educativo para escuchar y comprender, pero también para conocer y estudiar el patrimonio de valores, nociones y herramientas capaces de romper las tendencias al aislamiento, al cierre y a lógicas de poder que son portadoras de violencia y destrucción”.
Los medios de conciliación, las formas de justicia transicional, las garantías de desarrollo sostenible, la protección y la custodia de la creación son, hoy en día, algunas de las herramientas capaces de allanar el camino para la solución pacífica de los conflictos, romper los afanes de carrera y de llegar a posiciones dominantes, para formar así personas dedicadas sin reservas al servicio de la causa del hombre.
Superar los conflictos con medios pacíficos
Para ser una mediadora creíble ante la opinión pública mundial, el Obispo de Roma observa que la Iglesia, está llamada a favorecer “la solución de los problemas relacionados con la paz, la armonía, el medio ambiente, la defensa de la vida, los derechos humanos y civiles”, tal como se lee en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium , 65.
Una tarea realizada también a través de la acción que la Santa Sede lleva a cabo en la comunidad internacional y en sus instituciones, actuando con los instrumentos de la diplomacia, para superar los conflictos con medios pacíficos y la mediación, la promoción y el respeto de los derechos humanos fundamentales, el desarrollo integral de pueblos y países.
Una Iglesia “en salida” y misionera
El Papa encomienda al mundo universitario un papel central en la prosecución de este objetivo por tratarse de un “lugar simbólico de ese humanismo integral que continuamente necesita ser renovado y enriquecido, para que pueda producir una renovación cultural valiente como exige el momento presente”.
Y escribe que este desafío también interpela a la Iglesia que, con su red mundial de universidades eclesiásticas, puede “aportar la contribución decisiva de la levadura, de la sal y la luz del Evangelio de Jesucristo y de la Tradición viva de la Iglesia, siempre abierta a nuevos escenarios y nuevas propuestas”, tal como él mismo lo recordó recientemente al reformar el ordenamiento de los estudios académicos en las instituciones eclesiásticas (Cfr. Constitución Apostólica Veritatis gaudium, 2).
En efecto, es posible enfrentar los desafíos del mundo contemporáneo con una capacidad de respuesta adecuada en los contenidos y compatible en el lenguaje, sobre todo al dirigirse a las nuevas generaciones. Ésta es, pues, la tarea que nos ha sido encomendada: encarnar la Palabra de Dios para la Iglesia y para la humanidad del tercer milenio. Y al hacerlo, es importante que los estudiantes y docentes se sientan como peregrinos llamados a anunciar la Buena Nueva a todos los pueblos, sin tener miedo de arriesgar y de soñar con la paz para todas las personas y todas las naciones.
Criterio de la inter y de la trans disciplinariedad
Al encomendar este ciclo de estudios en Ciencias de la Paz a la Pontificia Universidad Lateranense, “que participa de modo específico en la misión del Obispo de Roma”, asignando su dirección al Rector Magnífico, el Papa se refiere a este “itinerario académico en el que concurren los ámbitos teológicos, filosóficos, jurídicos, económicos y sociales según el criterio de la inter y la trans disciplinariedad”.
Por lo tanto, la estructura curricular se servirá del concurso de las enseñanzas impartidas por las Facultades e Institutos de la Universidad Lateranense para otorgar los grados académicos de Bachillerato y Licenciatura al concluir, respectivamente, un primer ciclo de tres años y un curso de especialización de dos años.
Formación específica para sacerdotes, consagrados y laicos
Francisco pide que “se garantice una formación científica específica de sacerdotes, personas consagradas y laicos”. Y añade que “a las Ciencias de la Paz podrán mirar con confianza a los obispos diocesanos, los Ordinarios militares, las conferencias episcopales, los Superiores de las diversas formas de vida consagrada, los responsables de asociaciones y movimientos laicos, y todos los que lo deseen, para promover una preparación adecuada de artífices de paz actuales y futuros”.
Ante esta tarea espero que, en el servicio diario a la Sede de Pedro toda la comunidad universitaria lateranense – profesores, estudiantes y personal– se sienta involucrada en arrojar las semillas de la cultura de la paz. Una tarea que comienza con la escucha, el profesionalismo y la dedicación, siempre acompañados por la humildad, la mansedumbre y la disposición a hacer todo para todos.
Bajo la protección de Juan XXIII y Pablo VI
El Papa Bergoglio pone bajo la protección de sus dos santos predecesores, Juan XXIII y Pablo VI, “verdaderos y propios heraldos de paz en el mundo y que tanto han contribuido al desarrollo del magisterio en este campo, este nuevo fruto de la solicitud de la Iglesia, confiándolo a María Reina de la Paz, para que nos ayude a comprender y vivir esa fraternidad que pide el corazón de su Hijo y de la cual se deriva la verdadera paz”.
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