El Papa a los consagrados y laicos: No al cansancio de la esperanza
María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
La primera actividad pública del Papa Francisco en Panamá correspondiente al sábado 26 de enero fue la celebración de la Santa Misa en la Catedral Basílica de Santa María La Antigua, con la dedicación del altar y en la que participaron numerosos sacerdotes, consagrados y consagradas, y diversos movimientos laicales.
Catedral Basílica de Santa María La Antigua
Esta Catedral que se encuentra en el Casco Viejo de la ciudad es la sede episcopal de la Arquidiócesis de Panamá. El inicio de los trabajos de construcción se remonta al año 1608. Y si bien se la completó en 1716, su consagración se llevó a cabo en 1796.
Se trata de un monumento colonial, con más de 220 años de historia, que después del terremoto de 1882 fue restaurado de modo radical con fondos públicos. En el año 2014, tras una petición de la Conferencia Episcopal Panameña, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos confirió a esta Catedral el título de Basílica Menor.
Imagen de Santa María La Antigua
La imagen de Santa María La Antigua, originariamente colocada en la Catedral de Sevilla, fue llevada al país por los conquistadores españoles en el lejano año 1510. Representa a la Virgen de pie con el Niño en brazos y una rosa en la mano. Santa María La Antigua es la Patrona de la República de Panamá desde el 2001 y su fiesta se celebra cada 9 de septiembre.
Homilía del Papa
En su homilía, el Santo Padre felicitó en primer lugar al Señor Arzobispo, “que por primera vez después de casi siete años puede encontrarse con su esposa, con esta Iglesia. Viuda provisoria durante todo este tiempo”, dijo. “Y felicitar a la viuda que deja de ser viuda hoy, con el encuentro con su esposo. También quiero agradecer a todos los que hicieron posible esto: las autoridades, y a todo el pueblo de Dios. Todo lo que hicieron para que el Señor Arzobispo pudiera encontrarse con su pueblo no en casa prestada sino en la suya ¡Muchas gracias! El programa estaba previsto que esta ceremonia – por falta de tiempo – tuviera dos significados: la consagración del Altar y el encuentro con sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos consagrados. Así que, lo que voy a decir va a estar un poco en esta línea, pensando en los sacerdotes, en las religiosas los religiosos, los laicos consagrados. Sobre todo que trabajan en esta Iglesia particular”.
Retomando el Evangelio proclamado explicó que Jesús se encontraba cansado de caminar y deseaba calmar y saciar la sed, refrescar sus pasos y recuperar fuerzas para continuar la misión. De manera que “los discípulos vivieron en primera persona lo que significaba la entrega y disponibilidad del Señor para llevar la Buena Nueva a los pobres, vendar los corazones heridos, proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, consolar a los que estaban de duelo y proclamar un año de gracia a todos”. Se trata de “situaciones que te toman la vida y la energía” – dijo Francisco – y “no ahorraron” en regalarnos tantos momentos importantes en la vida del Maestro “donde también nuestra humanidad pueda encontrar una palabra de Vida”.
Fatigado del camino
De ahí que el Papa Bergoglio haya afirmado que “es relativamente fácil para nuestra imaginación, compulsivamente productivista, contemplar y entrar en comunión con la actividad del Señor, pero no siempre sabemos o podemos contemplar y acompañar las fatigas del Señor, como si esto no fuera cosa de Dios”. Por el contrario – prosiguió – “el Señor se fatigó y en esa fatiga encuentran espacio tantos cansancios de nuestros pueblos y de nuestra gente, de nuestras comunidades y de todos los que están cansados y agobiados”.
En cuanto a las múltiples causas que suelen provocar la fatiga del camino en los sacerdotes, los consagrados y las consagradas, al igual que en los miembros de los movimientos laicales, el Obispo de Roma aludió a toda una gama de peso que hay que soportar, que abarcan tantas situaciones que resquebrajan la vida de los consagrados. De ahí la necesidad urgente que se siente de encontrar un pozo que pueda calmar y saciar la sed y el cansancio del camino.
Y destacó que desde hace tiempo parece haberse instalado en las comunidades una sutil especie de fatiga, que definió una tentación “que podríamos llamar el cansancio de la esperanza”. Un “cansancio paralizante”, que “nace de mirar para adelante y no saber cómo reaccionar ante la intensidad y perplejidad de los cambios que como sociedad estamos atravesando”. Lo que hace cuestionar no sólo las formas de expresión y compromiso, las costumbres y actitudes ante la realidad, sino que suelen poner en duda “la viabilidad misma de la vida religiosa en el mundo de hoy”.
También afirmó que este “cansancio de la esperanza nace al constatar una Iglesia herida por su pecado y que tantas veces no ha sabido escuchar tantos gritos en el que se escondía el grito del Maestro: ‘Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’”. Asimismo aludió a la instalación de “un gris pragmatismo” en el corazón de las comunidades.
Dame de beber
En cuanto a las fatigas del camino que se hacen sentir, independientemente de que gusten o no, Francisco afirmó que sería “bueno tener la misma valentía que tuvo el Maestro para decir: ‘dame de beber’”, como le sucedió a la Samaritana.
Sí porque “dame de beber es lo que pide el Señor y es lo que nos pide que digamos nosotros”. Así “le abrimos la puerta a nuestra cansada esperanza para volver sin miedo al pozo fundante del primer amor, cuando Jesús pasó por nuestro camino, nos miró con misericordia, nos pidió seguirlo”.
“Dame de beber” significa también “animarse a dejarse purificar” y rescatar la parte más auténtica de los carismas fundantes, que no sólo se reducen a la vida religiosa sino a toda la Iglesia y ver de qué forma se pueden expresar hoy.
Por otra parte, “dame de beber” significa “reconocer que necesitamos que el Espíritu nos transforme en hombres y mujeres memoriosos de un encuentro y de un paso, del paso salvífico de Dios”. E invitó a vivir “sin miedo respondiendo a la vida con la pasión de estar empeñados con la historia, inmersos en las cosas. Con pasión de enamorados”.
Así la esperanza cansada será sanada y gozará de esa “particular fatiga del corazón” cuando no tema volver al lugar del primer amor y logre encontrar, en las periferias y desafíos que hoy se nos presentan, el mismo canto, la misma mirada que suscitó el canto y la mirada de nuestros mayores.
Reapertura de la Catedral
Hacia el final de su homilía el Papa Bergoglio agregó que no le parecía un acontecimiento menor que esta Catedral vuelva a abrir sus puertas después de mucho tiempo de renovación, tras haber experimentado el transcurso de los años, como fiel testigo de la historia de este pueblo y con la ayuda y el trabajo de muchos quiso volver a regalar su belleza.
Así actúa el Señor
“Hermanos – dijo el Papa al concluir – no nos dejemos robar la belleza que hemos heredado de nuestros padres, que ella sea la raíz viva y fecunda que nos ayude a seguir haciendo bella y profética la historia de salvación en estas tierras”.
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