El Papa en Bulgaria: nuevos itinerarios de paz y concordia
María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
Al término de su reunión privada con el Presidente de la República de Bulgaria, a quien el Papa donó un pergamino elaborado por el Archivo Secreto Vaticano del nombramiento de Mons. Angelo Roncalli como Delegado Apostólico en el Reino de Bulgaria, de octubre de 1931, el Santo Padre se dirigió a las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo diplomático, en la Plaza Atanas Burov, frente al Palacio Presidencial, ocasión en la que pronunció su primer discurso.
“Me alegro de encontrarme en Bulgaria, lugar de encuentro entre muchas culturas y civilizaciones, puente entre Europa del Este y del Sur, puerta abierta hacia el cercano Oriente; una tierra en la que han arraigado antiguas raíces cristianas, que alimentan la vocación que favorece el encuentro en la región como también en la comunidad internacional”. Con estas palabras el Papa dio inicio a su primer discurso en tierra búlgara, de la que puso de manifiesto que en ella, “la diversidad, en el respeto de las específicas peculiaridades, es vista como una oportunidad, una riqueza, y no como un motivo de conflicto”.
Tras saludar cordialmente a las Autoridades de la República – a quienes agradeció la invitación que le dirigieron para visitar su país – y a su Presidente, por las corteses palabras que le dirigió al recibirlo en esa histórica plaza que lleva el nombre del estadista Atanas Burov “que sufrió la dureza de un régimen que no podía aceptar la libertad de pensamiento”, el Papa Francisco envió con deferencia su saludo a Su Santidad el Patriarca Neofit, a los Metropolitas, a los Obispos del Santo Sínodo y a todos los fieles de la Iglesia Ortodoxa Búlgara, sin olvidar a los Obispos, a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a todos los miembros de la Iglesia Católica, a los que desea confirmar en la fe y animar en su cotidiano camino de vida y de testimonio cristiano.
Además, el Pontífice saludó cordialmente a los cristianos de otras Comunidades eclesiales, a los miembros de la Comunidad judía y a los fieles del islam reafirmando con ellos “la fuerte convicción de que las verdaderas enseñanzas de las religiones invitan a permanecer anclados en los valores de la paz; a sostener los valores del conocimiento recíproco”, tal como se lee en el Documento sobre la fraternidad humana, firmado en Abu Dabi el pasado 4 de febrero.
Derrotar a los que buscan instrumentalizar las religiones
Francisco pidió que aprovechar la hospitalidad que el pueblo búlgaro ofrece “para que cada religión, llamada a promover la armonía y la concordia, ayude al crecimiento de una cultura y de un ambiente permeados por el pleno respeto por la persona humana y su dignidad, instaurando conexiones vitales entre civilizaciones, sensibilidades y tradiciones diferentes, y rechazando toda violencia y coerción”.
Sentimientos de gratitud del Papa Roncalli
El Santo Padre afirmó además que su visita pretende “unirse simbólicamente a la que realizó San Juan Pablo II en mayo de 2002” y dijo que se desarrolla en el grato recuerdo de la presencia en Sofía, por más de un decenio, del entonces Delegado Apostólico Monseñor Angelo Giuseppe Roncalli. De él Francisco recordó que siempre guardó en su corazón sentimientos de gratitud y de profunda estima por esta nación, hasta el punto de afirmar que, estuviese donde estuviese, su casa siempre habría estado abierta para ellos, sin necesidad de decir si se era católico u ortodoxo, sino sólo un hermano de Bulgaria (Cfr. Homilía, 25 diciembre 1934).
También destacó que “San Juan XXIII trabajó infatigablemente para promover la colaboración fraterna entre todos los cristianos, y gracias al Concilio Vaticano II, que él convocó y presidió en su primera fase, dio un gran impulso y fuerza al desarrollo de las relaciones ecuménicas”.
Cirilo y Metodio: ejemplo para nosotros
Al recordar la figura de los santos Cirilo y Metodio que “evangelizaron los pueblos eslavos y fueron el origen del desarrollo de su lengua y cultura y, sobre todo, de abundantes y duraderos frutos de testimonio cristiano y de santidad, el Obispo de Roma afirmó que estos copatronos de Europa “son ejemplo para nosotros y permanecen, después de más de un milenio, inspiradores del diálogo fecundo, de la armonía, del encuentro fraterno entre las Iglesias, los Estados y los pueblos”. De ahí que haya manifestado su deseo de que “su brillante ejemplo suscite también en nuestros días numerosos imitadores y haga surgir nuevos itinerarios de paz y de concordia”.
Afrontar el nuevo invierno demográfico
Después de las tres décadas han transcurrido ya del final del régimen totalitario “que limitaba la libertad y las iniciativas”, el Papa Bergoglio recordó que “Bulgaria debe afrontar las consecuencias de la emigración”, que se ha producido en los últimos decenios, en la que más de dos millones de connacionales han salido buscando nuevas oportunidades de trabajo. Y agregó que al igual de otros países del viejo continente debe “hacer frente a lo que se puede considerar un nuevo invierno demográfico”, que “ha caído como una cortina de hielo sobre buena parte de Europa”, como “consecuencia de una disminución de la confianza en el futuro”.
Y relacionado la caída de los nacimientos con el intenso flujo migratorio el Papa afirmó que esto ha supuesto “la despoblación y el abandono de tantos pueblos y ciudades”, a lo que se suma que “Bulgaria debe hacer frente al fenómeno de aquellos que buscan entrar dentro de sus fronteras, para huir de la guerra y los conflictos o la miseria, e intentan alcanzar de cualquier forma las zonas más ricas del continente europeo, para encontrar nuevas oportunidades de existencia o simplemente un refugio seguro”.
El drama de la emigración
Ante esta situación, dirigiéndose al Presidente de la República el Pontífice aseveró que conoce el compromiso con el que, desde hace años, los gobernantes de este país se esfuerzan por crear las condiciones para que, sobre todo los jóvenes, no se vean obligados a emigrar. Por esta razón manifestó su deseo de animarlos a seguir en este sentido, a realizar todo el esfuerzo posible para promover unas condiciones favorables con vistas a que los jóvenes puedan invertir sus nuevas energías y programar su futuro personal y familiar, encontrando en su patria las condiciones que les permitan llevar una vida digna.
Y a quienes conocen el drama de la emigración, el Santo Padre les sugirió que, siguiendo su tradición, no cierren los ojos, ni el corazón, ni la mano a quien llama a su puerta. Sí, porque como les dijo, su país “se ha distinguido siempre como un puente entre el este y el oeste, capaz de favorecer el encuentro entre culturas, etnias, civilizaciones y religiones diferentes, que, desde hace siglos, han convivido aquí en paz”.
Asimismo destacó que el desarrollo económico y civil de Bulgaria pasa necesariamente a través del reconocimiento y la valorización de esta específica característica suya. Y concluyó con el deseo de que Dios bendiga Bulgaria y la conserve pacífica y acogedora, y la haga próspera y feliz.
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