Papa: Que el Señor sacie nuestra hambre y sed en el sacramento del hermano
María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
“El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás”, con estas palabras – proclamada anteriormente durante la Santa Misa celebrada en Skopie, la ciudad natal de la Madre Teresa, en Macedonia del Norte – el Santo Padre dio inicio a su homilía cuyo Evangelio se centró en torno a Jesús y la muchedumbre que aún tenía ante sus ojos la multiplicación de los panes.
La fiesta de descubrir la solicitud de Dios para sus hijos
El Papa afirmó que aquél fue uno de esos momentos que quedaron grabados en los ojos y en el corazón de la primera comunidad de discípulos. Y añadió – invitando a los presentes a imaginar a aquella muchedumbre – que se trató de una fiesta, “la fiesta de descubrir la abundancia y solicitud de Dios para con sus hijos, hermanados en el partir y compartir el pan”. Imaginemos por unos instantes esa muchedumbre. Sí, porque como dijo Francisco, esas personas “sedientas y silenciosas que seguían a Jesús en busca de una palabra fueron capaces de tocar con sus manos y sentir en sus cuerpos el milagro de la fraternidad, que es capaz de saciar y hacer abundar”.
El Señor invita a pasar a un horizonte nuevo
Después de recordar que el Señor vino para darle vida al mundo y que “lo hace desafiando la estrechez de nuestros cálculos, la mediocridad de nuestras expectativas y la superficialidad de nuestros intelectualismos”, el Pontífice afirmó que Jesús también “cuestiona nuestras miradas y certezas invitándonos a pasar a un horizonte nuevo que abre espacio a una renovada forma de construir la realidad”.
Hambre de Dios y hambre de fraternidad
De aquella muchedumbre el Obispo de Roma dijo que “descubrió que el hambre de pan también tenía otros nombres: hambre de Dios, hambre de fraternidad, hambre de encuentro y de fiesta compartida”. Por esta razón destacó que “nos hemos acostumbrado a comer el pan duro de la desinformación y hemos terminado presos del descrédito, las etiquetas y la descalificación; hemos creído que el conformismo saciaría nuestra sed y hemos acabado bebiendo de la indiferencia y la insensibilidad; nos hemos alimentado con sueños de esplendor y grandeza y hemos terminado comiendo distracción, encierro y soledad; nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad. Hemos buscado el resultado rápido y seguro y nos vemos abrumados por la impaciencia y la ansiedad. Presos de la virtualidad hemos perdido el gusto y el sabor de la realidad”.
Tenemos hambre, Señor
En una palabra – invitó el Papa – “digámoslo con fuerza y sin miedo: tenemos hambre, Señor”. “Tenemos hambre, Señor, del pan de tu Palabra capaz de abrir nuestros encierros y soledades. Tenemos hambre, Señor, de fraternidad para que la indiferencia, el descrédito, la descalificación no llenen nuestras mesas y no tomen el primer puesto en nuestro hogar. Tenemos hambre, Señor, de encuentros donde tu Palabra sea capaz de elevar la esperanza, despertar la ternura, sensibilizar el corazón abriendo caminos de transformación y conversión”.
Hambre de misericordia
Y tras proseguir con el hambre que debemos manifestar al Señor de la misericordia que es “capaz de romper estereotipos y partir y compartir la compasión del Padre hacia toda persona, especialmente hacia aquellos de los que nadie se ocupa, que están olvidados o despreciados”, Francisco invitó a decirle con fuerza y sin miedo al Señor que “tenemos hambre de pan”, del pan de su palabra y del pan de la fraternidad.
El Señor invita a ponernos en salida
Asimismo recordó que lo único que el Señor nos pide es que vayamos hacia Él. “Nos invita a ponernos en marcha, en movimiento, en salida. Nos exhorta a caminar hacia Él para hacernos partícipes de su misma vida y de su misma misión”. Y pidió que nos dejemos “transformar por su Palabra en nuestras opciones, sentimientos, prioridades para aventurarnos a cumplir sus mismos gestos y hablar con su mismo lenguaje, ‘el lenguaje del pan que dice ternura, compañerismo, entrega generosa a los demás’, amor concreto y palpable porque es cotidiano y real”.
En cada eucaristía, el Señor se parte y reparte
Además Francisco reafirmó que “en cada eucaristía, el Señor se parte y reparte y nos invita también a nosotros a partirnos y repartirnos con Él y ser parte de ese milagro multiplicador que quiere llegar y tocar todos los rincones de esta ciudad, de este país, de esta tierra con un poco de ternura y compasión”.
Hambre de pan, hambre de Dios
El Papa dijo que la Madre Teresa comprendía muy bien el hambre de pan, de fraternidad y de Dios. Tanto es así que fundamentó su vida sobre dos pilares: “Jesús encarnado en la Eucaristía y Jesús encarnado en los pobres”. Y de hecho ella fue al Señor y fue hacia su hermano despreciado, no amado, solo y olvidado, fue a su hermano y encontró el rostro del Señor… porque sabía que el “amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios, y ese amor fue el único capaz de saciar su hambre”.
Experimentar la abundancia del amor del Resucitado
El Santo Padre concluyó su homilía diciendo a la asamblea que hoy “el Señor Resucitado sigue caminando entre nosotros, allí donde acontece y se juega la vida cotidiana”. Reafirmó que Él “conoce nuestras hambres y nos vuelve a decir: ‘El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás’”. Por esta razón pidió que se animen recíprocamente a ponerse de pie y a experimentar la abundancia de su amor, para que Él “sacie nuestra hambre y sed en el sacramento del altar y en el sacramento del hermano”.
Agradecimiento del Papa al finalizar la Santa Misa
Antes de la Bendición final, dirigiéndose a los queridos hermanos y hermanas que habían participado en esta celebración Eucarística el Papa les dijo que sentía la necesidad de expresar sus sentimientos de gratitud. De ahí que haya agradecido al Obispo de Skopie sus palabras y, sobre todo, el trabajo realizado en la preparación de este día. “Y, junto a él – dijo Francisco – doy las gracias a todos los que han colaborado, sacerdotes, religiosos y fieles laicos. ¡Un sincero agradecimiento a todos!”.
Por último, el Santo Padre renovó su agradecimiento a las Autoridades civiles del país, a la policía y a los voluntarios. “El Señor – les dijo – sabrá recompensar a cada uno de la mejor manera. Por mi parte, los tengo presentes en mi oración y también les pido que recen por mí”.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí