11 de septiembre de 2001, "el día tenebroso en la historia de la humanidad"
Luisa Urbani - Ciudad del Vaticano
Un martes cualquiera de septiembre que en pocos minutos se convierte en el peor ataque terrorista en la historia de los Estados Unidos. Son las 8:46 a.m. (hora local) cuando el vuelo American Airlines 11 se estrella contra la Torre Norte del World Trade Center, en el corazón de Nueva York, causando un incendio. Poco después, otro avión se estrella contra la Torre Sur. La policía y los bomberos intentan evacuar los dos edificios. Las operaciones, sin embargo, no son fáciles. La Torre Sur se derrumba sobre sí misma: una nube de polvo invade el cielo de Nueva York cubriendo todo y a todos. Poco después, la segunda torre también cae. Luego, el accidente del American Airlines 77 en el Pentágono, sede del Departamento de Defensa de Estados Unidos y el cuarto ataque, que fracasó gracias a la revuelta de los pasajeros del United Airlines 93.
La cercanía de Juan Pablo II
Millones de personas tienen sus ojos clavados en la televisión y ven lo que sucede en vivo, petrificados e incrédulos. Bomberos, fuerzas de seguridad, hombres de la defensa civil cubiertos de cenizas tratando de salvar a la mayor cantidad de gente posible. Estructuras destruidas, sirenas que rompen el silencio surrealista, luego los gritos y la tos de hombres y mujeres. Las imágenes dan la vuelta al mundo, llegan también al Vaticano bajo la mirada de Juan Pablo II, quien al día siguiente, durante la Audiencia General, pedirá que no haya aplausos para crear un clima de recogimiento y oración por todas las víctimas de lo que él llama " un día tenebroso en la historia de la humanidad, una terrible afrenta contra la dignidad del hombre". A pesar del sufrimiento y el dolor por la pérdida de vidas humanas, el futuro santo quiere recordar a todos que "aun cuando parecen dominar las tinieblas, el creyente sabe que el mal y la muerte no tienen la última palabra”.
La cruz entre el polvo: un signo de esperanza
Entre las imágenes que corren en las pantallas de todo el mundo está también la de una cruz. Durante las operaciones de rescate, a un cierto punto, en medio de polvo y escombros, se levanta una cruz frente al cuerpo de bomberos. Consiste en dos vigas metálicas de la estructura del World Trade Center. Bajo ese signo se reunirán muchas personas de diferentes religiones, haciendo de la cruz de la Zona Cero un símbolo de consuelo para todos aquellos que han perdido a sus seres queridos. Hoy, 18 años después de ese día, se conserva en el National September 11 Memorial & Museum, un espacio diseñado para rendir homenaje a todos aquellos que perdieron la vida en los ataques terroristas de 2001.
El memorial y la visita de Benedicto XVI
El memorial del 11 de septiembre es un lugar que representa la supervivencia, el renacimiento y el recuerdo. En el lugar donde antes estaban las Torres Gemelas, hoy hay dos grandes fuentes, en cuyos lados están grabados los nombres de todas las víctimas. Las fuentes simbolizan la pérdida de vidas humanas y el vacío físico dejado por los ataques terroristas. Benedicto XVI será el primero en visitarlo, 7 años después de aquel terrible día. Decidirá no hacer ningún discurso. Después del encuentro con los familiares de las víctimas y los socorristas, se reunirá en oración pidiendo al Señor que nos conceda "la sabiduría y el coraje para trabajar incansablemente por un mundo en el que la verdadera paz y el amor reinen entre las naciones y en los corazones de todos".
El recuerdo del Papa Francisco
Después de Benedicto XVI, en 2015, Francisco también visitará este lugar simbólico. El Pontífice, orando con 12 líderes religiosos después de conocer a las familias de las víctimas, recordará a todos que “este lugar de muerte se transforma también en un lugar de vida, de vidas salvadas, un canto que nos lleva a afirmar que la vida siempre está destinada a triunfar sobre los profetas de la destrucción, sobre la muerte, que el bien siempre despertará sobre el mal, que la reconciliación y la unidad vencerán sobre el odio y la división” porque “en las diferencias, en las discrepancias, es posible vivir un mundo de paz”.
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