Oración del Papa: la alegría de ganarse el pan que se comparte
María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
Después de haber visitado la "Ciudad de la Amistad" de Akamasoa – que fundó en 1989 el misionero argentino Pedro Opeka de la Congregación de la Misión, cerca del vertedero de la capital de Madagascar, quien logró ofrecer una vida algo más digna a quienes trabajan en la cercana cantera de granito – el Pontífice se encontró precisamente con estos trabajadores para dejarles una oración llena de esperanza.
En la cantera el Santo Padre, con su oración, pidió a Dios Padre por estos trabajadores, para que les conceda la fortaleza del alma y la salud del cuerpo a fin de que no sean esclavos del peso de su oficio.
Dirigiéndose al Padre, creador del cielo y de la tierra, Francisco dio gracias por haberlos reunido como hermanos en este lugar, ante esa roca rota por el trabajo del hombre, donde pidió por todos los trabajadores.
El Santo Padre pidió por los que trabajan con sus manos y lo hacen con un enorme esfuerzo físico. Por esta razón imploró:
Además pidió que Dios haga “que el fruto del trabajo les permita asegurar dignamente la subsistencia de sus familias”. Y que “encuentren en ellas, cada noche, calor, descanso y aliento”, y que juntos, reunidos bajo su mirada, “conozcan la auténtica alegría”. A lo que añadió:
Al “Dios de justicia”, el Obispo de Roma le pidió asimismo que toque “el corazón de los empresarios y los dirigentes”. A fin de que “hagan todo lo posible por asegurar a los trabajadores un salario digno y unas condiciones que respeten la dignidad de la persona humana”.
Además, Francisco no dudó en pedirle a Dios que se haga “cargo” con su “paternal misericordia de los que no tienen trabajo” y que el desempleo, “causa de tantas miserias”, “desaparezca de nuestra sociedad”.
Sí, porque como imploró el Papa, cada uno debería conocer la alegría y la dignidad de ganarse el propio pan para llevarlo a su casa y mantener a su familia.
Auténtica solidaridad
Por otra parte, el Papa pidió a Dios que cree entre los trabajadores “un espíritu de auténtica solidaridad”; a fin de que “sepan estar atentos unos a otros” y que “se animen mutuamente”, que “apoyen a los que están agobiados” y “levanten a los que han caído”.
También pidió por los trabajadores para que sepan, “de manera constructiva”, hacer valer sus derechos y que “sus voces sean escuchadas”. Y tras recordar que Dios, Nuestro Padre nos ha dado como protector de los trabajadores del mundo entero a San José, padre adoptivo de Jesús, esposo valiente de la Virgen María, el Santo Padre Francisco concluyó su oración diciendo:
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