Las reliquias de San Pedro son un regalo para la unidad de la Iglesia
Benedetta Capelli - Ciudad del Vaticano
En el crepúsculo de la necrópolis del Vaticano, el corazón del cristianismo, la luz de la fe de Pedro, el primer papa de la Iglesia, aún está encendida.
Dentro del espacio del "Muro G", la pared de graffiti debajo del altar papal de la Basílica del Vaticano, hay 19 cajones transparentes con fragmentos de huesos que pertenecieron a Pedro. En estas reliquias durante mucho tiempo se investigó, hoy es posible decir que pertenecían a un hombre de constitución robusta, que murió en la vejez, faltan los huesos de los pies: un detalle que recuerda la crucifixión al revés de acuerdo con la voluntad del apóstol.
Pío XII fue el pontífice que en 1939 ordenó excavaciones debajo de la basílica, descubriendo después de diez años el lugar de entierro de Pedro. Solo en 1952 había un nicho funerario cubierto con graffiti preciosos que contenía huesos considerados del apóstol.
En el regalo de Francisco a Bartolomé, el 29 de junio de 2019, solemnidad de Pedro y Pablo, también está la huella de Pablo VI. Fue el Papa Montini, después de estar convencido de la identificación de esos restos óseos, que colocó los 19 cajones en 1968, donde se encuentran hoy día. De este importante grupo hizo sacar a 9, contenidos en un cajón de bronce, destinados a la capilla privada del departamento papal en el palacio apostólico.
Abierto en el altar de San Pedro, al final del Año de la Fe, el 24 de noviembre de 2013, a instancias de Francisco, el cajón se colocó al lado del altar.
"Un pensamiento proveniente del Espíritu Santo". Así, en la Carta al Patriarca Ecuménico de Constantinopla Bartolomé, el Papa explica ese movimiento del corazón. Reliquias que Francisco imagina junto a las del apóstol Andrés, el pescador, el "primero en ser llamado".
Es la forma de caminar juntos de nuevo, en una bendición, en oración común "al servicio de la familia humana que hoy está tentada a construir un futuro sin Dios".
Es el abrazo de Francisco y Bartolomé lo que indica el camino, ya vislumbrado en Jerusalén por Pablo VI y Atenagoras, que quiso donarle al Papa Montini una imagen en la que Andrés y Pedro están cerca el uno del otro. Dos hermanos que aún hoy no dejan de mirar hacia la unidad de la Iglesia.
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