¡Nunca se prive del derecho a empezar de nuevo! Papa a policía penitenciaria
Manuel Cubías – Ciudad del Vaticano
El discurso del Papa Francisco se desarrolló en torno a tres palabras: gracias, dirigida al personal penitenciario; adelante, dirigida a los capellanes, religiosos, religiosas y voluntarios y, valor, dirigida a las personas privadas de libertad.
Gracias
El Papa recuerda que el trabajo realizado por el personal penitenciario “es oculto, a menudo difícil e insatisfactorio, pero esencial”. Esto porque puede convertirse en “un apoyo a los débiles” y de esta manera convertirse “día tras día en tejedores de justicia y esperanza”. Seguidamente les dedica un texto bíblico: "Acuérdate de los prisioneros, como si fueras su compañero de prisión". (Heb 13,3).
Con el texto bíblico, el Papa insiste: “Por favor, no olvides el bien que puedes hacer todos los días” y sigue: “Ustedes son personas que, ante una humanidad herida y a menudo devastada, reconocen, en nombre del Estado y de la sociedad, su dignidad irreprimible” (…) “Están llamados a ser puentes entre la cárcel y la sociedad civil: con su servicio, ejercitando la justa compasión, pueden superar los miedos mutuos y la tragedia de la indiferencia”.
El tema del hacinamiento en las cárceles no estuvo ausente, pues afecta no solo a las personas privadas de libertad, sino también al personal penitenciario y afirmó: “Es esencial garantizar unas condiciones de vida decentes; de lo contrario, las cárceles se convertirán en depósitos de la ira, en lugar de en lugares de recuperación”.
Adelante
Esta segunda palabra está dirigida a los capellanes, religiosos, religiosas y voluntarios, a “los portadores del Evangelio dentro de los muros de las cárceles” (…) “Adelante, cuando entres en las situaciones más difíciles con la única fuerza de una sonrisa y un corazón que escucha, adelante cuando te cargues con las cargas de los demás y las lleves en oración. Ven cuando, en contacto con la pobreza que encuentras, ves tu propia pobreza. Es algo bueno, porque es esencial reconocerse ante todo necesitado de perdón. Entonces sus propias miserias se convierten en receptáculos de la misericordia de Dios”, afirmó Francisco.
También les dedicó un texto bíblico: "Ha entrado en la casa de un pecador" (Lc 19, 7)). y prosiguió: “El Señor se ha ido, no se ha detenido ante los prejuicios de los que creen que el Evangelio está destinado a las "buenas personas". Por el contrario, el Evangelio pide que las manos se ensucien. Gracias por ensuciarse las manos” (…) “Avanza con generosidad y alegría: con tu ministerio consuela el corazón de Dios”.
Valor
A los privados de libertad les dice: valor, coraje. "El valor viene del corazón. Ánimo, porque estás en el corazón de Dios, eres precioso a sus ojos y, aunque te sientas perdido e indigno, no te desanimes”. Y les recuerda, al igual que los anteriores, una frase de la Biblia: "Dios es más grande que nuestro corazón" (1 Jn 3,20). Nunca se dejen encerrar en la celda oscura de un corazón desesperado, no cedan a la resignación. Dios es más grande que cualquier problema y está esperando que usted lo ame. Pónganse ante el Crucificado, ante la mirada de Jesús: ante Él, con sencillez, con sinceridad”.
El Papa les anima a mantener la esperanza: “Me imagino mirándote y viendo en tus ojos desilusiones y frustraciones, mientras la esperanza sigue latiendo en tu corazón, a menudo ligada a la memoria de tus seres queridos. Vamos, ¡Nunca sofocar la llama de la esperanza! Siempre hay un futuro de esperanza”
La prisión perpetua. ¡Nunca se prive del derecho a empezar de nuevo!
El Papa Francisco subrayó la necesidad de que toda sociedad “garantice que el castigo no comprometa el derecho a la esperanza y que se garanticen las perspectivas de reconciliación y reintegración” (…) y refiriéndose a la prisión perpetua afirmó: “La prisión perpetua no es la solución a los problemas y lo repipto: no es la solución de los problemas, sino un problema a resolver. Porque si se encierra la esperanza, no hay futuro para la sociedad. ¡Nunca se prive del derecho a empezar de nuevo! Ustedes, queridos hermanos y hermanas, con su trabajo y su servicio son testigos de este derecho: el derecho a la esperanza, el derecho a volver a empezar”.
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