El Papa a jesuitas de Tailandia y Japón: sueño una iglesia joven y cercana a la gente
Gabriella Ceraso - Ciudad del Vaticano
El pasado 22 de noviembre, durante su viaje a Tailandia y Japón, el Papa se reunió en Bangkok con un grupo de 48 jesuitas del sudeste asiático. Mantuvo una conversación con ellos durante una media hora. El 26 de noviembre, en Tokio, celebró una misa en privado con los jesuitas en la capilla del Kulturzentrum de la Universidad de Sofía, en la que pronunció una homilía. Los textos de la conversación y de la homilía son publicados hoy por "La Civiltà Cattolica".
Trabajen por el bien del país y de la gente
"Sueño con una iglesia joven, muy cercana a la gente, fresca. Por supuesto, conozco bien y me preocupan los problemas que tienen que enfrentar, como por ejemplo la explotación vinculada al turismo sexual. Ustedes los jesuitas deben hacer todo lo posible para elevar el nivel social. ¡Trabajen por el bien de vuestro país y por la dignidad de la gente! Fue la nvitación final de Francisco a los jesuitas con los que se reunió en Bangkok, después de haber tratado varios temas: desde las situaciones de injusticia a la necesidad de oración, desde la acogida de la Encíclica Laudato si en la Iglesia y en el mundo hasta la cuestión de los refugiados y la atención pastoral a los católicos divorciados y casados de nuevo.
La oración para hacer frente a las injusticias sociales
Profundizando sobre lo que los jesuitas definen el "ministerio de la acogida", Francisco habló de un trabajo que debe entenderse como un "lugar teológico"... "Éste fue el testamento del Padre Pedro Arrupe, que aquí mismo en Tailandia -dijo el Papa en su respuesta- en su último discurso reiteró la importancia de esta misión. Para mí el Padre Arrupe fue un profeta". El Papa recordó entonces la fundación del Servicio Jesuita para los Refugiados en Bangkok como el último acto del religioso antes de morir. Hoy -dijo Francisco- el fenómeno de los refugiados es más "conocido a causa de las diferencias sociales, del hambre, de las tensiones políticas y, sobre todo, de la guerra". Por estas razones, los movimientos migratorios se están intensificando". La respuesta del mundo -explicó- es la "política de descarte", la que hace que el Mediterráneo se convierta en un cementerio o que algunos centros de detención en Libia sean de una "crueldad impresionante". Y también la cuestión de los Rohingya y los escándalos que se producen en las fronteras donde -dijo el Papa- se levantan muros que tienen a los niños separados de sus padres, mientras que para la droga "no hay muros que tengan". Es la "filosofía de la defensa" - definió- la que nos hace creer que "sólo con el miedo y reforzando las fronteras es posible defenderse". Al dolor y el descarte, se une la explotación -hizo notar el Papa- contra la cual la Iglesia está siempre comprometida. Si la Iglesia es un hospital de campaña -dijo el Pontífice- es precisamente porque la tradición cristiana enseña a acoger y curar a los heridos.
Volviendo al concepto de "lugar teológico" dejado por el Padre Arrupe y recordando sus recomendaciones a sus hermanos de Bangkok, el Pontífice instó a los jesuitas a no descuidar nunca la oración. "Como decir: en esa periferia física no se olviden de esta otra, la espiritual. Sólo en la oración encontraremos la fuerza y la inspiración para entrar bien y fructíferamente en lo que son los "embrollos" de la injusticia social".
Acompañamiento y discernimiento para divorciados y personas que se han vuelto a casar
Cuando se le preguntó sobre el cuidado pastoral de los católicos divorciados y de los que se han vuelto a casar, el Papa respondió que hay una "manera casuística" de tratar estas situaciones, "pero que no es cristiana, aunque pueda ser eclesiástica". O bien, está el camino indicado por el Magisterio de la Iglesia, "como está escrito en el capítulo octavo de Amoris laetitia, es decir, hacer un camino de acompañamiento y discernimiento para encontrar soluciones. Y esto no tiene nada que ver con la moral de la situación, sino con la gran tradición moral de la Iglesia".
El encuentro con Jesús en palabras a los jesuitas de Japón
Durante su visita a Japón, el 26 de noviembre, el último día antes de su partida para Roma, el Papa la dedicó a su visita a la Universidad de Sofía en Tokio, dirigida por la Compañía de Jesús. Antes de hablar a los estudiantes y al cuerpo académico en el Auditorio, celebró la Misa con los jesuitas de la comunidad y luego se detuvo con ellos para desayunar. Durante la celebración eucarística pronunció una homilía en la que se refirió a un pasaje del Evangelio sobre las exigencias de la vida apostólica (Lc 9, 57-62) y centrada en el significado del encuentro con Jesús. Un encuentro -dijo el Papa- que suscita siempre el deseo de "estar con él, incluso comprometiendo la propia vida". Pero el deseo debe ser "memorioso" y "concreto": es decir, debe conservar "el recuerdo de todo un camino recorrido, el recuerdo de la gran misericordia de Dios hacia cada uno de nosotros" para que podamos ser fieles y no caer en el juicio; y luego debe estar "anclado a lo que sucede en la vida, la pobreza, el fracaso, la humillación, nuestros pecados, todo". A quien dice sí a Jesús de esta manera, "sabiendo que puede pasarle cualquier cosa, incluso un fracaso en el presente, y conociendo toda su memoria del pasado" experimentan "alegría y paz".
"Tengamos un corazón abierto ante las condiciones que nos colocan en el presente de cada día -fue su invitación- para que nuestra fidelidad se forje mejor. No debemos tener miedo de dormir al aire libre: los animales tienen un refugio y nosotros, por otro lado, a veces no sabemos dónde escondernos. Pero no debemos tener miedo. Permanezcamos libres de la tentación de volver y decir adiós a los muertos. El mundo de los muertos ya está enterrado, las piezas muertas de nuestras vidas están enterradas por la misericordia de Dios. ¡Y no cerremos las ventanas! Abrámoslas para mirar el horizonte con paz, con alegría, haciendo lo que cada uno de nosotros puede hacer. Jesús nos acompaña siempre. Él nos escoge de esta manera".
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