Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco en Auschwitz y Birkenau
Amedeo Lomonaco - Ciudad del Vaticano
Fueron tres los Pontífices que visitaron el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. El primero, Juan Pablo II, llegó a este santuario de dolor el 7 de junio de 1979, y allí celebró la Santa Misa. Más tarde, el 28 de mayo de 2006, fue el Papa Benedicto XVI quien visitó el campo de exterminio nazi en Polonia. A estas peregrinaciones, entre páginas trágicas de la historia, se añade el viaje silencioso del Papa Francisco el 29 de julio de 2016. Viajes espaciados por los años, pero unidos por la oración. Los pasos de Juan Pablo II, Benedicto XVI y el Papa Francisco también se entrelazan con las huellas de vidas quebrantadas por la crueldad ciega que han triunfado sobre la muerte. Como la de San Maximiliano Kolbe, que dio su vida en Auschwitz para salvar la de otro inocente.
La peregrinación de Juan Pablo II
Al celebrar la Santa Misa en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau en 1979, el Papa Wojtyła recordó que este lugar fue "construido sobre el odio y el desprecio del hombre, en nombre de una ideología loca". Se trata de un "lugar construido sobre la crueldad" al que se accede a través de una puerta con una inscripción: "Arbeit macht frei". Una inscripción, subraya San Juan Pablo II en su homilía, “que suena a mofa, porque su contenido se contradecía radicalmente con lo que ocurría dentro”. En este "Gólgota del mundo contemporáneo", el Pontífice polaco se arrodilla ante tumbas en gran parte sin nombre, como aquella del Soldado Desconocido. "Auschwitz es una cuenta con la conciencia de la humanidad mediante estas lápidas que dan testimonio de las víctimas que habían perdido las naciones. Auschwitz es un lugar que no basta solo visitarlo. Durante la visita hay que pensar con temor dónde están las fronteras del odio”. “Auschwitz es un testimonio de la guerra. La guerra lleva consigo un desmedido crecimiento del odio, de la destrucción, de la crueldad”.
La visita de Benedicto XVI
La visita de Benedicto XVI al campo nazi forma parte del viaje apostólico de 2006 a Polonia. Un lugar de horror, de acumulación de crímenes contra Dios y contra el hombre que no tiene parangón en la historia”. "El Papa Juan Pablo II estaba aquí como hijo del pueblo polaco. Yo estoy hoy aquí como hijo del pueblo alemán". “Hijo del pueblo alemán, como hijo del pueblo sobre el cual un grupo de criminales alcanzó el poder mediante promesas mentirosas, en nombre de perspectivas de grandeza, de recuperación del honor de la nación y de su importancia, con previsiones de bienestar, y también con la fuerza del terror y de la intimidación; así, usaron y abusaron de nuestro pueblo como instrumento de su frenesí de destrucción y dominio”. “El lugar en donde nos encontramos - subraya Benedicto XVI - es un lugar de la memoria, el lugar de la Shoah. El pasado no es sólo pasado. Nos atañe también a nosotros y nos señala qué caminos no debemos tomar y qué caminos debemos tomar”.
La oración del Papa Francisco
El silencio y la oración marcaron los momentos de la visita del Papa Francisco al campo de Auschwitz-Birkenau en 2016. El Pontífice, a pie, pasó lentamente bajo la infame inscripción "Arbeit macht frei", "El trabajo libera". En la plaza del apelo, donde los prisioneros nazis eran ahorcados, Francisco toca y besa una de las vigas de soporte de la estructura utilizada para la horca. En la entrada del "Bloque 11", Francisco se encuentra con diez sobrevivientes del Holocausto. Después de estos momentos intensos, en los que las miradas, las caricias, los abrazos se alternan con los apretones de manos, el Papa camina lentamente hacia el muro de los fusilamientos. Extiende sus manos para tocarlo, permanece inmóvil durante unos momentos. En este lugar deja una vela. Francisco permanece solo, largo tiempo en silencio, absorto en la oración.
Finalmente, el Papa Francisco viaja en un coche eléctrico a lo largo de las calles que costean los binarios de los trenes en los que llegaban los deportados. En el campo de Birkenau, el Pontífice camina delante de cada una de las 23 estrellas conmemorativas del Monumento Internacional en memoria de las víctimas del nazismo. Son minutos de silencio, interrumpidos sólo por el llanto de un niño. El último momento de la visita es el encuentro con 25 justos de las naciones, mujeres y hombres que no se han dejado vencer por el mal.
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