Jóvenes: cuiden de sus raíces
Ciudad del Vaticano
Papa Francisco ya nos tiene acostumbrados en sus discursos, mensajes y documentos, a hacer referencia a la enorme riqueza de escritores, poetas y dramaturgos de la historia de la humanidad. Son aquellos que forman parte de la rica experiencia estética que no “envejecen”, y que siguen hablando al mundo de hoy. Desde los italianos Alessandro Manzoni y Dante Alighieri, pasando por Tolstoi y Dostoyevski y al argentino Jorge Luis Borges, entre muchos otros.
Ayer en la oración del Ángelus, Francisco ha vuelto a citar unos versos de un poeta argentino muy querido por él: Francisco Luis Bernárdez (1900-1978). Los versos forman parte del soneto “Si para recobrar lo recobrado”, que el autor escribió en la década de 1930:
En su poesía, Bernárdez expresa con un lenguaje paradojal las dinámicas profundas de la vida humana como el gozo, el amor y el sufrimiento. Paradojas que asumen las tensiones de la vida, las heridas, las dificultades. A partir de la imagen del árbol, el autor manifiesta la necesidad de los hombres de tener profundas raíces –que se han abierto camino en la oscuridad, muchas veces con dificultad y que son invisibles a simple vista- para florecer y dar fruto.
Al referirse a la relación entre jóvenes y ancianos, el Papa Francisco ayer ha recordado la importancia de los mayores como las raíces para que nuestros pueblos puedan crecer y dar fruto. Invitó a los jóvenes a tener “un gesto de ternura hacia los ancianos, especialmente los que están más solos, los que hace muchos meses que no ven a sus seres queridos”, porque “ellos son vuestras raíces”. “Un árbol separado de las raíces no crece, no da flores ni frutos. Por esto es importante la unión y la conexión con vuestras raíces” afirmó.
Texto completo: Si para recobrar lo recobrado – Francisco Luis Bernárdez
Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,
si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.
Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.
Porque después de todo he comprendido
por lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.
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