Ángelus del Papa: usemos el patrimonio que Dios nos ha dado para hacer el bien
Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano
Tras celebrar la Misa con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres, el domingo 15 de noviembre en la Basílica de San Padro, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus asomado desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano.
Comentando el Evangelio del día, Francisco reflexionó sobre la parábola de los talentos, (cf. Mt 25, 14-30) que "forma parte del discurso de Jesús sobre los últimos tiempos, que precede inmediatamente a su pasión, muerte y resurrección".
La parábola de los talentos
"La parábola cuenta de un rico señor que debe partir y, previendo una larga ausencia, encomienda sus bienes a tres de sus siervos", dijo el Santo Padre.
«Al primero le encomienda cinco talentos, al segundo dos, al tercero uno. Jesús especifica que la distribución se hace "según la capacidad de cada uno" (v. 15)», puntualizó el Santo Padre recordando que así hace el Señor con todos nosotros: "nos conoce bien, sabe que no somos iguales y no quiere privilegiar a nadie en detrimento de otros, sino que encomienda a cada uno un capital de acuerdo con sus capacidades".
Al respecto, Francisco señaló que esta parábola vale para todos, pero, como siempre, especialmente para los cristianos.
Todos recibimos un "patrimonio" de Dios
«Todos hemos recibido de Dios un "patrimonio" como seres humanos -continuó el Papa- en primer lugar la vida misma, luego las diferentes facultades físicas y espirituales. Como discípulos de Cristo hemos recibido la fe, el Evangelio, el Espíritu Santo, los sacramentos... Estos dones hay que emplearlos para hacer el bien en esta vida, como servicio a Dios y a nuestros hermanos».
Es por ello, que el Santo Padre recordó que al final de nuestra existencia, en el juicio personal, "Dios recompensará con el Paraíso, con la vida eterna, a aquellos que han aprovechado sus dones para hacer el bien".
El Papa concluyó afirmando que la Virgen María recibió a Jesús de Dios, "pero no se lo guardó para sí misma, se lo dio al mundo, a su pueblo".
"Aprendamos de ella el temor del Señor, no el miedo. Aprendamos, sobre todo, el amor atento, a ponernos al servicio los unos de los otros. Para que el Señor, a su regreso, nos encuentre así, esforzándonos en hacer fructíferos sus dones", añadió.
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