Hace 5 años el encuentro del Papa con el Patriarca Kiril en Cuba
Vatican News
La Iglesia Ortodoxa y la Iglesia Católica comparten "la tradición espiritual común del primer milenio del cristianismo". Los testigos de esta Tradición son la Santísima Madre de Dios, la Virgen María, y los Santos que veneramos. Y entre ellos hay innumerables mártires que han dado testimonio de su fidelidad a Cristo y se han convertido en "semillas de cristianos".
Hoy se recuerda el V aniversario de la firma de la Declaración Conjunta entre el Santo Padre Francisco y Su Santidad Kiril, Patriarca de Moscú y de Todas las Rusias, para impulsar la fraternidad. El Papa iniciaba entonces su Viaje apostólico a México, que llevó a cabo del 12 al 18 de febrero de 2016 y el encuentro entre ambos se produjo en el Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana, Cuba.
Aquel histórico día el Santo Padre y el Patriarca manifestaron al mundo “con alegría” que se habían “reunido como hermanos en la fe cristiana”, y que se habían encontrado para “hablar de viva voz, de corazón a corazón, y discutir acerca de las relaciones mutuas entre las Iglesias, de los problemas esenciales de nuestros fieles y de las perspectivas de desarrollo de la civilización humana”. Entre otros conceptos que figuran en la Declaración Conjunta destacamos:
Colaboración entre católicos y ortodoxos
Tras manifestar su alegría por el hecho de que la fe cristiana esté creciendo de “manera dinámica” y por el “gran potencial religioso de América Latina, sus tradiciones cristianas multiseculares, forjadas en la experiencia personal de millones de personas, son la base de un gran futuro para esta región”, escribieron en aquella oportunidad:
No sólo palabras sino acciones concretas
Naturalmente, siendo conscientes “de que todavía subsisten muchos obstáculos”, el Papa y el Patriarca manifestaron su esperanza de que este encuentro contribuyera “al restablecimiento de esta unidad querida por Dios, por la que Cristo rezó”. De ahí que hayan escrito:
Al manifestar su determinación de hacer todo lo necesario para superar las diferencias históricas heredadas del pasado, afirmaban su deseo de unir los esfuerzos para dar testimonio del Evangelio de Cristo y del patrimonio común de la Iglesia del primer milenio, “respondiendo juntos a los desafíos del mundo contemporáneo”.
Llamamiento a la comunidad internacional
La atención de ambos líderes religiosos se dirigía ante todo a las regiones del mundo en las que los cristianos son perseguidos, observando con dolor el éxodo masivo de numerosos cristianos en Siria, Irak y otros países de Oriente Medio, la tierra de la fe común:
Restablecimiento de la paz en Oriente Medio
Pedían también por el destino de las personas secuestradas, entre las que se mencionaban a los Metropolitas de Alepo, Pablo y Juan Ibrahim, capturados en abril de 2013, y elevaban sus oraciones “por el restablecimiento de la paz en Oriente Medio, que es fruto de la justicia, para que se fortalezca la convivencia fraterna entre los diversos pueblos, las Iglesias y las religiones allí presentes, por el regreso de los refugiados a sus casas, por la curación de los heridos y el descanso eterno del alma de las víctimas inocentes”.
Diálogo interreligioso indispensable
Asimismo, se inclinaron “ante el martirio de aquellos que con la propia vida han dado testimonio de la verdad del Evangelio, prefiriendo morir antes que apostatar de Cristo”. Y recordaban que “en esta época preocupante es indispensable el diálogo interreligioso”. Mientras al considerar que las diferencias en la comprensión de las verdades religiosas no deben impedir que las personas de distintos credos vivan en paz y armonía, añadían:
Ningún crimen en nombre de Dios
En esta amplia Declaración Conjunta afirmaron “el alto valor de la libertad religiosa” y manifestaron su preocupación por lo que sucede en tantos países, en que los cristianos se encuentran cada vez más ante una restricción de la libertad religiosa, a la vez que declararon que “el proceso de integración europea, que comenzó después de siglos de conflictos sangrientos, fue acogido por muchos con esperanza, como una garantía de paz y seguridad”.
Después de dirigir su mirada a las personas que se encuentran en una situación de gran dificultad, que viven en condiciones de extrema necesidad y de pobreza, mientras las riquezas materiales de la humanidad no dejan de aumentar y ante lo cual no es posible “permanecer indiferentes” frente, también, “al destino de millones de migrantes y refugiados que llaman a la puerta de los países ricos”, concluían con su mirada a la familia como “núcleo natural de la vida humana y de la sociedad”.
Somos hermanos
Y sin olvidar a los demás sectores de la sociedad, comenzando por los jóvenes, recordaban: “No somos competidores sino hermanos; y esto debe orientar todas nuestras acciones recíprocas y hacia el mundo externo”. A la vez que concluían instando a los católicos y a los ortodoxos de todo el mundo “a que aprendan a vivir juntos con paz y amor, y a que tengan los unos para con los otros los mismos sentimientos”. Asimismo, manifestaban su esperanza de que encuentro contribuya “a la reconciliación allí donde hay tensiones entre los greco-católicos y los ortodoxos”, puesto que, en el mundo actual, “multiforme y al mismo tiempo unido por un destino común, los católicos y los ortodoxos están llamados a colaborar fraternalmente en el anuncio de la Buena Nueva de la salvación, a dar juntos testimonio de la dignidad moral y la auténtica libertad humana, para que el mundo crea”.
Con gratitud por el don de la mutua comprensión, concluían la Declaración Conjunta dirigiéndose con esperanza a la Santísima Madre de Dios, para que con su intercesión, “impulse a la fraternidad a todos los que la veneran, para que, en el momento establecido por Dios, se reúnan en paz y armonía en el único pueblo de Dios, para gloria de la Santísima e Indivisible Trinidad”.
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