La espera del Papa: como niños que se preparan para una fiesta
ANDREA TORNIELLI
"Esta visita es como un sueño que se convierte en realidad. Y nosotros somos como niños que se preparan para una fiesta. Del más grande al más más pequeño entre nosotros". Las palabras del cardenal Luis Raphael Sako, patriarca de Babilonia de los Caldeos, confiadas a la agencia Fides, describen simplemente la realidad de un viaje soñado por mucho tiempo por Juan Pablo II y hoy realizado por Francisco. Los rostros felices y agradecidos de quienes esperan al Obispo de Roma documentan que este viaje está desde hace tiempo en el corazón del Papa y en el de los iraquíes, no sólo de los cristianos.
Muchas veces, durante los años de su pontificado, Francisco ha hablado de las comunidades cristianas que sufren en diversas partes del mundo, y su peregrinación a la tierra de Abraham, a pesar de la pandemia y de las preocupaciones por la seguridad, les testimonia la cercanía del Sucesor de Pedro. Pero la suerte de los cristianos en Iraq, así como sus sufrimientos, no deben separarse de aquellos de los pertenecientes a otras confesiones religiosas, en un país donde todos han sufrido las consecuencias de guerras, terrorismo, violencias, divisiones y el abuso del nombre de Dios para justificar el odio.
"Nosotros hemos decorado nuestras iglesias", ha dicho Sako, "pero todos los iraquíes han decorado todas sus ciudades.... Hay banderas del Vaticano y carteles de bienvenida por todas partes, incluso en Nayaf, incluso en Nassiriya... Y en Mosul, la ciudad que se presenta aún con todas sus heridas. Los musulmanes han compuesto canciones para recibir al Papa".
Hay una frase del Ayatolá Ali al Sistani que resalta en los carteles en los que la foto de la máxima autoridad chiíta del país está al lado de la del Papa: "Ustedes son una parte de nosotros, y nosotros somos una parte de ustedes". Otra modo de decir que todos somos hermanos. Las palabras del cardenal que guía la antigua Iglesia caldea ayudan a comprender que la esperanza para el futuro de Iraq no vendrá del fortalecimiento de una comunidad religiosa a expensas de las demás, ni de la creación de "reservas" protegidas y separadas en las que poner a salvo a las llamadas minorías, sino del redescubrimiento de las raíces profundas de una convivencia que coincide con la identidad de un país. Una esperanza que se reanima en Ur, tras las huellas de Abraham: ustedes son parte de nosotros, y nosotros somos parte de ustedes.
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