Misa del Papa: "Hemos sido misericordiados, seamos misericordiosos"
Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano
En el II Domingo de Pascua, Fiesta de la Divina Misericordia, el Papa Francisco presidió la Santa Misa, a las 10:30 (hora local de Roma) en la iglesia "Santo Spirito in Sassia".
La celebración de esta fiesta tiene su origen en las revelaciones privadas de Santa Faustina Kowalska, religiosa polaca que recibió mensajes de Jesús sobre su Divina Misericordia en el pueblo de Plock, Polonia.
Tres dones de la Resurrección
Profundizando sobre el Evangelio del día que relata cómo Jesús resucitado se aparece a los discípulos varias veces y "consuela con paciencia sus corazones desanimados", el Pontífice explicó que ellos, cambian de vida "reanimados por Jesús". En este contexto- continuó Francisco- se lleva a cabo el signo de la misericordia: "Jesús los vuelve a levantar con la misericordia. Y ellos, misericordiados, se vuelven misericordiosos".
El Papa utiliza el término "misericordiado" haciendo referencia a la gracia que colma el espíritu de una persona al recibir el perdón de Dios. Por tanto, para el Santo Padre, los discípulos son misericordiados, ante todo, por medio de tres dones: "Primero Jesús les ofrece la paz, después el Espíritu, y finalmente las llagas".
En este punto, Francisco subrayó que para Dios "ninguno es un incompetente, ninguno es inútil, ninguno está excluido" y recordó que Jesús hoy repite una vez más: “Paz a ti, que eres valioso a mis ojos. Paz a ti, que tienes una misión. Nadie puede realizarla en tu lugar. Eres insustituible. Y Yo creo en ti”.
En segundo lugar -aseveró el Pontífice en su homilía- Jesús "misericordia" a sus amigos dándoles el Espíritu Santo que otorga para la remisión de los pecados (cf. vv. 22-23).
Al respecto, Francisco hizo hincapié en la importancia de comprender que en el centro de la Confesión no estamos nosotros con nuestros pecados, sino Dios con su misericordia: "No nos confesamos para hundirnos, sino para dejarnos levantar. Es el Sacramento de la resurrección, es misericordia pura. Y el que recibe las confesiones debe hacer sentir la dulzura de la misericordia".
Después de la paz que rehabilita y el perdón que realza, el Santo Padre indicó el tercer don con el que Jesús "misericordia" a los discípulos: "ofrecerles sus llagas".
Un solo corazón y una sola alma
De esta manera, habiendo sido "misericordiados" por el Señor, los discípulos se volvieron misericordiosos: "Ahora comparten todo -dijo el Papa- ya que los Hechos de los Apóstoles relatan que nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían en común" (4,32).
"No es comunismo, es cristianismo en estado puro", añadió Francisco, destacando que este hecho es sorprendente si pensamos que esos mismos hombres, poco tiempo antes, "habían discutido sobre recompensas y honores, sobre quién era el más grande entre ellos" (cf. Mc 10,37; Lc 22,24) y ahora comparten todo, tienen "un solo corazón y una sola alma" (Hch 4,32).
¿Yo soy misericordioso con los demás?
Ante la pregunta ¿cómo cambiaron tanto?, el Pontífice puntualizó que vieron en los demás la misma misericordia que había transformado sus vidas: "Descubrieron que tenían en común la misión, el perdón y el Cuerpo de Jesús; compartir los bienes terrenos resultó una consecuencia natural".
Al finalizar su alocución, el Papa invitó a los fieles a preguntarse: “Yo, que tantas veces recibí la paz de Dios, su perdón, su misericordia, ¿soy misericordioso con los demás? Yo, que tantas veces me he alimentado con su Cuerpo, ¿qué hago para dar de comer al pobre? No permanezcamos indiferentes. No vivamos una fe a medias, que recibe pero no da, que acoge el don pero no se hace don. Hemos sido misericordiados, seamos misericordiosos. Porque si el amor termina en nosotros mismos, la fe se seca en un intimismo estéril".
"Pidamos la gracia de convertirnos en testigos de misericordia. Sólo así la fe estará viva. Y la vida unificada. Sólo así anunciaremos el Evangelio de Dios, que es Evangelio de misericordia", concluyó.
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