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El Papa: Europa “enferma de cansancio” vuelva a encontrar el rostro joven de Jesús

"Si los cristianos, más que irradiar la alegría contagiosa del Evangelio, vuelven a proponer esquemas religiosos desgastados, intelectualistas y moralistas, la gente no ve al Buen Pastor": son palabras del Papa en la Santa Misa por la Apertura de la Asamblea Plenaria del Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas en el 50 aniversario de su instauración.

Con una Misa en la Basílica Vaticana el Papa Francisco presidió la apertura del 50 aniversario del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa, reflexionando sobre tres verbos que interpelan a los cristianos y pastores de Europa hoy: reflexionar, reconstruir y ver. La invitación del Señor a reflexionar sobre la propia conducta hecha a su pueblo (Ag 1,5.7), que una vez regresado del exilio se había preocupado de “adecentar sus hogares”, contentándose con quedarse “cómoda y tranquilamente en su casa”, mientras el templo de Dios estaba en ruinas fue el punto de partida de la homilía del Sumo Pontífice.

Personas que abran “el apetito de la fe” y la sed de Dios

Se trata, según el Obispo de Roma, de una invitación a la reflexión que interpela a los cristianos en Europa – incluye a sí mismo en la homilía – que tienen “la tentación de permanecer cómodamente” en las propias estructuras, casas, iglesias, en las seguridades que dan las tradiciones y en la satisfacción de un cierto consenso, mientras “los templos” que están alrededor “se vacían y Jesús es cada vez más olvidado”. Por eso, pensando en las muchas personas que ya “no tienen hambre y sed de Dios”, el Papa explica que a estas personas “les falta alguien que les abra el apetito de la fe y despierte esa sed que hay en el corazón del hombre”: aquellas, dice, que “la dictadura del consumismo, blanda pero sofocante, intenta extinguir”. Y añade: 

Muchas personas son conducidas a sentir sólo necesidades materiales, y no la falta de Dios. Y es cierto que esto nos preocupa, pero, ¿hasta qué punto nos hacemos cargo realmente? Es fácil juzgar al que no cree, es cómodo enumerar los motivos de la secularización, del relativismo y de tantos otros ismos, pero en realidad es estéril. La Palabra de Dios nos lleva a reflexionar sobre nosotros mismos: ¿sentimos afecto y compasión por quienes no han tenido o quizá han perdido la alegría de encontrar a Jesús? ¿Estamos tranquilos porque, después de todo, no nos falta de nada para vivir, o inquietos al ver a tantos hermanos y hermanas lejos de la alegría de Jesús?

El ardor de la gratuidad

Así, Francisco pasa luego al segundo aspecto, aquel del “sabor de la gratuidad”:  es el pedido, en definitiva, que el Señor hace a los habitantes de Jerusalén a través del profeta, cuando les dice: «Comen, pero no quedan saciados; beben, pero no se ponen alegres; se abrigan, pero siguen sintiendo frío» (v. 6). Al pueblo, explica Francisco, que “en definitiva, tenía lo que quería, pero no era feliz”, le faltaba “caridad”, que era la “causa de la infelicidad", puesto que “sólo el amor sacia el corazón”. 

Lo sucedido al pueblo de Jerusalén puede también “ser nuestro problema”, advierte luego el Papa: el focalizarse “en las diversas posiciones que hay en la Iglesia, en los debates, agendas y estrategias”, perdiendo así de vista “el verdadero programa, el del Evangelio”, el "impulso de la caridad y el ardor de la gratuidad”, mientras que, en cambio, no hay otro camino para salir de los problemas y de las cerrazones, asegura, que aquel “del don gratuito”. 

Reconstruir a partir de los cimientos

“’Reconstruyan mi casa’, pide Dios por medio del profeta”. El pueblo reconstruye el templo y “deja de contentarse con un presente tranquilo y trabaja por el futuro”. Así, también “la construcción de la casa común europea – es la indicación del pontífice – necesita dejar las conveniencias de lo inmediato para volver a la amplitud de miras de los padres fundadores, a una visión profética y de conjunto, porque ellos no buscaban los acuerdos del momento, sino que soñaban el futuro de todos”. Algo que “vale también para la Iglesia, casa de Dios”: 

Por desgracia, está de moda el "restauracionismo" del pasado que nos mata, nos mata a todos. (...) Se reconstruye a partir de los cimientos de la Iglesia —la de los orígenes y la de siempre—, de la adoración a Dios y del amor al prójimo, no de los propios gustos particulares.

En el agradecer el “arduo trabajo de reconstrucción” que los pastores “llevan adelante con la gracia de Dios”, el Papa anima a no “ceder nunca por el desaliento y la resignación”. Estamos llamados a una obra maravillosa, - afirma – a trabajar para que su casa sea cada vez más acogedora, para que cada uno pueda entrar y quedarse, para que la Iglesia tenga las puertas abiertas a todos y ninguno tenga la tentación de dedicarse solamente a mirar y cambiar las cerraduras. 

Solamente el Evangelio

Haciendo presente que el pueblo de Israel reconstruyó el templo con sus propias manos, observó cómo también “los grandes renovadores de la fe en el continente” hicieron lo mismo, poniendo “en juego su pequeñez, confiando en Dios”. Francisco piensa en santos como “Martín, Francisco, Domingo, Pío y en los patronos como Benito, Cirilo y Metodio, Brígida, Catalina de Siena y Teresa Benedicta de la Cruz”. Santos que “comenzaron por ellos mismos, por cambiar su propia vida acogiendo la gracia de Dios”. Santos que “no se preocuparon de los tiempos oscuros, de las adversidades y de cualquier tipo de división”, ni “perdieron el tiempo en criticar y culpabilizar”. Ellos “vivieron el Evangelio, sin reparar en la relevancia y en la política” y así, “con la fuerza humilde del amor de Dios, encarnaron su estilo de cercanía, de compasión y ternura, - el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura -; y construyeron monasterios, sanearon tierras, devolvieron el espíritu a las personas y a los pueblos”. 

“Ningún programa "social" entre comillas, solamente el Evangelio. Y así, con el Evangelio, salieron adelante”

Artesanos de comunión

La reconstrucción, señala luego el Pontífice, se lleva a cabo “en el signo de la unidad”, aún con “visiones diferentes”, pues, si se conserva “la gracia del conjunto, el Señor construye también allí donde nosotros no llegamos”.

Es nuestra llamada: ser Iglesia, un solo cuerpo entre nosotros. Es nuestra vocación como pastores: congregar al rebaño, no hacer que se disperse, y mucho menos preservarlo en hermosos recintos cerrados. Reconstruir significa ser artesanos de comunión, tejedores de unidad en todos los ámbitos; no por una estrategia, sino por el Evangelio.

Jesús no se puede “encasillar”

Es el modo, el arriba mencionado por el Papa, de dar a los hermanos y hermanas la “ posibilidad de ver”, el tercer verbo, con el que termina el Evangelio de hoy, con Herodes que trataba de «ver a Jesús» (Lc 9,9). 

Hoy, como entonces, se habla mucho de Jesús. En esos tiempos se decía «que Juan Bautista había resucitado de entre los muertos […], que se había aparecido a Elías, […] que había resucitado alguno de los antiguos profetas» (Lc 9,7-8). Todos ellos apreciaban a Jesús, pero no comprendían su novedad y lo encerraban en esquemas ya conocidos: Juan, Elías, los profetas. Pero Jesús no se puede encasillar en los esquemas de “lo que se rumorea” o “lo que ya se ha visto”.

Jesús tiene una sola pasión: el hombre

“Muchos en Europa piensan que la fe es algo ya visto, que pertenece al pasado”, lamenta el Papa, porque “no han visto a Jesús obrar en sus vidas”, también a causa de que “no lo han visto porque nosotros, - dice - con nuestras vidas, no se los hemos mostrado lo suficiente”: “Dios – afirma en cambio Francisco – se ve en los rostros y en los gestos de hombres y mujeres transformados por su presencia”. 

Si los cristianos, más que irradiar la alegría contagiosa del Evangelio, vuelven a proponer esquemas religiosos desgastados, intelectualistas y moralistas, la gente no ve al Buen Pastor. No reconoce a Aquel que, enamorado de cada una de sus ovejas, las llama por su nombre y las busca para cargarlas sobre sus hombros. No ve a Aquel de quien predicamos la asombrosa Pasión, precisamente porque Él tiene una sola pasión: el hombre. 

 

Europa “enferma de cansancio” vuelva a encontrar el rostro de Jesús 

Y es que “este amor divino, misericordioso y sorprendente” que “es la novedad permanente del Evangelio”, proclama el Santo Padre, exige “de nosotros”, “decisiones sabias y audaces, hechas en nombre de la ternura loca con la que Cristo nos ha salvado”. 

No nos pide demostrar sino mostrar, como lo hicieron los santos; no con palabras, sino con la vida. Requiere oración y pobreza, creatividad y gratuidad. 

Ayudemos a la Europa de hoy, enferma de cansancio, - concluye - a volver a encontrar el rostro siempre joven de Jesús y de su esposa. Para que esta belleza imperecedera se vea, no podemos más que darlo todo y darnos totalmente.

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23 septiembre 2021, 17:37