Los Congresos Eucarísticos y los Papas, breve historia de un gran amor
Benedetta Capelli - Ciudad del Vaticano
La vida nueva nace de la Eucaristía porque "cambia los corazones". El Papa Francisco lo había recordado en su videomensaje en la clausura del Congreso Eucarístico de Cebú (Filipinas) en 2016, el Jubileo de la Misericordia. Había entrelazado su reflexión con la historia de fe de ese país, pero también con las dificultades que habían dejado los desastres naturales. Subrayó que es en el Sagrario donde no se pierde la esperanza porque la Eucaristía nos transforma en hombres nuevos. Nos permite ser solidarios, proteger a los pobres y vulnerables y ser sensibles al clamor de nuestros hermanos y hermanas necesitados. Nos enseña a actuar con integridad y a rechazar la injusticia y la corrupción que envenenan las raíces de la sociedad.
Cebú deja el testigo del Congreso Eucarístico a Budapest. La pandemia ha retrasado un año una cita que se originó en Francia a mediados del siglo XIX. Es una historia, la de los Congresos Eucarísticos, que se entrelaza con los cambios en el mundo, las guerras sobre el terreno y las frías, los muros físicos y los muros que se interponen entre posiciones lejanas y distantes. Queda la constante de una Eucaristía que salva, una Eucaristía que es "el culto de toda la Iglesia", dijo Benedicto XVI en un videomensaje para la conclusión de la 50ª edición del Congreso Eucarístico de Dublín, que "requiere también el pleno compromiso de cada cristiano. Contiene una llamada a ser el pueblo santo de Dios, pero también una llamada a la santidad individual", "nos invita a arrepentirnos de nuestros pecados, pero también -afirmaba- a perdonar a nuestros hermanos; nos une en el Espíritu, pero también nos ordena, en el mismo Espíritu, llevar la buena noticia de la salvación a los demás".
Por segunda vez en Hungría
El Congreso Eucarístico de Budapest, en su 52ª edición, se centra en el tema "Todas mis fuentes están en ti". La primera fue en 1938, un tiempo después de la Primera Guerra Mundial y con el temor del estallido de un nuevo conflicto. El veto de Hitler pesaba sobre el Congreso, prohibiendo la participación de los católicos alemanes, pero el alma cristiana del país había trabajado con dedicación y amor durante cerca de un año: triduos de preparación, procesiones y celebraciones. Aparte de Budapest, en el norte de Hungría -las crónicas de la época lo recogen- los mineros de esa región con sus familias, en unas 800 parroquias, a la vez que continuaban con su duro trabajo, asistían a la Iglesia por la tarde o por la mañana. El Papa Pío XI había enviado como legado al cardenal Pacelli, el futuro Pío XII, que fue testigo de un gran despertar de la fe y del poder vital y perenne de la Eucaristía. Un fuerte eco de aquel Congreso se encuentra también en el actual; el himno de 2020 es, de hecho, una versión actualizada del canto de 1938 que era una invocación a la paz, a la unidad de los pueblos y las naciones. Una canción que se hizo tan popular en Hungría que se entonó en la misa del Papa Francisco el 1 de junio de 2019 en el Santuario de Sumuleu-Ciuc, una zona de Rumanía de origen magiar.
La chispa se enciende en Francia
Fue en 1881, en Lille, cuando nació el primer Congreso Eucarístico, con el título "La Eucaristía cambia el mundo", en la estela de un gran florecimiento del culto a la Eucaristía en Francia y que había dado origen, hacia 1875, a la idea de la Obra de los Congresos Eucarísticos Internacionales. Fue animada sobre todo por la laica Émilie-Marie Tamisier, apoyada y alentada por monseñor Gaston de Ségur. En Lille, donde participaron representantes de ocho países, se decidió dar un carácter permanente al movimiento que llevaría, en los años siguientes, a la organización de otros Congresos Eucarísticos anuales. El alma del segundo encuentro, también en Francia, fue de nuevo Tamisier, que en el pasado había organizado peregrinaciones a santuarios que conservaban huellas de milagros eucarísticos. Por ello, la elección recayó en Aviñón, la "ciudad de los Papas", donde se produjo un importante milagro eucarístico en 1443.
Una dimensión más internacional
En los años siguientes, las Conferencias Eucarísticas se celebraron en Lieja, luego en Friburgo, en París en 1888, el evento adquirió un carácter cada vez más internacional. En 1893, a instancias del Papa León XIII, el acto se celebró también en Jerusalén, porque su intención era pedir a Dios "que reúna en la integridad de la misma fe y que una con nosotros por el vínculo de la caridad perfecta -como escribió el Pontífice al obispo de Amberes- a los pueblos de aquellas regiones que, aunque separados de nosotros, llevan el nombre de cristianos". Para mostrar la importancia dada al evento, el Papa nombró al cardenal Langénieux, arzobispo de Reims, como su legado. El último Congreso Eucarístico del siglo XIX se celebró en Lourdes, en 1899, encomendado a la Santísima Virgen María. Entre los numerosos informes, se destaca también la figura de San Pascual Baylón, proclamado poco antes por León XIII como patrono de los Congresos Eucarísticos internacionales.
En Roma, primera vez del Papa
"Pontífice de la Eucaristía y del catecismo, de la fe íntegra y de la firmeza intrépida": así había definido Pío XII a Giuseppe Melchiore Sarto, Pío X, al que luego canonizaría. Esta definición permite comprender mejor la transición que hicieron los Congresos Eucarísticos tras su elección. En 1905, por primera vez, el evento se celebró en Roma y fue presidido por el mismo Papa, ofreciendo así un renovado prestigio y atención. Pío X invitó a los fieles a acudir a la ciudad para la ocasión, asegurando su presencia en algunos de los actos. Se recuerda su oración ante el Santísimo Sacramento, que despertó gran emoción, y su recomendación de acercarse a la Eucaristía. "Debemos esforzarnos, en la medida en que nuestra pobreza y nuestra miseria lo permitan, por mostrar a Jesucristo nuestra gratitud, nuestro reconocimiento. Y entonces -dijo- el cielo se abrirá sobre nosotros y descenderán la gracia y la misericordia divinas, la paz, la caridad y el bien universal".
Un Congreso en el desierto
Después de Londres, en 1910 el Congreso Eucarístico voló al extranjero y se celebró en Montreal, Canadá. La Primera Guerra Mundial estalló y a partir de 1914 la cita se reanudó en Roma sólo en 1922 con Pío XI. A partir de entonces y hasta la Segunda Guerra Mundial, los Congresos se sucedieron cada dos años, siempre en lugares diferentes: Ámsterdam, Chicago, Sydney, hasta llegar a África, a Cartago en 1930. En aquellos años, la ciudad tunecina estaba bajo protectorado francés, aunque la mayor colonia extranjera que vivía en el país era italiana. Tierra de mártires y grandes testigos de la fe, el legado papal, el cardenal Alexis-Henri-Marie Lépicier, llegó a Túnez en el vapor "Città di Napoli" enarbolando la bandera papal. A algunos les pareció una verdadera apuesta convocar el Congreso Eucarístico en el "desierto" africano, que en cambio resultó ser un momento de gran intensidad espiritual.
De la Statio Urbis a la Statio Orbis
El último Congreso antes de la Segunda Guerra Mundial se celebró en Budapest en 1938. Se retomaron en Barcelona en 1952 y ya no se celebraron cada dos años, sino cada cuatro. Y reanudó, evolucionado en su concepto y actualizado en la práctica, en particular con la cita de Múnich en 1960, una costumbre de la antigua Iglesia de Roma, la de la Statio Urbis, cuando el Papa y el pueblo se unían en la oración en determinadas ocasiones. Ahora, ampliada a escala internacional, lo que evoluciona y se afirma es la Statio Orbis, "una pausa de compromiso y de oración" en la que las Iglesias particulares se unen en comunión con el Papa o su legado en torno al misterio eucarístico, para manifestar y profundizar su fe.
En India y Colombia, la hora de la solidaridad
El Concilio Vaticano II llevó a los Congresos Eucarísticos a abrirse cada vez más a las esperanzas y necesidades de la humanidad. Juan XXIII eligió Bombay como sede del 38º Congreso sobre el tema "Eucaristía y hombre nuevo". Pablo VI fue a la India, profundamente impresionado por la humanidad del pueblo indio, su dignidad y su pobreza. Allí el Papa Montini desembarcó un barco cargado de grano y antes de partir entregó su coche a la Madre Teresa de Calcuta. La India fue también la fuente de su preocupación por las tensiones que sacudían el mundo y de su sincero llamamiento a la construcción de la paz. De Asia a América Latina, Pablo VI participó en el Congreso Eucarístico de Colombia cuatro años después. Era 1968 y soplaban vientos de cambio. En Bogotá, la presencia del Papa marcó el compromiso de la Iglesia de promover una acción de desarrollo espiritual y material. El claro "no" de Pablo VI a la injusticia por un lado y a la violencia por otro, un cambio sin odio y que una a las personas, sin dividirlas, es necesario. Son muchos los gestos en el signo de la caridad en la estela del tema de la Conferencia: "Vinculum charitatis" y llevan a una verdadera atención por los últimos. Al recordar su viaje, Pablo VI recordó que la celebración del misterio eucarístico es "el principio supremo e irrepetible de la efusión fraterna, de la comunión social, factor operativo de la caridad extensiva y unitiva, primer coeficiente de esperanza y de acción para la regeneración del mundo".
El tesoro más bello
Las cuestiones sociales y los valores universales de la familia, la paz y la libertad, junto con la necesidad de una nueva evangelización, están en el centro de los encuentros que tienen lugar entre finales de los años 80 y a lo largo de los 90, en países como Corea del Sur, España o Polonia. Desde el año 2000, los 8 Congresos Eucarísticos Internacionales se han celebrado siempre en diferentes lugares: en Roma en el "Año Santo del Gran Jubileo", en presencia de Juan Pablo II, sobre el tema "Jesucristo, único Salvador del mundo, pan para la vida nueva". El Papa Wojtyla ya había visitado Nairobi, Kenia, en 1985; Seúl, Corea del Sur, en 1989; Sevilla, España, en 1993; y Wroklaw, Polonia, en 1997.
En 2008, Quebec acogió el Congreso Eucarístico sobre el tema: "La Eucaristía: don de Dios para la vida del mundo". El Papa Benedicto XVI pronunció una homilía en directo por televisión en el Palacio Apostólico al final del evento. "La Eucaristía -dijo- es nuestro más bello tesoro. Es el sacramento por excelencia; nos introduce más plenamente en la vida eterna, contiene todos los misterios de nuestra salvación, es la fuente y la cumbre de la acción y la vida de la Iglesia". Es la expresión "por excelencia del amor de Dios" que invita al compromiso, a defender la vida en todo momento, a acoger a los pobres dándoles dignidad. "Desafíos para los que los cristianos deben sacar su fuerza del misterio eucarístico".
Partiendo de nuevo del misterio eucarístico
La 50ª edición del Congreso se celebra en 2012 en Dublín, Irlanda, y tiene como tema "La Eucaristía, comunión con Cristo y entre nosotros". El evento se convirtió en una ocasión de renovación para la Iglesia irlandesa, sacudida por los abusos sexuales perpetrados por clérigos. La colocación de una "piedra curativa", grabada con la oración de una de las víctimas, es una muestra del deseo de pasar página sin olvidar el mal y el dolor causados. Así lo mencionó también Benedicto XVI en su videomensaje al final del Congreso, en el que instó a rezar a Dios "para ser verdaderos testigos de su amor, testigos de su verdad". Su verdad es el amor. El amor de Cristo es la verdad".
El 51º Congreso vuelve a Asia, a Cebú, en Filipinas. El título del evento es "Cristo en ti, esperanza de gloria". La invitación de Francisco, en un videomensaje, es a salir, a abrazar la vocación misionera de la Iglesia, curando los males del mundo con el amor de Dios.
Estamos llamados a llevar el bálsamo del amor misericordioso de Dios a toda la familia humana, curando las heridas, llevando la esperanza allí donde la desesperación parece tener la sartén por el mango.
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