El Papa en Congreso Eucarístico: Jesús nos pregunta, ¿Quién soy para ti?
Ciudad del vaticano
El Papa Francisco preside la mañana del domingo 12 de septiembre en la Plaza de los Héroes y acompañado por más de cien mil fieles, la eucaristía conclusiva del 52º Congreso Eucarístico Internacional, desarrollado en la ciudad de Budapest, Hungría.
Por “una respuesta personal, de vida”
Durante la homilía, Francisco actualizó la pregunta que Jesús hace a sus discípulos en Cesarea de Filipo: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» (Mc 8,29). El Papa resalta que no basta con la admiración por Jesús, sino que hace falta pasar a la “imitación de Jesús” y, de igual manera, dirigiéndose a nosotros, dice el Pontífice: “Pero yo, ¿quién soy de verdad para ti?”. ¿Quién soy para ti? Es una pregunta que, dirigida a cada uno de nosotros, no pide sólo una respuesta correcta, de catecismo, sino una respuesta personal, de vida”.
La renovación del discipulado
El Papa evidencia que el proceso de renovación del discipulado tuvo lugar a través de tres pasos: “el anuncio de Jesús, el discernimiento con Jesús y el camino en pos de Jesús”.
El anuncio de Jesús
A la pregunta: “Pero ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”, respondió Pedro como representante de todo el grupo: «¡Tú eres el Mesías!». Pedro dice todo en pocas palabras, la respuesta es exacta, pero, sorprendentemente, después de este reconocimiento Jesús ordena «que no dijeran nada a nadie de Él» (v. 30). ¿Por qué una prohibición tan categórica?, puntualiza Francisco.
El Papa quiere llamarnos la atención sobre los diferentes mesianismos: “Existe siempre el riesgo de anunciar un falso mesianismo, un mesianismo según los hombres y no según Dios. Por eso, a partir de aquel momento, Jesús comienza a revelar su identidad, su identidad pascual, la que encontramos en la Eucaristía. Explica que su misión se culminaría, ciertamente, en la gloria de la resurrección, pero pasando a través de la humillación de la cruz”.
Francisco nos advierte sobre los posibles efectos desconcertantes del anuncio de Jesús: “También a nosotros nos gustaría un mesías potente en vez de un siervo crucificado. La Eucaristía está ante nosotros para recordarnos quién es Dios. No lo hace con palabras, sino de forma concreta, mostrándonos a Dios como Pan partido, como Amor crucificado y entregado”. Cristo, para darnos vida, muere, subraya el Papa. Este hecho permite llegar al segundo paso hacia la renovación del discipulado.
El discernimiento con Jesús
El Obispo de Roma evidencia que la propuesta de Jesús, que incluye la cruz y el dolor, “el hombre se rebela”. Pedro también lo hace y se escandaliza del camino de Jesús, del cual trata de disuadirlo. Francisco añade: “La cruz no está nunca de moda, ni hoy ni en el pasado”.
En este contexto, el Papa recuerda la lucha interior que vivió Pedro y que posiblemente vivamos cada uno de nosotros: “un áspero conflicto entre el “pensar como piensa Dios” y el “pensar como piensan los hombres”.
¡Qué lejos está Aquel que reina en silencio sobre la cruz, del falso dios que quisiéramos que reinase con la fuerza y redujese al silencio a nuestros enemigos! ¡Qué distinto es Cristo, que se propone sólo con amor, de los mesías potentes y triunfadores, adulados por el mundo! Jesús nos sacude, no se conforma con las declaraciones de fe, nos pide purificar nuestra religiosidad ante su cruz, ante la Eucaristía, dice Francisco.
El Papa nos invita a dejar que Jesús “nos cure de las rigideces y del encerrarnos en nosotros mismos, nos libere de las esclavitudes paralizantes de defender nuestra imagen, nos inspire a seguirlo adonde Él quiera conducirnos”.
El camino en pos de Jesús
El camino cristiano no es una búsqueda del éxito, sino que comienza con un paso hacia atrás, con un descentramiento liberador, con el quitarse uno del centro de la vida. Es entonces cuando Pedro reconoce que el centro no es su Jesús, sino el verdadero Jesús.
El Papa Francisco insiste, caminar en pos de Jesús consiste en “Es ir adelante por la vida con su misma confianza, la de ser hijos amados de Dios. Es recorrer el mismo camino del Maestro, que vino a servir y no a ser servido (cf. Mc 10,45). Es dirigir cada día nuestros pasos al encuentro del hermano. Hacia allí nos lleva la Eucaristía, a sentirnos un solo Cuerpo, a partirnos por los demás”.
Francisco finaliza la homilía insistiendo en que, como san Esteban y Santa Isabel, “no nos contentemos con poco, no nos resignemos a una fe que vive de ritos y de repeticiones, abrámonos a la novedad escandalosa de Dios crucificado y resucitado, Pan partido para dar vida al mundo”.
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