El Papa a las clarisas: lleven sobre sus hombros las penas y pecados de la Iglesia
Amedeo Lomonaco - Ciudad del Vaticano
"¡Tengo miedo de que el Señor pase y no le reconozca!". Esta frase de San Agustín es la premisa del discurso que ha pronunciado esta mañana el Papa Francisco a las clarisas en el Monasterio de Santa Clara de Asís, antes del encuentro de oración en la Basílica de Santa María de los Ángeles con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres. El Pontífice instó a las religiosas a ser contemplativas atentas. "La atención", explicó, "no es la de quien mira por la ventana lo que ocurre durante el día: una mente que piensa bien "no pierde el tiempo en pensamientos por charlar". Para estar atentos al Señor, hay que tener "un corazón sereno" y volver con la memoria al momento de la vocación, a "lo que el corazón sentía en ese momento": "la alegría de seguir a Jesús, de acompañarlo". A continuación, el Papa invitó a plantearse preguntas cruciales que están relacionadas precisamente con el tiempo de la vocación.
¿Por qué fui llamado? ¿Para hacer carrera? ¿Para llegar a ese lugar, a ese otro lugar? No: para amar y dejarme amar.
Interceder por la Iglesia
A la serenidad de la mente hay que añadir también la de las manos, que deben moverse no sólo para rezar, sino también "para trabajar". Al detenerse en este punto, Francisco recordó lo que San Pablo escribió en su carta a los Tesalonicenses: "Quien no trabaja, que no coma. Cuando la mente, el corazón y las manos hacen lo que deben, el balance de las personas consagradas "está lleno de amor y pasión". Y es fácil darse cuenta "cuando el Señor pasa, y no dejarlo pasar sin escuchar lo que quiere decir". Su trabajo, dijo Francisco, es este:
Lleven sobre sus hombros los problemas de la Iglesia, los dolores de la Iglesia y también -me atrevo a decir- los pecados de la Iglesia, nuestros pecados, los pecados de los obispos, somos obispos pecadores, todos nosotros; los pecados de los sacerdotes; los pecados de las almas consagradas... Y llévenlos ante el Señor: 'Son pecadores, pero déjalo, perdónalos', siempre con la intercesión por la Iglesia.
No dejarse corromper por el pecado
El peligro, añadió, no está en ser pecadores, sino en dejarse corromper por el pecado: "el corrupto es incapaz de pedir perdón". El camino de esta corrupción, que lleva a ver el pecado como "una actitud normal", sólo tiene "un billete de ida, apenas de vuelta". La vida de los pecadores, en cambio, "siente la necesidad de pedir perdón": esta "necesidad de pedir perdón" no debe perderse nunca. El Pontífice instó a los religiosos a rezar para que "la Iglesia no se corrompa". Las monjas, sacerdotes y obispos corruptos son de "muy alta calidad", porque -dijo, citando un refrán- "Corruptio optimi pessima", es decir, "la corrupción de los más buenos es muy mala, es la peor". En cambio, es necesario tener siempre "la humildad de sentirse pecador, porque el Señor siempre perdona, mira para otro lado. Lo perdona todo".
No dejar de pedir perdón
Francisco recordó entonces las palabras de un confesor capuchino de 94 años en Buenos Aires. Todavía hoy, hay mucha gente en su confesionario: "hombres, mujeres, niños, jóvenes, trabajadores, sacerdotes, obispos, monjas, todo, todo el rebaño del pueblo de Dios va a confesarse con él porque es un buen confesor". Un día, este religioso había ido al episcopado y le había dicho al futuro Pontífice: "A veces me siento mal porque perdono demasiado". "Voy a la capilla, miro el tabernáculo: 'Señor, perdóname, he perdonado demasiado'. Pero en un momento dado me despierto: "Pero atención: ¡porque fuiste tú quien me dio el mal ejemplo!". Recordando estas palabras del sacerdote, el Papa subrayó que Dios "sólo pide nuestra humildad para pedir perdón".
Recen para que los sacerdotes sean pastores y no jefes de oficina
Francisco dirigió entonces una exhortación especial a las clarisas: " Piensen en la Iglesia. Piensen en los ancianos, en los abuelos, que a menudo son material de descarte".
Piensen en las familias, cuántas veces las madres y los padres tienen que trabajar para llegar a fin de mes, para tener comida. Recen por las familias para que sepan educar bien a sus hijos. Piensen en los niños, en los jóvenes y en las muchas amenazas de la mundanidad que tanto daño hacen. Y recen por la Iglesia. Piensen en las monjas, en las mujeres consagradas como ustedes, en las que deben trabajar en las escuelas y en los hospitales. Piensen en los sacerdotes. Teresina entró en el Carmelo para rezar por los sacerdotes: necesitamos, lo necesitamos.
"Recen -concluyó el Papa- para que sepamos ser pastores y no jefes de oficina: para que los sacerdotes sean obispos, sacerdotes, tengan esta pastoral, para ser pastores.
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