El Papa en Chipre: Cerrazones y prejuicios levantan muros e impiden el encuentro
Alina Tufani- Ciudad del Vaticano
“Ustedes no son forasteros, sino conciudadanos”. Esta frase del Apóstol Pablo a los cristianos de Éfeso inspiró el discurso del Papa Francisco a los migrantes reunidos en la Iglesia franciscana de la Santa Cruz en Nicosia. Un encuentro ecuménico que abrió con los testimonios de varios jóvenes migrantes provenientes de África, Medio Oriente y Asia, historias que ya el Papa conocía, pues las había recibido con anticipación y que lo habían “emocionado mucho”, lo habían, como hoy “conmovido”.
Las cosas como son
Cuando ya había respondido en su discurso a las palabras de sus interlocutores, cuando ya había conminado a todos los cristianos presentes a seguir el único camino posible de la unidad en el amor de Dios, el Papa, pidiendo “disculpas, por decir las cosas como son”, dio peso a esas palabras con las que inició su discurso, “emocionado y conmovido”, hacia los migrantes presentes en la celebración.
“Escuchándote, mirándote a la cara, el recuerdo va más allá, va al sufrimiento. Has llegado aquí, pero ¿cuántos de tus hermanos y hermanas quedan en el camino? ¿Cuántas personas desesperadas inician su viaje en condiciones muy difíciles, incluso precarias, y no han podido llegar? Podemos hablar de este mar que se ha convertido en un gran cementerio. Mirándote, miro los sufrimientos del viaje, tantos que han sido secuestrados, vendidos, explotados, todavía están en camino, no sabemos hacia dónde. Pero es la historia de una esclavitud, una esclavitud universal”.
Una grave enfermedad
En una dolorosa enumeración de noticias que diariamente hablan del sufrimiento de migrantes, desplazados y refugiados, el Papa exhortó a no “acostumbrarse” a leer estas tragedias en los periódicos o escucharlas en otros medios, porque sería caer en una grave enfermedad.
“Mirándote, pienso en muchos que tuvieron que volver porque los rechazaron y terminaron en campos de concentración, verdaderos campos de concentración, donde las mujeres son vendidas, los hombres torturados, esclavizados”, dijo el Pontífice, al recordar que no son solo los esclavos del pasado, “los de los nazis, los de Stalin” sino lo de hoy: ¡Está sucediendo hoy, en las costas cercanas! Puentes de esclavitud. “Es la guerra de este momento, es el sufrimiento de hermanos y hermanas que no podemos callar”, añadió el Papa. “No podemos quedarnos callados y mirar para otro lado, en esta cultura de la indiferencia”.
El sueño de Dios
La celebración ecuménica que comenzó con el saludo del Patriarca de los Latinos de Jerusalén y de las palabras de una representante de Cáritas Chipre, dieron paso a las historias de estos cuatro jóvenes migrantes a quienes el Papa respondió personalmente, pues sus testimonios son “como un espejo”, no sólo para los numerosos migrantes que en los últimos años han llegado a Chipre, sino también para las comunidades cristianas llamadas a cumplir el sueño de Dios.
Al destacar la actualidad de las palabras de San Pablo cuando dice: “Ustedes ya no son extraños ni forasteros, sino conciudadanos.”, el Papa afirmó que en ellas se cumple la “profecía de la Iglesia”, la de una comunidad que “encarna —con todos los límites humanos— el sueño de Dios”. “Como tú - le confirmó el Papa a Marianie, de la República democrática de Congo - Dios sueña un mundo de paz, en el que sus hijos viven como hermanos y hermanas. Somos nosotros que no lo queremos”.
No somos números
En cambio, a Thamara, de Sri Lanka, que a menudo cuando le preguntan “quién es” se siente como un número más, un caso más, el Pontífice reconoció que lamentablemente con esa pregunta “lo que se quiere decir es: “¿De qué parte estás? ¿A qué grupo perteneces?”
"La brutalidad de la migración pone en peligro la identidad de uno", es decir, enfatizó el Pontífice, hace que la persona se pregunte quién es y dónde están sus raíces. “No somos números ni individuos que haya que catalogar – subrayó Francisco - somos ‘hermanos’, ‘amigos’, ‘creyentes’ y ‘prójimos’ los unos de los otros”. Y añadió que cuando los intereses de grupo o los intereses políticos, incluso de las naciones, presionan , tienden también a esclavizar sin que nos demos cuenta: "El amor -dijo - que es amplio, que es contrario al odio, el amor nos hace libres.
El odio que intoxica
A Maccolins, un joven de Camerún que se dice “herido por el odio” a lo largo de su vida, el Santo Padre recuerdó que el odio ha contaminado también las relaciones entre los cristianos, lo que ha dejado una “marca profunda” que dura mucho tiempo. El odio, dijo el Papa, “es un veneno del que resulta difícil desintoxicarse, es una mentalidad distorsionada que, en vez de hacer que nos reconozcamos hermanos, lleva a que nos veamos como adversarios, como rivales.
El muro de los prejuicios
Al responder el testimonio de Rozh, un joven de Irak que al contar el largo recorrido que lo llevó hasta Chipre, dijo ser “una persona en camino”, Francisco enfatizó que también la comunidad de cristianos es “una comunidad en camino”, que como la suya está hecha de “subidas y bajadas”, que no deben asustar “No nos deben asustar las diferencias entre nosotros, sino más bien, nuestras cerrazones y nuestros prejuicios, que impiden que nos encontremos realmente y que caminemos juntos. Las cerrazones y los prejuicios vuelven a construir entre nosotros ese muro de separación que Cristo ha derribado, es decir, la enemistad.
Avanzar en la unidad
El Papa durante el encuentro ecuménico habló sobre la necesidad de avanzar hacia la unidad de los cristianos con la mirada fija en Dios que “es una nuestra paz” y nuestra “piedra principal”. Recordó que Jesús viene a nuestro encuentro “en el rostro del hermano marginado y descartado, en el rostro del migrante despreciado, rechazado y oprimido”, pero también en el “rostro del migrante que está en camino hacia algo, hacia una esperanza, hacia una convivencia más humana”. El Papa puntualizó nuevamente que "Dios habla a través de los sueños" de esos migrantes, de esos jóvenes.
“Nos llama a no resignarnos a vivir en un mundo dividido, en comunidades cristianas divididas, sino a caminar en la historia atraídos por el sueño de Dios, que es una humanidad sin muros de separación, liberada de la enemistad, sin más forasteros sino sólo conciudadanos. Diferentes, es verdad, y orgullosos de nuestras peculiaridades, que son un don de Dios, pero conciudadanos reconciliados.
Chipre taller de fraternidad
En esta última cita del Papa en Chipre, antes de su partida, mañana, sábado, hacia Grecia, el Santo Padre deseó que “esta isla, marcada por una dolorosa división, pueda convertirse con la gracia de Dios en taller de fraternidad”. En este contexto, agradeció a quienes trabajan con los migrantes, sobre todo, al reconocer la generosidad de una isla que no lo puede hacer todo, ya que el número de personas que llegan es mayor que su capacidad para entrar, integrarse, acompañar, promocionar. Y por ello, advirtió que lo podrá hacer bajo dos condiciones; con el reconocimiento “efectivo” de la dignidad de cada persona humana, y con “la apertura confiada a Dios, Padre de todos.
“Con estas condiciones es posible que el sueño se traduzca en un viaje cotidiano, hecho de pasos concretos que van del conflicto a la comunión, del odio al amor. Un camino paciente que, día tras día, nos hace entrar en la tierra que Dios ha preparado para nosotros, la tierra donde, si te preguntan: “¿Quién eres?”, puedes responder a cara descubierta: “Soy tu hermano”, concluyó el Pontífice
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí