El Papa: María nos muestra a su Hijo que es la esperanza que no defrauda
Alina Tufani – Ciudad del Vaticano
Estupor es la palabra que marcó la homilía del Papa Francisco, esta tarde, en la celebración de las primeras vísperas de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios, en la Basílica de San Pedro, que concluyó con el tradicional himno de acción de gracias, Te deum. Un estupor ante el misterio de la Encarnación que lleva a la confianza y a la gratitud por Dios que se hizo hombre para habitar con nosotros y que se convirtió en el primogénito entre muchos hermanos, para conducirnos, “perdidos y dispersos, de vuelta a la casa del Padre”. Porque sin el estupor, afirmó el Papa, no podríamos captar el centro del misterio del nacimiento de Cristo.
María la más grande porque es la más humilde
El Santo Padre recordó que el estupor de María ante el misterio del nacimiento de Cristo - “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”-, no tiene rastros de “romanticismo, cursilería o espiritualismo”, porque la Madre, la primera y más grande testigo, la “más grande porque es la más humilde, nos devuelve a la realidad, a la verdad de la Navidad.
El estupor de la Iglesia está lleno de gratitud
Francisco subrayó que “el estupor de María, el estupor de la Iglesia está lleno de gratitud”, porque al contemplar a su Hijo, la Madre siente “la cercanía de Dios”, que no ha abandonado a su pueblo, que es “Dios-con-nosotros”.
Gracias a Dios prevalece la responsabilidad solidaria
La pandemia y sus consecuencias no podía dejar de estar presente en la homilía del Papa que, si bien reconoció que el impulso inicial en el mundo entero fue el de la solidaridad, también advirtió sobre el desconcierto generalizado que llevó por momentos a caer en la tentación del “sálvese quien pueda”. No obstante, el Santo Padre pidió dar “gracias a Dios” porque el mundo nuevamente ha reaccionado con un gran sentido de responsabilidad.
La belleza de una ciudad no es “fachada” sino acogida
El Obispo de Roma tuvo palabras de aliento para la ciudad eterna, “maravillosa, que no deja de encantar”, con una historia y una cultura que hace que “todo el mundo se siente como en casa”, pero al mismo tiempo puso de relieve que es una ciudad “agotadora” y que a veces “descarta”.
Una ciudad acogedora y fraternal -advirtió el Pontífice- no se reconoce por su ‘fachada’, por los buenos discursos, por los eventos rimbombantes, sino por su atención a los más frágiles y vulnerables, a las familias que sienten el peso de la crisis, a las personas con discapacidades graves y sus familias, a los que viven en las periferias, y a los que han caído en desgracia y necesitan ayuda y servicios sociales. De allí su invitación a los romanos y habitantes de Roma a que todo el mundo se sorprenda al descubrir en ella una belleza "coherente" y que inspire gratitud.
Confianza y esperanza
Al concluir su homilía, Francisco recordó que María nos muestra al Niño, nos llama a seguirlo con confianza porque "Él es el Camino”, porque “da plenitud al tiempo, da sentido a las acciones y a los días”.
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