Francisco: No fingir ante los signos que exigen renovación en la vida consagrada
Alina Tufani- Ciudad del Vaticano
Tres preguntas resonaron en la Basílica de San Pedro, cuando el Papa, hoy, en su homilía de la celebración en la Jornada Mundial de Oración por la Vida Consagrada, interpeló a fieles y consagrados: por quién nos dejamos inspirar, por el Espíritu Santo o por el espíritu del mundo; qué amor nos impulsa, el del Espíritu Santo o la pasión del momento; qué ven nuestros ojos y a quién estrechamos en nuestros brazos, al Señor o a nuestras circunstancias y aspiraciones. Respuestas que para el Santo Padre tienen que llevar a la vida consagrada y a todos los creyentes a una renovación del entusiasmo, a la acción, a una visión renovada y, aunque entre dificultades y cansancios, a tomar “en brazos a Jesús”, para colocarlo “de nuevo a Él en el centro” y seguir adelante con alegría.
Con el sugestivo rito de la Bendición de las candelas, tradición antigua de la Iglesia en el día de la Presentación de Jesús en el Templo, Francisco abrió la procesión de entrada en una basílica en penumbras que con el canto del Gloria se iluminó como nuestras vidas con la llegada del Jesús, Padre de la luz y de vida. También hoy, la Ecclesiastica Communio concedida por el Sumo Pontífice a Su Beatitud Raphaël Bedros XXI, Patriarca de Cilicia de los Armenios expresada en las especies sagradas, juntos compartidas, y que confirman la comunión con el Papa y la Iglesia de Roma.
El virus del narcisismo o la obsesión de protagonismo.
A la luz de los pasos cumplidos por Simeón que junto a Ana llevan al templo a Jesús, el Papa conduce su homilía comenzando por lo que los “mueve” a llegar hasta allí, es decir, el Espíritu Santo que “inflama el corazón de Simeón con el deseo de Dios”. Así actúa el Espíritu Santo, afirmó el Papa, “nos hace capaces de percibir la presencia de Dios y su obra no en las cosas grandes, tampoco en las apariencias llamativas ni en las demostraciones de fuerza, sino en la pequeñez y en la fragilidad”.
Como las “mociones espirituales”, advirtió el Papa, que inspiran a los consagrados a discernir si los sentimientos de su alma provienen o no del Espíritu Santo, a veces se corre el riesgo de concebir la propia consagración “en términos de resultados, de metas y de éxito". En lugar de ir hacia la pequeñez como quiere el Espíritu, de preguntarse qué amor los impulsa y qué los mueve, se va en busca de “espacios, de notoriedad, de números”.
Cristo es el milagro de la fe que abre los ojos
Tras invitar a examinar las “motivaciones interiores” y las “mociones espirituales” necesarias para la renovación de la vida consagrada, el Santo Padre se interrogó si somos capaces como Simeón de reconocer con nuestros ojos a Cristo. Ese “gran milagro de la fe: que abre los ojos, trasforma la mirada y cambia la perspectiva”.
La escasez de vocaciones exige renovación
Una mirada que no es ingenuidad o huir de la realidad y los problemas, reafirmó Francisco, es saber “ver dentro” y “ver más allá”, que no de “detiene en las apariencias, sino que sabe entrar también en las fisuras de la fragilidad". Como la de muchos “consagrados y consagradas mayores que con mirada radiante continúan a sonreír, dando esperanza a los jóvenes”. Una visión renovada es lo que necesita la vida consagrada, dijo el Pontífice en su homilía, no “fingir” ante los signos que el “Señor no deja de darnos” y continuar "como si nada".
Abrazar a Jesús es el centro de la fe
Luego de invitar a no desaprovechar el presente mirando al pasado y pedirle al Señor la capacidad de discernir el camino, el Papa recordó cómo Simeón estrechó a Jesús en sus brazos: “Dios ha puesto a su Hijo en nuestros brazos porque acoger a Jesús es lo esencial, es el centro de la fe. Porque a veces, recordó el Pontífice nos “perdernos y dispersarnos en mil cosas”, secundarias, olvidando que el centro de todo es Cristo. Y concluyó:
Papa Francisco, cuenta con nosotros
Al concluir la celebración, el cardenal João Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, se refirió a las muchas dificultades que atraviesa la vida consagrada, como la del abandono de varios religiosos, que han sido llamados por el Señor, pero que no continuado a seguirlo. En este sentido, consideró que el camino sinodal, la escucha recíproca y de todo el pueblo de Dios, será una bendición y una alegría para caminar con alegría como miembros de una sola familia. Y concluyó: “Papa Francisco, cuenta con nosotros. Cuenta con la vida consagrada”.
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