Francisco: La compasión transforma la vida de las personas y las comunidades
Papa Francisco
«Las historias que contamos y re-contamos y que transmitimos los unos a los otros son tiendas bajo las cuales reunirse, estandartes para seguir en la batalla, cuerdas indestructibles para conectar a los vivos y los muertos, y el entretejido de estas vastas tramas a través de los siglos y las culturas nos une con fuerza unos a otros y a la historia, guiándonos a través de las generaciones». Así escribe Donna Tartt después de haber leído este volumen que recoge las reflexiones de 44 escritores, artistas, teólogos y periodistas sobre el tema del relato. La novelista estadounidense capta con agudeza uno de los puntos en los que convergen muchos de los autores de este libro: el relato como “tejido”, hecho de “cuerdas indestructibles” que conecta todo y a todos, presente y pasado, y permite abrirse hacia al futuro con sentimientos de confianza y de esperanza. Este aspecto del textum (en latín para indicar tejido, de donde procede el español texto) estuvo en el centro de mi Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones del año 2020 que fue como la chispa que generó todas las demás reflexiones aquí recogidas. De hecho, desde febrero a octubre de 2020, en las páginas de L’Osservatore Romano, fueron publicados estos textos “provocados” por la lectura de mi Mensaje. Luego se me pidió que agregara una conclusión final para terminar esta rica y hermosa serie que ya había leído con gran placer a medida que se desarrollaba a lo largo de los meses. Por lo tanto, acepté con gusto, siempre que no se considere “final” un poco porque, como dice Frodo, el protagonista de El Señor de los Anillos de Tolkien, «los relatos nunca terminan» y luego porque un aspecto muy hermoso de este libro es precisamente el sentido de apertura, de circularidad, de diálogo.
Antes de volver al tema del “contenido”, me gustaría detenerme brevemente en el “método” de este volumen: al principio hay un mensaje que se lanza; este mensaje se comparte y se ofrece a la atención de algunas personas que se dejan cuestionar y enriquecen ese mensaje con su aportación; el autor del mensaje lee todas estas contribuciones y relanza una nueva reflexión más rica que la inicial gracias a la aportación de todos; finalmente, el lector de este libro entrará en este diálogo y lo continuará en su vida diaria. Aquí están las “tiendas bajo las cuales reunirse” de las que habla Tartt, aquí está el entretejido que “nos une con fuerza” incluso a través de las generaciones.
Todo esto dice mucho. Y dice en particular que en las historias lo que cuenta obviamente es el decir, pero quizás aún más escuchar. Este libro es el resumen de un diálogo que no termina en la última página y, como diálogo, tiene su corazón en la escucha. También silencioso. En estas páginas sobre el relato se siente con fuerza la presencia del silencio. Desde este punto de vista es importante que también haya un ensayo, me refiero al texto “Tú hablas también cuando cayas” de Massimo Grilli, dedicado directamente al silencio. Casi un contrapunto, un contraste, tan esencial como el tema principal interpretado por el resto de la orquesta. Palabra y silencio, juntos.
Y aquí quiero volver a los aspectos de contenido para destacar, entre los muchos posibles (la colección es preciosa precisamente por la libertad y variedad de enfoques y puntos de vista), tres temas que me parecen los más recurrentes: el primero ya lo he subrayado, el contar historias como “tejer”; el segundo se esconde dentro de la referencia al silencio, y es el tema del “misterio”, el tercero es el tema de la “compasión”.
Sobre el primero, como ya he dicho, el tejer, es quizás el aspecto en el que se centran la mayoría de los autores, algunos enfatizando el papel de la mujer, como por ejemplo Marcelo Figueroa, otros destacando la “ductilidad” del tejido de historias «capaces de acoger en sí situaciones siempre nuevas y destinatarios siempre nuevos» (J.P.Sonnet), mientras que otros como Antonella Lumini se detienen en la consistencia “magmática” de las historias que sin embargo “existen”, tienen una “capacidad” y una tendencia, «como las aguas en el nacimiento de un río que luego desemboca en el mar».
El tema del misterio, declinado como sentido del límite pero también como “magia” que interviene en el momento de la inspiración poética, está presente desde el primer texto, el del arquitecto Renzo Piano para quien «los seres humanos estamos todos unidos por esta conciencia de un misterio que nos sobrevuela, nos supera. Esto también tiene que ver con la poesía». «Lo que no sé, lo sé cantar» recita una canción del cantautor romano Francesco De Gregori entrevistado en la recopilación, y los artistas, añade Judith Thurman, con profunda intuición, «deben escribir no tanto sobre lo que saben, sino sobre lo que no sabían que sabían hasta que lo rescataron de la oscuridad».
El sentido del misterio abre a lo trascendente, hacia una dimensión inconfundiblemente espiritual, religiosa. Donna Tartt observa que «quizás, más propiamente, las historias son tela para velas que izamos para capturar un soplo de lo divino. Los pensamientos de otras personas adquieren una vida extraña en nosotros, y por eso la literatura es el arte más espiritual de todos y ciertamente el más transformador. Como ninguna otra forma de comunicar, una historia puede cambiar nuestra forma de pensar, en el bien o en el mal [...] las culturas antiguas y modernas siempre han considerado que las historias son mágicas, - y peligrosas - por una razón: porque se puede escuchar una historia y, al final, ser una persona totalmente diferente».
Y esto lleva al tercer aspecto, la compasión, también presente en varios textos recogidos en el volumen. En particular, la escritora Marylinne Robinson, recordando las historias y las canciones que le leía su madre, reflexiona sobre la compasión que en su sentido más amplio es según ella «en la vida del alma, el equivalente humano de la gracia divina» y luego añade que: «la historia demuestra cuán importantes son las narraciones para las comunidades». La literatura, por tanto, está ligada a la compasión y esto conduce a la transformación que se produce en toda experiencia de escritura y lectura, y se produce de forma ambigua, ambivalente y, por tanto, arriesgada: el relato también puede desprender una fuerza negativa, manipuladora, destructiva.
La compasión, como repito a menudo en mis discursos, es una de las tres características del estilo de Dios, junto con la cercanía y la ternura. Se trata, pues, de una fuerza poderosa, y no puede reducirse sólo a un aspecto interior, íntimo, porque también posee una dimensión evidentemente pública, social, de manera que el relato se revela como una fuerza de la memoria, por tanto, custodia del pasado, pero también, precisamente por esto, levadura de transformación para el futuro. La compasión encuentra el icono más representativo en la figura del Buen Samaritano narrada en el capítulo 10 del Evangelio de Lucas. Este hombre se compadece del hombre herido y le ofrece no sólo cuidados y curaciones sino con estos también otro relato de su vida que con su gesto ha “redimido de la oscuridad”. La compasión transforma la vida de los dos protagonistas, y esto vale para cada persona y para cada comunidad.
Esta dimensión si queremos “política” de la narración también está muy presente en los 44 textos del libro. Pienso en la reflexión de Alessandro Zaccuri que habla de Jesús como el “Mesías narrador”, aparentemente desarmado, pero en realidad dotado del arma poderosa del relato. Así como el novelista irlandés Collum McCann ve en la narración «uno de los medios más poderosos que tenemos para cambiar nuestro mundo. […] La narración es nuestra gran democracia. Es eso a lo que todos tenemos acceso. Contamos nuestras historias porque necesitamos ser escuchados. Y escuchamos historias porque necesitamos pertenecer. La narrativa traspasa fronteras. Cruza los confines. Rompe los estereotipos. Y nos da acceso al pleno florecimiento del corazón humano». A lo que alude McCann es a la conclusión a la que llega Daniel Mendelsohn cuando afirma que «La palabra es un puente […] a través del relato podemos reducir la distancia que nos separa y creo que esto es hoy más necesario que nunca». Mendelsohn hace referencia al momento en que se escribieron estos textos, su contribución es de abril de 2020, e indica una referencia literaria precisa: el Decamerón de Boccaccio, ambientado en época de peste. También este libro con sus 44 textos fue compuesto en tiempos de pandemia y se siente la importancia, la urgencia de volver a la actividad más antigua y más humana: el arte de contar historias, es decir, de construir puentes que puedan «conectar los vivos a los muertos» para guiarnos, a través de los siglos y las generaciones, hacia un futuro para construir, tejer, juntos.
Ciudad del Vaticano, 20 de marzo 2021
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