El Papa a Maestras Pías: educar es transmitir la vida, es vivir una misión
Renato Martinez – Ciudad del Vaticano
“Santa Lucia, así transmitía a los demás lo que guardaba en su corazón: no sermones, no teorías, sino contenido y vida, contenidos de vida. Su misión como educadora no era diferente de su experiencia mística”, lo dijo el Papa Francisco en su discurso a los peregrinos del Pontificio Instituto de las Maestras Pías Filipenses y de las diócesis italianas de Viterbo y Civitavecchia-Tarquinia, a quienes recibió en audiencia la mañana de este sábado, 14 de mayo, en el Aula Pablo VI del Vaticano.
El Año Jubilar un momento de gracia
Al saludar a los peregrinos, los Obispos y sacerdotes, los Alcaldes y demás Autoridades, y en especial, a los niños de la Primera Comunión, el Santo Padre compartió su alegría por el 350 aniversario del nacimiento de Santa Lucía Filippini. “Este Año Jubilar es un momento precioso para cada uno de ustedes – precisó el Pontífice – es como volver a la fuente para sacar nuevas energías para el futuro; pero también es una oportunidad para dar gracias al Señor y pedirle que seamos canales de esa misma gracia que Santa Lucía acogió y distribuyó generosamente a tantas personas”.
“No se enseña lo que se sabe, sino lo que se es”
En este contexto, el Papa Francisco les propuso dos breves reflexiones: una dirigida al Instituto de las Maestras Pías Filipenses; la otra para todos los devotos de Santa Lucía. Al dirigirse a las Maestras Pías, el Santo Padre recordó que, las religiosas tienen una misión exigente, el ser Maestras. “Un proverbio dice, que no se enseña lo que se sabe, sino lo que se es. Transmitimos a los demás lo que somos por dentro. No basta con llenar la cabeza de ideas, eso no es educar; educar es transmitir la vida. Y ser maestros es vivir una misión. En cambio, si hacemos buenos discursos, pero la vida va en otra dirección, corremos el riesgo de ser sólo actores que interpretan un papel”.
Santa Lucia transmitía lo que guardaba en su corazón
En este sentido, el Pontífice señaló que, el ejemplo de su Fundadora puede ayudarles a vivir esta misión. “Santa Lucía suele ser representada con el Crucifijo en la mano o en el acto de señalarlo. Supo enseñar a tantos, en primer lugar, porque ella misma nunca dejó de ser discípula de Jesús Maestro y de estar ante su cátedra, la cruz. Tenía a Dios que da la vida ante sus ojos y se sentía llamada a hacer de la vida un don. Así transmitía a los demás lo que guardaba en su corazón: no sermones, no teorías, sino contenido y vida, contenidos de vida. Su misión como educadora no era diferente de su experiencia mística”.
Vivir la consagración como una llamada al servicio
A las Hermanas el Papa Francisco también les dio un consejo ante las dificultades de la vida religiosa, de la falta de vocaciones: “no estamos llamados en primer lugar a ‘poner a Jesús en el centro’, como si fuéramos los protagonistas; estamos llamados en primer lugar a quitarnos del centro, que es el suyo. Vivir la consagración como una llamada al servicio. Esto es lo que permite a Jesús obrar en nosotros como quiere y enseñarnos a superar la resignación y la nostalgia, a leer nuestra compleja época, a emprender con valentía caminos nuevos al ritmo de los tiempos”. Les hará bien recordar la imagen de Santa Lucía con el Crucifijo en la mano: no para nosotros, sino para Él es el centro; y seremos buenos maestros si seguimos siendo discípulos, llamados cada día a servir, con alegría.
“Dios no puede dejar de ser mi padre”
Un segundo pensamiento, el Santo Padre lo dirigió a todos los que celebran Santa Lucía Filippini. “Esta mujer tenía un secreto: vivía con una constante confianza en Dios, porque Ella, decía, 'no puede dejar de ser mi padre'. Me gustaría repetirles estas palabras: No puede dejar de ser mi padre. A menudo, en la vida, nos preocupamos porque tenemos que dejar muchas cosas atrás: algunas seguridades, los años de juventud, un poco de salud, tal vez los seres queridos... Pues bien, si en la vida hay personas y cosas que tarde o temprano tenemos que dejar atrás, hay una presencia que nunca nos abandonará, una certeza fundamental que siempre nos acompañará y que nada ni nadie podrá borrar: Dios no puede dejar de ser mi padre”.
Guardemos en nuestro corazón esta buena noticia, que alimenta la confianza. Deseo que puedan anunciarlo a los que conozcan, para reavivar la esperanza en ellos también. Hay tanta necesidad hoy en día; es una misión que nos concierne a cada uno de nosotros.
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