Village de François: un hospital de campaña para los que sufren
Patricia Ynestroza, Ciudad del Vaticano
El Santo Padre reunido la mañana del 14 de mayo con los miembros Villa de François, recordó cuando el fundador del proyecto, Étienne Villemain, le habló sobre esta iniciativa y que, entonces, no pudo evitar decirle que no sabía "lo que el Espíritu Santo pudiera inspirar... Y ahora”, señaló, "me alegra ver que el proyecto sigue adelante".
Una Iglesia como hospital de campaña
La Villa o la Aldea de Francois (Francisco) la definió el Papa como un lugar eclesial que se sale del marco habitual, que propone otra cosa; es la Iglesia como "hospital de campaña", preocupada más por los que sufren, añadió el Santo Padre, que por defender sus propios intereses, asumiendo el riesgo de la novedad para ser más fiel al Evangelio.
La definición del mundo como una "aldea" se ha convertido en un lugar común: el desarrollo acelerado de los medios de transporte y comunicación y las redes sociales sugieren que todos estamos más cerca unos de otros. Sin embargo, mucha gente se queda al margen de este supuesto pueblo, reservado a una élite privilegiada.
El verdadero pueblo: relaciones humanas concretas en apoyo mutuo
A los participantes y habitantes del Village de Francois, el Papa les auguró que esta iniciativa contribuya a redescubrir lo que es un verdadero pueblo: un tejido de relaciones humanas concretas, en el apoyo mutuo, en la atención a los necesitados, en la convivencia de generaciones y en la preocupación por respetar la Creación que nos rodea.
"En efecto, la Aldea de François fue imaginada a partir de la convicción de que "todo está ligado", y se tiene una experiencia concreta de ello al asociar el medio ambiente y el respeto de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, la oración y la fraternidad, y también al reunir a las diferentes generaciones".
Cuento con su testimonio, dijo, para mostrar que la vida según el Evangelio se encuentra en la consideración equilibrada de todos estos aspectos:
"A menudo tendemos a movilizarnos con gran celo por causas muy legítimas, pero perdiendo de vista el panorama general. La experiencia concreta nos muestra, sin embargo, que es la persona humana en su conjunto la que necesita ser amada, acompañada e incluida en una red de relaciones enriquecedoras y constructivas".
Estas relaciones, afirmó por último, tienen un modelo absoluto, una fuente a partir de la cual pueden desarrollarse. Señalando la antigua abadía trapense, donde se han instalado los de la Villa de François, el Papa les señaló que ve en ello:
"Una llamada a poner en el centro de vuestra experiencia, además de una vida sencilla y laboriosa, el cuidado y el desarrollo de la vida interior, de la relación con Jesucristo, que es el único que puede colmar nuestros corazones sedientos. En el Evangelio según San Juan, Él dice: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (14,6). Él mismo experimentó, en persona, lo que se percibe en la Villa de François: fue frágil, en brazos de su madre y en la cruz; trabajó como artesano; vivió al ritmo de las estaciones y de la naturaleza; creció en un pueblo donde se mezclaban las generaciones; rezó, perdonó y amó al prójimo. Te lo confío como modelo e inspiración en tu proyecto y en tu vida diaria".
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