El Papa: La cruz de Cristo sea la brújula que nos guíe hacia la plena unidad
Alina Tufani Díaz - Ciudad del Vaticano
El Papa Francisco colocó “idealmente en los brazos de la cruz, altar de la unidad”, lo que él mismo calificó como los “cuatro puntos cardinales de la plena comunión” de los cristianos: don, armonía, camino, misión. Y lo hizo al recibir, esta mañana, a una delegación de sacerdotes y monjes de las Iglesias ortodoxas orientales a quienes saludó con las palabras de San Pablo: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con vosotros”. Un punto de partida para abrir un discurso centrado en la esperada plena unidad.
“Queridos hermanos y hermanas, que la cruz de Cristo sea la brújula que nos guíe en nuestro camino hacia la plena unidad. Porque en ese madero es donde Cristo, nuestra paz, nos ha reconciliado, reuniéndonos a todos en un solo pueblo”, dijo el Pontífice, tras haber manifestado su deseo de poder celebrar la eucaristía “juntos el día que el Señor quiera”.
La unidad es una gracia, un regalo.
En víspera de la Solemnidad de Pentecostés, el Papa toma como hilo conductor la acción del Espíritu Santo sobre la anhelada unidad de los cristianos. “La unidad es un don, un fuego que viene de lo alto”, asegura el Santo Padre y, por ello, no hay que cansarse de rezar, trabajar, dialogar para recibir esa gracia:
“La consecución de la unidad no es principalmente un fruto de la tierra, sino del Cielo; no es principalmente el resultado de nuestro compromiso, de nuestros esfuerzos y de nuestros acuerdos, sino de la acción del Espíritu Santo, al que debemos abrir nuestro corazón con confianza para que nos conduzca por los caminos de la plena comunión. La unidad es una gracia, un regalo”.
La unidad es armonía
Volviendo a la celebración del Pentecostés, Francisco habló de la armonía poniendo en evidencia que la misma delegación formada por diferentes Iglesias Ortodoxas Orientales, a pesar de responder a tradiciones diferentes, se mantienen en comunión de fe y sacramentos.:
“La unidad no es la uniformidad, ni el fruto de un compromiso o de frágiles equilibrios diplomáticos. La unidad es la armonía en la diversidad de carismas suscitados por el Espíritu. Porque al Espíritu Santo le gusta suscitar tanto la multiplicidad como la unidad, como en Pentecostés, donde las diferentes lenguas no se redujeron a una, sino que se asimilaron en su pluralidad”.
La unidad es un viaje
El tercer punto cardinal para la unidad a decir del Papa tiene que ver con “un viaje”, pues no se trata de un plan estudiado, escrito, sin movimiento, sino un nuevo dinamismo como el que el Espíritu Santo desde Pentecostés, imparte a los discípulos”, es decir, ir paso a paso dispuestos a “acoger las alegrías y las dificultades del viaje”. Y nuevamente, el Santo Padre recuerda las palabras de San Pablo, esta vez a los Gálatas: “Estamos obligados a caminar según el Espíritu”.
También las palabras de San Ireneo, recientemente proclamado por Francisco “Doctor de la Unidad”, son ejemplo de camino y viaje pues describe la plena comunión como “una caravana de hermanos”: “Aquí, en esta caravana, crece y madura la unidad, que -al estilo de Dios- no llega como un milagro repentino y llamativo, sino en el compartir paciente y perseverante de un viaje hecho juntos”.
La unidad es para la misión
El Santo Padre enfatiza que la unidad no es un fin en sí misma, sino que está vinculada al anuncio del Evangelio y esa es su misión, el mandato de Jesús: "Que todos sean uno... para que el mundo crea". Y añadió:
“Hoy el mundo sigue esperando, incluso sin saberlo, conocer el Evangelio de la caridad, de la libertad y de la paz que estamos llamados a testimoniar unos junto a otros, no unos contra otros o alejados unos de otros”.
En este contexto, el Pontífice agradece el testimonio de las Iglesias orientales y, especialmente, de quienes “han sellado con sangre su fe en Cristo”. “Y son muchos”, comenta el Papa:
“Gracias por todas las semillas de amor y de esperanza esparcidas, en nombre del Crucificado resucitado, en diversas regiones todavía marcadas, por desgracia, por la violencia y los conflictos demasiado a menudo olvidados”, concluye Francisco, agradeciendo la visita y encomendando a todos a Dios y a la Virgen. Y al final sugirió:
“Si les parece bien, cada uno en su idioma, podemos rezar juntos el Padre Nuestro”.
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