El Papa a los obispos de la Amazonia: confirmados en la misión con renovado ardor
Gabriella Ceraso - Ciudad del Vaticano
"La acogida de un padre que abraza a sus hijos y les anima a retomar la misión con renovado ardor". Cuando se está con el Papa la primera sensación es ésta y todos los obispos de la Amazonia lo han sentido hoy. Esto es lo que nos dijo el padre Lucio Nicoletto, sacerdote de Padua, administrador apostólico de la diócesis de Roraima en Brasil, después de la audiencia con Francisco, en una visita ad Limina con los obispos en el Vaticano esta semana.
El colonialismo y la violencia contra la Madre Tierra nunca cesaron
Su experiencia radica en la conversación y los dones llevados al Papa desde su tierra, Roraima (estado del norte de Brasil en la frontera con Venezuela y Guyana), una tierra de indígenas y migrantes, una tierra de Iglesia y de humanidad que sufre. Nos lo cuenta con gran espontaneidad como invitado en los estudios de Vatican News. El padre Nicoletto destaca la alegría impresa en los rostros de todos los obispos que se sintieron comprendidos en lo más profundo: el Papa, confiesa, se remontó en su mente al momento en que se produjo su "conversión ecológica", cuando como arzobispo de Buenos Aires presente en la Conferencia de Aparecida recogió los testimonios de muchos de los prelados presentes, ayudándoles a sintetizar el grito de la tierra y de los pueblos de la Amazonia, "violados entonces como ahora". "La violación de la Madre Tierra sigue siendo actual", denuncia. "Se ejerce violencia contra lo que es el pulmón de la Tierra, y no hay conciencia de ello: la Madre Tierra no es una divinidad", dice el padre Nicoletto, "es el entorno donde nos movemos, donde existimos, y para el que aún no hemos madurado una conciencia de respeto y escucha, como la que poseen los pueblos indígenas". Cuántos retos y cuántas heridas en la Amazonia siguen vinculados a una actitud colonialista que nunca ha cesado".
La Iglesia y el compromiso con la Casa Común, siempre avanzando
¿Y el papel del Magisterio de Francisco? Ciertamente, responde el padre Nicoletto, y esto es llamativo, todos los obispos agradecen al Papa su cercanía, su fidelidad a la realidad amazónica, que sabe que está sometida a una "lógica política y económica totalmente contraria no sólo al Magisterio, sino al mismo Evangelio". Después de algunos años de camino tras la exhortación postsinodal Querida Amazonia, el fruto más hermoso es el deseo de "continuar el compromiso con la Casa Común y los temas tocados por el sínodo: la cuestión social, la cuestión ministerial, la de una Iglesia cada vez más sinodal, por lo tanto, la comunión, la participación y la misión, y en esto -explica el padre Nicoletto- sentimos tanto el aliento de la catolicidad como la sintonía con el camino de la Iglesia brasileña, que va en esta dirección desde hace años".
La "Iglesia amazónica está despierta, tiene coraje y está caminando" y así lo atestigua el último evento, la celebración del 50º aniversario del Documento de Santarem, que da fe del momento en que las Iglesias católicas de la Amazonia confirmaron juntas su compromiso "de encarnarse en el medio ambiente, de la inculturación, palabra clave para Francisco, y de una evangelización liberadora". Hoy, como entonces, en la conversación con el Papa, los obispos de la Amazonia volvieron a confirmar su compromiso de cumplir con confianza su misión de proteger la vida en todas sus expresiones".
El drama de los migrantes, en el corazón de Francisco
El Papa -subraya el padre Nicoletto- se preocupa de que la Amazonia sea hoy una especie de "vientre espiritual" del que la Iglesia se nutre para abrir nuevos caminos tanto en términos de ministerialidad como de servicio misericordioso a las poblaciones más oprimidas, ya sean indígenas o migrantes. "En cuanto el Papa se enteró de que yo era de Roraima -confiesa el padre Nicoletto- me preguntó inmediatamente por los migrantes venezolanos. En palabras del Pontífice -señala el sacerdote- la atención a los signos concretos del sufrimiento de un pueblo. "La experiencia con los flujos migratorios de venezolanos y haitianos que huyen en busca de trabajo y una vida mejor ha marcado la vida de los obispos y sacerdotes de la zona. Ahora los flujos han disminuido, - explica - ya no son 1.500 personas al día, sino que unas 400 cruzan las fronteras y entran en Brasil desde Venezuela". "En sus rostros, sin embargo, siempre está el miedo a sucumbir al hambre, a la falta de derechos y de trabajo, y en nosotros como Iglesia, siempre la pregunta '¿Qué significa ser Iglesia para ellos? ¿Qué buscan en nosotros? ¿Hospitalidad, integración, protección?'". Haciendo un balance de tantos años, el padre Nicoletto confirma la importancia de una presencia eclesial en red: ser "relación", saber ser "brazos tendidos" para crear una cooperación con las fuerzas sociales que pueda marcar la diferencia, que pueda transformar la política y la economía. "Esto es lo que cuenta".
De la emergencia a la oportunidad
Con los migrantes -continúa el padre Lucio- hemos comprendido que, aunque la emergencia pueda crear estragos al principio, no podemos detenernos en eso, y dentro de 20 años probablemente comprenderemos, como ocurrió con las migraciones italianas a Brasil en el pasado, cuánto habrán cambiado el país y su suerte, y daremos gracias al Señor por ello. "El tema de la migración, como otros que sacuden a la sociedad, son una forma de hacernos reflexionar. Nos interrogan -dice el padre Nicoletto- sobre nuestro modo de concebir la convivencia, sobre nuestro modo de vida. Debemos preguntarnos si es sostenible y nos ayuda a construir una nueva sociedad fraternal o si, por el contrario, está acentuando mecanismos sociales que conducen a la autodestrucción. El objetivo de la evangelización es crear una promoción humana, crear una sociedad que nos dé signos de vida para el futuro".
El Papa siembra el bien en los corazones y da confianza
Mirando finalmente los frutos del encuentro con el Papa que el padre Nicoletto llevará a su pueblo, una palabra prevalece. "Me llevo a casa la bendición del Papa, es decir, su decir el bien, su manifestar el bien, desearlo y sembrarlo en nuestros corazones, para que el bien que nace de la fe común de la palabra de Dios que nos alimenta se convierta en semilla de esperanza para todos nosotros, por un presente que, si bien presenta razones para la desesperación, también contiene semillas de esperanza que pasan por la solidaridad entre nosotros, por un modo de vivir la fe a partir de las relaciones que, según nos ha enseñado hoy el Papa, deben estar marcadas por una creciente dimensión humana".
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