Francisco: En las desilusiones y las derrotas, Jesús ilumina los acontecimientos
Sebastián Sansón Ferrari - Vatican News
“El viaje de los discípulos de Emaús, al final del Evangelio de san Lucas, es una imagen de nuestro camino personal y del camino de la Iglesia”. El Papa Francisco comenzó así su homilía en la santa misa que presidió en la mañana de este jueves 28 de julio en la Basílica de Santa Ana de Beaupré, en el quinto día de su “peregrinación penitencial” a Canadá.
El templo, que está ubicado en el municipio homónimo, a orillas del Río San Lorenzo, es el lugar más antiguo de peregrinación de América del Norte. Declarado santuario nacional, recibe cada año cerca de un millón de visitantes.
El Pontífice añadió que, “en el curso de la vida –y de la vida de fe-, mientras llevamos adelante los sueños, los proyectos, las ilusiones y las esperanzas que viven en nuestro corazón, enfrentamos también nuestras fragilidades y debilidades, experimentamos derrotas y desilusiones, y tantas veces nos paraliza”. Luego, introdujo un matiz y acotó que “el Evangelio nos anuncia que, precisamente en ese momento, no estamos solos, el Señor sale a nuestro encuentro, se pone a nuestro lado, recorre nuestro mismo camino con la discreción de un transeúnte amable que nos quiere abrir los ojos y hacer arder nuestro corazón”.
Del fracaso a la esperanza
El Sucesor de Pedro propuso continuar un itinerario de ese camino que, según dijo, se podría titular: "Del fracaso a la esperanza". Primeor, desarrolló el sentimiento de fracaso, "que anida en el corazón de estos dos discípulos después de la muerte de Jesús". Y explicó: "Habían perseguido un sueño con entusiasmo. En Jesús habían puesto todas sus esperanzas y sus deseos. Ahora, después de la escandalosa muerte en la cruz, le dan la espalda a Jerusalén para volver a casa, a la vida de antes. El suyo es un viaje de regreso, como queriendo olvidar aquella experiencia que ha llenado de amargura sus corazones, aquel Mesías condenado a muerte como un delincuente en la cruz. Vuelven a casa abatidos, «con el semblante triste» Lc 24,17). Las expectativas que se habían creado quedaron en nada, las esperanzas en las que creyeron se desmoronaron, los sueños que habrían querido realizar dejaron paso a la desilusión y a la amargura".
Francisco consideró que la experiencia del fracaso "atañe también a nuestra vida y, del mismo modo, al camino espiritual, en todas las ocasiones en las que nos vemos obligados a redimensionar nuestras expectativas y aprender a convivir con la ambigüedad de la realidad, con las sombras de la vida y con nuestras debilidades".
¿Qué ha pasado?
El Obispo de Roma advirtió que, "a pesar de ser la comunidad del Resucitado, podemos encontrarla vagando perdida y desilusionada ante el escándalo del mal y de la violencia del Calvario. No le queda entonces otra opción que tomar en mano el sentimiento de fracaso y preguntarse: ¿qué ha pasado?, ¿por qué ha sucedido?, ¿cómo ha podido ocurrir?".
Según Francisco, estas son preguntas "que cada uno de nosotros se hace a sí mismo; y son también cuestiones candentes que resuenan en el corazón de la Iglesia que peregrina en Canadá, en este arduo camino de sanación y reconciliación que está realizando".
Huir no, sino afrontar los problemas
El Papa se detuvo en la tentación de la huida, que está presente en los dos discípulos del Evangelio, dijo. "Deshacer el camino, escapar del lugar donde ocurrieron los hechos, intentar que desaparezcan, buscar un “lugar tranquilo” como Emaús con tal de olvidarlos", reflexionó.
Jesús ilumina la historia y los acontecimientos
Francisco comentó que Jesucristo abre los ojos de los discípulos de Emaús para ver las cosas con una mirada nueva y, posteriormente, valoró que también "nosotros que compartimos la Eucaristía en esta Basílica podemos releer muchos acontecimientos de la historia". Para ilustrar su alocución, evocó un doloroso hecho del pasado: en 1922, el edificio de la Basílica fue destruido por un incendio y la construcción de la estructura actual comenzó en la década de 1920 según un proyecto del arquitecto parisino Maxime Roisin y consagrada oficialmente en 1976 por el Cardenal Maurice Roy.
Teniendo en cuenta dicho contexto, el Santo Padre expresó que, "en este mismo lugar hubo ya tres templos, pero también hubo personas que no se echaron atrás ante las dificultades, y fueron capaces de volver a soñar a pesar de sus errores y los de los demás. Así, cuando hace cien años un incendio devastó el santuario, ellos no se dejaron vencer, construyendo este templo con valor y creatividad. Y todos los que comparten la Eucaristía desde las cercanas Llanuras de Abraham, también pueden percibir el ánimo de aquellos que no se dejaron secuestrar por el odio de la guerra, de la destrucción y del dolor, sino que supieron proyectar de nuevo una ciudad y un país".
"Finalmente, ante los discípulos de Emaús, Jesús parte el pan, abriéndoles los ojos y mostrándose una vez más como Dios de amor que ofrece la vida por sus amigos. De este modo, los ayuda a retomar el camino con alegría, a recomenzar, a pasar del fracaso a la esperanza".
Solo hay un camino: la vía de Jesús
El Obispo de Roma exhortó a partir con fe el Pan eucarístico, "porque alrededor de la mesa podemos redescubrirnos hijos amados del Padre, llamados a ser todos hermanos. Jesús, partiendo el Pan, confirma el testimonio de las mujeres, a las que los discípulos no habían dado crédito, que ¡ha resucitado!".
Bergoglio enfatizó que, "en el centro de nuestras preguntas, de los trabajos que llevamos dentro, de la misma vida pastoral, no podemos ponernos a nosotros mismos y nuestras frustraciones, debemos ponerlo a Él, al Señor Jesús. En el corazón de cada cosa pongamos su Palabra, que ilumina los eventos y nos restituye ojos para ver la presencia eficaz del amor de Dios y la posibilidad del bien incluso en las situaciones aparentemente perdidas".
"Quédate con nosotros, Señor, porque ya es tarde"
Finalizando la homilía, Francisco proclamó una invocación confiada:
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