Pablo VI en Colombia: Desarrollar con valor y fidelidad la propia vocación
Vatican News
“Bien sabemos que vuestras miras no se han detenido en las manifestaciones externas, habéis dedicado vuestro celo y entusiasmo mejores a disponer los espíritus para que el Señor tuviese no sólo homenajes de fe rendida ante el altar central del Congreso, sino también en cada corazón y en cada hogar un Sagrario donde fuese amado y difundido. [...] Seguid trabajando para que se perpetúen los ideales y frutos del Congreso”, estas fueron las palabras de agradecimiento que dirigió el Papa Pablo VI, en su breve discurso a los organizadores del XXXIX Congreso Eucarístico Internacional, en la Nunciatura Apostólica de Bogotá, Colombia, el 24 de agosto de 1968, por las iniciativas que habían preparado y por haber llevado a cabo "estas inolvidables jornadas", jornadas que revelan el auténtico sentido de su visita a Colombia.
Fuente de renovación para la Iglesia colombiana
54 años después de la presencia de Pablo VI en Colombia para la celebración del XXXIX Congreso Eucarístico Internacional, bajo el lema "Vínculo de amor", podemos ver que este evento no solo constituyó una fuente de renovación para la Iglesia colombiana y en particular para la arquidiócesis de Bogotá, que desplegó un gigantesco esfuerzo y una creatividad nunca antes vista, para reavivar y modernizar el espíritu de los católicos según las recientes enseñanzas del Concilio Vaticano II; sino que esta visita marcó la historia de la Iglesia Latinoamericana que recibía por primera vez a un Pontífice, bajo la austera figura del gran Papa del Concilio, que llegaba con un mensaje de caridad y justicia, con gestos de cercanía, sobre todo con los campesinos, gestos que harán que este viaje sea indeleble.
El primer Papa en América Latina
A su llegada al aeropuerto El Dorado de Bogotá, el jueves 22 de agosto de 1968, el Papa Pablo VI fue recibido por una comitiva encabezada por el presidente de la República colombiana Carlos Lleras Restrepo, el cardenal arzobispo de Bogotá Luis Concha Córdoba, y numerosas autoridades de la sociedad y de la Iglesia, pero, sobre todo, una multitud nunca antes vista – dos millones de personas solamente – que colmaba el camino del aeropuerto hasta la catedral en la Plaza de Bolívar. Tras haberse arrodillado en un emocionado gesto para besar la tierra colombiana, dijo en su primer discurso durante el Encuentro con el Presidente de Colombia:
"Un gozo íntimo y una trepidante conmoción invaden Nuestro ánimo al ver que la Providencia nos ha reservado el privilegio de ser el primer Papa que llega a esta nobilísima tierra, a este cristiano continente, donde un día arcano comenzó a añadirse la altura de la Cruz sobre las cimas andinas y, en los viejos caminos de los chibchas [...] empezó a dibujarse la silueta de Cristo".
Desde la catedral, donde muy de madrugada lo esperaban los Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas venidos de todos los rincones de Colombia, se dirigió el Papa para saludar al pueblo de Dios que por todas partes y especialmente en la plaza de Bolívar, lo estrechaba y lo aclamaba. Por la tarde se dirigió al Campo Eucarístico, en cuyo templete, especialmente construido para la ocasión, presidió la ceremonia de Ordenaciones Sacerdotales.
El grito de sufrimiento de la mayoría de la humanidad
Al día siguiente, viernes 23 de agosto, visitó al presidente de la República, posteriormente, se reunió con los campesinos en la población de Mosquera, a quienes les dijo: "Conocemos sus condiciones de vida: son para muchos de ustedes condiciones miserables, a menudo inferiores a las necesidades normales de la vida humana. Ahora nos escuchas en silencio: pero nosotros escuchamos más bien el grito que se eleva de sus sufrimientos y los de la mayoría de la humanidad". Sucesivamente, presidió la Eucaristía para la gran concentración de trabajadores, empresarios y universitarios en el Campo Eucarístico y tuvo un encuentro con el cuerpo diplomático y altas autoridades extranjeras llegadas a Bogotá con ocasión del Congreso Eucarístico.
Colombia en el corazón del Papa
El sábado 24 visitó el barrio Venecia, al sur de la capital colombiana, en cuya parroquia celebró la Eucaristía y se reunió con algunos enfermos. Posteriormente, inauguró la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en la catedral primada, y de ésta se dirigió por entre una delirante multitud que lo aclamaba y aplaudía, para bendecir la sede del CELAM. Por la tarde, en el templete Eucarístico, bendijo los matrimonios y posteriormente se digirió al aeropuerto para tomar el avión de regreso a la Ciudad Eterna. Sus últimas palabras de despedida, entrecortadas por la emoción, antes de abordar el avión, fueron: "¡No te decimos adiós, Colombia, porque te llevamos más que nunca en el corazón!".
Medellín, un germen de renovación para la Iglesia
En realidad, en un periplo tan apretado y breve – 72 horas de visita y alrededor de 20 encuentros – como el que realizó el Papa su anhelada visita a Colombia, fue mucho lo que alcanzó a decir y hacer, pero sobre todo, fueron muy amplios los horizontes que trazó para el futuro de la Iglesia Latinoamericana, que vino a tener uno de los momentos más fecundos para su renovación en la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, conocida como "Medellín", donde tuvo su sede y sesionó entre el 26 de agosto y el 7 de septiembre de 1968, bajo el importante tema: "La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio Vaticano II", cuyas conclusiones siguen incidiendo en la permanente actualización de la Iglesia Latinoamericana.
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