Sínodo en dos sesiones para fomentar la participación
ANDREA TORNIELLI
El camino ha iniciado. No sin esfuerzo, pero ha comenzado. El sueño es transformar la vida ordinaria de la Iglesia gracias a la participación e implicación de todos, para renovar su rostro y hacer que las comunidades cristianas sean cada vez más fieles al Evangelio y, por tanto, más misioneras.
El anuncio de Francisco hoy en el Ángelus, el hecho de que la próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos tenga lugar en dos sesiones espaciadas por un año, en octubre de 2023 y octubre de 2024, indica lo mucho que le importa al Papa este sueño que poco a poco se va haciendo realidad. Es necesario atesorar las muchas contribuciones que han venido y vendrán de las asambleas continentales, para que cada bautizado se sienta llamado a este camino en comunión con sus pastores. Es necesario no desaprovechar esta gran oportunidad evitando aplicar viejos esquemas y viejas agendas -la "indietrista" o la progresista- que siempre dan por sentado y por descontado el punto de partida, la fe del pueblo de Dios, terminando por concentrarse sólo en temas puntuales, en batallas ideológicas de retaguardia y autorreferenciales.
El pasado 11 de octubre, en su homilía por el 60º aniversario del inicio del Concilio Ecuménico Vaticano II, Francisco dijo: "La Iglesia debe ser mirada ante todo desde lo alto, con la mirada enamorada de Dios. Preguntémonos si en la Iglesia partimos de Dios, de su mirada enamorada sobre nosotros. Siempre existe la tentación de partir del yo y no de Dios, de anteponer nuestras agendas al Evangelio, de dejarnos llevar por el viento de la mundanidad para perseguir las modas del momento o de rechazar el tiempo que la Providencia nos dona para volver atrás".
Partir de la mirada enamorada de Dios, y de la alegría que supone sentirse amados, acogidos y acompañados por Él, es también la clave para entender el Sínodo. La Iglesia existe para anunciar el Evangelio: sus estructuras, siempre sujetas a reformas, sólo existen para ello.
El anuncio del Papa Francisco en el Ángelus nos dice que la sinodalidad en la Iglesia es un proceso y no un maquillaje, es decir, un ajuste apresurado de alguna estructura eclesial para que nada cambie realmente. Prolongar el tiempo de la asamblea ordinaria del Sínodo, llevándolo de uno a dos años, significa, en definitiva, considerar el método más importante que los temas individuales que han surgido hasta ahora, que también deben ser abordados. El proceso de implicación, iniciado en 2021 por las Iglesias locales, ha llevado a hasta 112 (de 114) conferencias episcopales a realizar un discernimiento respecto a lo que ha surgido de la escucha del pueblo de Dios. Es un comienzo en el signo de la esperanza.
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