La espiritualidad del encuentro es esencial para la sinodalidad
Tiziana Campisi – Ciudad del Vaticano
La regla fundamental de la vida religiosa es el seguimiento de Cristo propuesto por el Evangelio. Tomar el Evangelio como norma de vida, hasta poder decir con San Pablo: "Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí". Lo reiteró el Santo Padre al hablar al Consejo Primacial de la Confederación de los canónigos regulares de San Agustín a cuyos miembros recibió en la Biblioteca del Palacio Apostólico, y pidió a los religiosos que hagan del Evangelio su vademécum y que no lo reduzcan a ideología, para que permanezca siempre espíritu y vida.
El Evangelio nos recuerda continuamente que debemos situar a Cristo en el centro de nuestra vida y de nuestra misión. Esto nos devuelve al "primer amor", afirmó el Obispo de Roma.
La búsqueda de Dios
Abordando más directamente los cánones regulares de San Agustín, el Papa recordó el anhelo humano de Dios descrito por el obispo de Hipona en las Confesiones y explicó que "Dios nos ha hecho para Él y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Él". Por eso los canónigos regulares se dedican principalmente a la "búsqueda constante y cotidiana del Señor". Ante todo en la vida comunitaria, para que la koinonía, es decir, la comunión y la relación fraterna, haga de "todos constructores, tejedores de fraternidad".
El camino de la interioridad en la escuela de San Agustín
Pero la búsqueda de Dios "presupone el camino de la interioridad, del conocimiento y del amor del Señor, en la escuela de San Agustín", señaló Francisco, y citó la invitación del obispo de Hipona a encontrarse en la propia interioridad – "No salir de ti mismo, entra constantemente en ti; la verdad habita en el hombre interior"– para explicar que allí "la luz del Maestro interior ilumina para nosotros las realidades temporales".
Instrumento de la sinodalidad
El Papa recuerda también a los canónigos regulares de San Agustín la importancia de su Confederación, instituida por Juan XXIII en 1959 y destinada a favorecer la comunión entre las congregaciones que comparten el mismo carisma. Destacó asimismo los objetivos del organismo y, entre ellos, la ayuda mutua, entre congregaciones, "en lo que se refiere a la dimensión espiritual, la formación de los jóvenes, la formación permanente y la promoción de la cultura". Y explicó que a través de las confederaciones se evita el aislamiento de las congregaciones individuales, lo cual es peligroso.
Hay que ser muy cuidadosos para preservarnos de la enfermedad de la autorreferencialidad y custodiar la comunión entre las diferentes Congregaciones. Son conscientes de que todos están en la misma barca y que "nadie construye el futuro aislado o con sus propias fuerzas, sino reconociéndose en la verdad de una comunión siempre abierta al encuentro, al diálogo, a la escucha y a la ayuda mutua".
Adaptarse a las circunstancias del tiempo
Y luego el Papa precisó que la vida consagrada "debe adaptarse a las circunstancias del tiempo", de ahí la indicación a los canónigos regulares de adaptarse también a los distintos lugares y culturas en los que están presentes, "siempre a la luz del Evangelio y del propio carisma", porque la memoria es buena si es fecunda, de lo contrario es arqueológica, "se convierte en piezas de museo". “Tal vez dignas de admiración – afirmó Francisco – pero no de imitación". En cambio, la memoria de la propia historia, de las propias raíces, "la memoria deuteronómica" – tal como la denominó el Pontífice – “nos ayuda a vivir plenamente y sin miedo el presente para abrirnos al futuro con renovada esperanza".
Por último, el Papa exhortó a los canónigos regulares de San Agustín a revisar su carisma y a "reforzar la comunión de vida a ejemplo de la primitiva comunidad apostólica", "anticipación de la unión plena y definitiva en Dios y camino hacia ella".
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