El Papa: Teología, pasión y riqueza evangélicas de Benedicto XVI
PAPA FRANCISCO
Estoy contento que el lector pueda tener en sus manos este texto de pensamientos espirituales del fallecido Papa Benedicto XVI. El título expresa uno de los aspectos más característicos del magisterio y de la visión de la fe de mi predecesor: sí, Dios es siempre nuevo porque es fuente y razón de la belleza, de la gracia y de la verdad. Dios nunca es repetitivo, Dios nos sorprende, Dios trae novedad. La frescura espiritual que se desprende de estas páginas, lo confirman con intensidad.
Benedicto XVI hizo teología de rodillas. Su argumentación de la fe fue realizada con la devoción de un hombre que ha entregado todo de sí mismo a Dios y que, bajo la guía del Espíritu Santo, buscó una penetración cada vez mayor en el misterio del Jesús que le había fascinado desde su juventud.
La colección de pensamientos espirituales presentados en estas páginas demuestra la capacidad creativa de Benedicto XVI para indagar en los diversos aspectos del cristianismo con una fecundidad de imágenes, lenguaje y perspectiva que se convierten en un estímulo continuo para cultivar el precioso don de acoger a Dios en la propia vida. El modo en que Benedicto XVI supo hacer interactuar corazón y razón, pensamiento y afecto, racionalidad y emoción, es un modelo fecundo sobre cómo hablar a todos de la fuerza disruptiva del Evangelio.
El lector lo verá confirmado en estas páginas, que representan -también gracias a la competencia del editor, a quien va nuestro más sincero agradecimiento- una especie de "síntesis espiritual" de los escritos de Benedicto XVI: aquí brilla su capacidad de mostrar siempre nueva la profundidad de la fe cristiana. Basta con un pequeño florilegio. "Dios es un acontecimiento de amor", expresión que por sí sola hace plena justicia a una teología siempre armoniosa entre razón y afecto. "¿Qué podría salvarnos si no es el amor?", preguntó a los jóvenes en la vigilia de oración de Colonia en 2005, una meditación que se recuerda oportunamente aquí, planteando una pregunta que recuerda a Fëdor Dostoevskij. Y cuando habla de la Iglesia, la pasión eclesial le hace pronunciar palabras impregnadas de pertenencia y afecto: "No somos un centro de producción, no somos una empresa con ánimo de lucro, somos Iglesia”.
La profundidad del pensamiento de Joseph Ratzinger, basado en la Sagrada Escritura y en los Padres de la Iglesia es una ayuda para nosotros también hoy. Estas páginas abordan una gama de temas espirituales y son un incentivo para que permanezcamos abiertos al horizonte de eternidad que el cristianismo lleva en su ADN. El de Benedicto XVI es y seguirá siendo un pensamiento y un magisterio fecundos en el tiempo, porque ha sabido centrarse en las referencias fundamentales de nuestra vida cristiana: en primer lugar, la persona y la palabra de Jesucristo, y después las virtudes teologales, es decir, la caridad, la esperanza y la fe. Y por ello toda la Iglesia le estará agradecida. Para siempre.
En Benedicto XVI, una devoción incesante y un magisterio iluminado se han fundido en una armoniosa alianza. ¡Cuántas veces ha hablado de la belleza con palabras conmovedoras! Benedicto siempre consideró la belleza como un medio privilegiado para abrir a los hombres a lo trascendente y poder así encontrarse con Dios, que para él era la tarea más elevada y la misión más urgente de la Iglesia. En particular, la música era para él un arte vecino con el que elevar el espíritu y la interioridad. Pero esto no desvió su atención, como verdadero hombre de fe, de las grandes y espinosas cuestiones de nuestro tiempo, observadas y analizadas con juicio consciente y valiente espíritu crítico. De la escucha de la Escritura, leída en la tradición siempre viva de la Iglesia, supo extraer desde su juventud esa sabiduría útil e indispensable para establecer un diálogo con la cultura de su tiempo, como confirman estas páginas.
Agradecemos sinceramente a Dios por habernos dado al Papa Benedicto XVI: con su palabra y su testimonio, nos ha enseñado que mediante la reflexión, el pensamiento, el estudio, la escucha, el diálogo y, sobre todo, la oración, es posible servir a la Iglesia y hacer el bien a toda la humanidad; nos ofreció herramientas intelectuales vivas para que todo creyente pudiera dar razones de su esperanza utilizando una forma de pensar y de comunicar comprensible para sus contemporáneos. Su intención fue constante: entrar en diálogo con todos para buscar juntos los caminos a través de los cuales podemos encontrar a Dios.
Esta búsqueda del diálogo con la cultura de su tiempo ha sido siempre un deseo ardiente de Joseph Ratzinger: él, como teólogo primero y como pastor después, nunca se ha limitado a una cultura puramente intelectualista, desvinculada de la historia de los hombres y del mundo. Con su ejemplo de intelectual rico en amor y entusiasmo, que etimológicamente significa estar en Dios, nos mostró la posibilidad de que buscar la verdad es posible, y que dejarse poseer por ella es lo más alto que puede alcanzar el espíritu humano. En este viaje, todas las dimensiones del ser humano, razón y fe, inteligencia y espiritualidad, tienen su propio papel y especificidad.
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