Sudán del Sur. Francisco: Trabajar por una paz que integre las diversidades
Vatican News
“Para que el Señor de la paz intervenga ahí donde los hombres no alcanzan a construirla, es necesaria la oración; una tenaz, constante oración de intercesión”. Es la primera y más importante entre las indicaciones del Papa para que los cristianos puedan obrar bien y tener la fuerza para caminar, dada en el contexto de la oración ecuménica realizada junto al Arzobispo de Canterbury, Justin Welby, y el Moderador de la Iglesia de Escocia, Iain Greenshields en su peregrinación de Paz en Sudán del Sur.
La oración atrae la salvación de Dios sobre el Pueblo
En el encuentro en el Mausoleo John Garang de Yuba, diversas voces se unieron para rezar por este pueblo herido. Rezar – dijo el Papa en su alocución - nos da la fuerza para salir adelante, superar los temores, entrever, aun en la oscuridad, la salvación que Dios prepara. Es más – continuó - la oración atrae la salvación de Dios sobre el pueblo, y “la oración de intercesión, que caracterizó la vida de Moisés, es una obligación sobre todo para nosotros, pastores del Pueblo santo de Dios”.
En nuestras diversas confesiones, sintámonos unidos los unos con los otros, como una única familia; y sintámonos responsables de orar por todos. En nuestras parroquias, iglesias, asambleas de culto y de alabanza, seamos asiduos y unánimes en la oración (cf. Hch 1,14), para que Sudán del Sur, de la misma manera que el pueblo de Dios en la Escritura, “llegue a la tierra prometida”; que disponga, con tranquilidad y justicia, de la tierra fértil y rica que posee, y sea colmado de esa paz prometida, aunque, lamentablemente, no obtenida aún.
Trabajar por una paz que integra las diversidades
En segundo lugar, Francisco señaló que precisamente están llamados a trabajar en favor de la causa por la paz: “Jesús quiere – aseveró - que trabajemos por la paz”.
En efecto, Cristo, como recuerda el apóstol Pablo, «es nuestra paz», precisamente en el sentido del restablecimiento de la unidad. Él es aquél que de dos hace uno solo, «derribando el muro de enemistad que los separaba» (Ef 2,14). Esta es la paz de Dios, no sólo una tregua a los conflictos, sino una comunión fraterna, que es el resultado de conjugar, no de disolver; de perdonar, no de estar por encima; de reconciliarse, no de imponerse.
Trabajar por una paz, continuó el Papa, que “integra las diversidades, que promueve la unidad en la pluralidad”, porque el amor del cristiano “no es sólo para los que están cerca, sino para todos, porque cada uno en Jesús es nuestro prójimo, hermano y hermana, incluso el enemigo”.
"Ámense los unos a los otros, como yo los he amado". El mandamiento de Jesús, recordó el Santo Padre, "contradice cualquier visión tribal de la religión". Y pidió difundir “el estilo de no violencia de Jesús”, para que, en Quien se profesa creyente, "no haya más espacio para una cultura basada en el espíritu de venganza”, para que el Evangelio “no sea sólo un bonito discurso religioso, sino una profecía que se hace realidad en la historia”.
Un país con una herencia ecuménica preciosa
Después de rezar y obrar, es necesario, indicó el Santo Padre, “caminar”. En un país donde “a lo largo de décadas, las comunidades cristianas se han comprometido fuertemente en promover itinerarios de reconciliación”, con una herencia ecuménica que es “un tesoro precioso”, Francisco llamó a la memoria para subrayar que “antes de las divisiones históricas hay una realidad inmutable: somos cristianos, somos de Cristo”. Y afirmó:
Que las divisiones eclesiales de los siglos pasados no influyan en quienes son evangelizados, sino que la semilla del Evangelio contribuya a difundir una unidad más grande. Que el tribalismo y la división en facciones, que alimentan la violencia en el país, no afecten las relaciones interconfesionales. Al contrario, que el testimonio de unidad de los creyentes repercuta en el pueblo.
En efecto, son la memoria y el compromiso las palabras claves que sugiere el Pontífice para continuar el camino. Los pasos que los sudsudaneses realizan “imitan las huellas” de sus predecesores, y por ello el Papa los llama a no tener miedo de no estar a la altura, sino a sentirse “impulsados por aquellos que les han preparado el camino”.
Como en una carrera de relevos, tomen el testigo, para que de ese modo se acelere la llegada a la meta de la comunión plena y visible.
“Amémonos profundamente y de manera sincera”
Y porque “se camina hacia la unidad cuando el amor es concreto, cuando, unidos, se socorre a quien está marginado, a quien está herido y descartado”, Francisco subraya el compromiso que ellos “ya realizan en tantos ámbitos”, como en la asistencia sanitaria, en la instrucción y en la caridad.
Cuánta ayuda urgente e indispensable llevan a la población. Gracias por esto. Sigan así, nunca compitiendo, sino siendo como una familia; hermanos y hermanas que, por medio de la compasión por quienes sufren, los predilectos de Jesús, dan gloria a Dios y testimonian la comunión que Él desea.
“Queridos hijos, mis hermanos y yo vinimos como peregrinos en medio de ustedes, Pueblo santo de Dios en camino. Aun estando distantes físicamente, permaneceremos siempre cerca de ustedes”. Comencemos cada día – es la exhortación final del Papa - rezando los unos por los otros, y con los otros; trabajando juntos, como testigos y mediadores de la paz de Jesús; caminando por el mismo sendero, dando pasos concretos de caridad y de unidad.
“En todo, - concluye Francisco - amémonos profundamente y de manera sincera”.
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