Francisco al clero de Marsella: Sean un puerto seguro para los heridos de la vida
Adriana Masotti - Ciudad del Vaticano
El Papa Francisco pone bajo el manto de María los frutos de los "Encuentros del Mediterráneo", el evento que es ocasión de su breve visita a Marsella. El momento de oración con los sacerdotes, los diáconos y los seminaristas, los superiores locales de las comunidades religiosas presentes en la arquidiócesis, inicia esta primera jornada inmediatamente después de la acogida oficial en el aeropuerto de Marsella.
La ofrenda del Papa a Nuestra Señora de la Guardia
El Papa entra en la basílica en silla de ruedas, bendice a los presentes con el agua bendita símbolo del bautismo, luego llega al altar central detrás del cual se encuentra la estatua de Nuestra Señora de la Guardia a la que está dedicado el santuario. Dos religiosas sostienen una gran vela, regalo del Papa a María. Después de encenderla, símbolo de la luz de Cristo, Francisco se recoge en un momento de oración silenciosa ante la estatua. Al final es el arzobispo cardenal Jean-Marc Aveline quien dirige un saludo al Papa. Sigue la lectura de un pasaje tomado del libro de Sofonías.
Al tomar la palabra, Francisco recuerda a "los grandes" que fueron como peregrinos a esta misma basílica dedicada a Nuestra Señora de la Guardia y afirma que la exhortación a la confianza y a la alegría, contenida en el pasaje bíblico leído poco antes, remite a la historia de la misma basílica, no edificada para recordar un milagro o una aparición mariana, sino porque desde el siglo XIII los fieles han buscado y encontrado en esta colina "la presencia del Señor a través de los ojos de su Santa Madre".
María protagonista de un "cruce de miradas"
Todavía hoy, continúa el Papa, María, 'la buena Madre', es "protagonista de un tierno 'cruce de miradas': el de Jesús "cuyo amor refleja en sus ojos" y el de los hombres y mujeres que Ella presenta a Dios. Y habla de la "dimensión mariana" que pertenece al ministerio de cuantos lo están escuchando:
"También nosotros, sacerdotes y consagrados, estamos llamados a hacer sentir a la gente la mirada de Jesús y, al mismo tiempo, llevar a Jesús la mirada de los hermanos. En el primer caso somos instrumentos de misericordia, en el segundo instrumentos de intercesión.".
Que las puertas de las iglesias y del corazón estén siempre abiertas
La mirada de Jesús, subraya el Papa Francisco, está llena de ternura y esa ternura estamos llamados también nosotros a transmitirla a los demás. Y a los sacerdotes y a los religiosos les indica concretamente cómo hacer:
"Abramos las puertas de las iglesias y las casas parroquiales, pero sobre todo las del corazón, para mostrar el rostro de Nuestro Señor a través de nuestra mansedumbre, amabilidad y hospitalidad. Que cualquiera que se les acerque no encuentre distancias y juicios, sino el testimonio de una humilde alegría, más fructífera que cualquier capacidad ostentosa. Que los heridos de la vida encuentren un puerto seguro en vuestra mirada, un aliento en vuestro abrazo, una caricia en vuestras manos, capaces de enjugar lágrimas".
Una oración llena de los rostros de los hermanos y hermanas
En particular a los sacerdotes, Francisco recuerda la belleza de poder liberar del peso del pecado a tantos hombres y mujeres a través del don del perdón del Señor e iluminar la vida de las personas con los sacramentos y, con su presencia, transmitir la cercanía de Dios. Y sugiere también: "Estén cerca de todos, especialmente de los más frágiles y menos afortunados", esto significa "llevar a los hermanos la mirada de Jesús". El Papa habla luego de la segunda mirada, la que los hermanos y las hermanas dirigen al Señor. Que sus oraciones estén "llenas" de sus rostros, afirma y continúa:
"Llevarán con ustedes los ojos, las voces, las preguntas de todos ellos a la Mesa eucarística, frente al Sagrario o en el silencio de vuestra habitación, donde el Padre ve. Ustedes serán su eco fiel, como intercesores, como “ángeles en la tierra”, mensajeros que llevan todo «delante de la gloria del Señor"
Cada persona es única y valiosa
Son tres las grandes estatuas de la Virgen presentes en la basílica "Nuestra Señora de la Guardia" y el Papa Francisco las cita: la que se eleva en la cima donde María sostiene al Niño Jesús bendiciendo y la que se encuentra en la Cripta llamada la "Vierge au bouquet", la Virgen con las flores, que en un brazo lleva al Niño y con la otra mano sostiene un ramo de flores.
"Nos hace pensar - afirma el Papa - cómo María, modelo de la Iglesia, mientras nos presenta a su Hijo, nos presenta también a nosotros ante Él, como un ramo de flores en el que cada persona es única, hermosa y valiosa a los ojos del Padre". Finalmente, la tercera estatua, la que brilla sobre el altar mayor. Siguiendo el ejemplo de la Virgen, afirma Francisco, también nosotros podemos reflejar la luz y la belleza del Evangelio en la medida en que nos entregamos a los demás. Y concluye con una última reflexión:
Queridos hermanos, llevemos a los hermanos la mirada de Dios, llevemos a Dios la sed de los hermanos, difundamos la alegría del Evangelio. Esta es nuestra vida y es increíblemente hermosa, a pesar de los esfuerzos y las caídas. Oremos juntos a la Virgen, que nos acompañe y nos proteja.
La oración a Nuestra Señora de la Guardia
Al final de las palabras del Papa, todos los presentes rezan una oración a María, venerada en este santuario:
El saludo de bienvenida al Papa en la basílica
Marselleses de todas las confesiones y religiones venimos aquí para confiarnos a la Virgen María, afirmó el arzobispo de Marsella, el cardenal Jean-Marc Aveline acogiendo al Papa Francisco en la basílica y dándole una calurosa bienvenida en nombre de los presentes. "Con usted, Santo Padre, con todos los peregrinos que desde hace más de ochocientos años suben a esta colina para pedir y agradecer - prosiguió el purpurado - encomendamos a la Virgen María a todos los habitantes de las costas del Mediterráneo y a todos aquellos, marinos o migrantes, que se enfrentan a los peligros del mar".
Recordando que al final de cada discurso Francisco pide a todos que recen por él, el cardenal Aveline dijo al Papa que había pedido a los marselleses que lo hicieran y "poner una huella escrita de algunas de sus oraciones en un corazón, similar a los que adornan las paredes de esta basílica". Es el regalo que la Iglesia de Marsella ofrece al Papa en señal de gratitud, concluyó, "por haber venido a rezar con nosotros esta noche".
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