El Papa a los empleados del Vaticano: Quiero desearles el estilo de Dios a ustedes
Vatican News
“Les deseo que estén atentos, en sus casas y en sus familias, a las pequeñas cosas de cada día, a los pequeños gestos de gratitud, a la consideración del cuidado. Mirando el pesebre podemos imaginar la preocupación, la ternura de María y José por el Niño que ha nacido”, lo dijo el Papa Francisco en su discurso a los empleados que prestan servicio en la Santa Sede y a sus familiares, a quienes recibió en audiencia con ocasión de las felicitaciones navideñas, este jueves 21 de diciembre, en el Aula Pablo VI del Vaticano.
El estilo de Dios: El ocultamiento y la pequeñez
Al agradecer a los empleados del Vaticano y del Vicariato de Roma, con sus respectivas familias, por el servicio que prestan a la Iglesia y a la sociedad, el Santo Padre señaló que, al contemplar juntos el Misterio del nacimiento de Jesús, es hermoso poder captar el estilo de Dios, que no es grandioso ni ruidoso sino, al contrario, es el estilo del ocultamiento y de la pequeñez.
“Dos palabras importantes: ocultamiento y pequeñez. Estos nos transmiten el rasgo manso de Dios, que no viene a nosotros para aterrorizarnos con su grandeza ni para imponerse con su magnificencia, sino que se hace presente de la manera más común posible, haciéndose uno de nosotros”.
Dios se esconde en la pequeñez de un Niño que nace
Y al explicar estos dos elementos del estilo de Dios, el ocultamiento y la pequeñez, el Papa Francisco dijo que, Dios se esconde en la pequeñez de un Niño que nace, en una pareja de esposos – María y José – que no están en el centro de la atención, en la pobreza de un establo porque no había lugar para ellos en la posada.
“Estos son los rasgos distintivos del Hijo de Dios, que luego se presenta al mundo como una pequeña semilla que muere escondida en la tierra para dar fruto. Él es el Dios de los pequeños, el Dios de los últimos y, con Él, todos nosotros aprendemos el camino a seguir para entrar en el Reino de Dios: no una religiosidad aparente y artificial, sino el hacerse pequeños como niños”.
El bien crece sin hacer ruido
En este sentido, el Santo Padre dijo a los empleados del Vaticano que, ellos conocen bien estas dos palabras. Su trabajo aquí en el Vaticano, indicó el Pontífice, se desarrolla generalmente en el silencio cotidiano, realizando a menudo cosas que pueden parecer insignificantes y que, en cambio, contribuyen a ofrecer un servicio a la Iglesia y a la sociedad.
“Les agradezco por esto y espero que puedan continuar su trabajo con espíritu de gratitud, con serenidad y con humildad, y dando justamente ahí, en las relaciones con sus colegas, un testimonio cristiano. Incluso aquí, es más, en primer lugar, aquí, hay necesidad, ¿verdad?, de este testimonio cristiano. Miren el ocultamiento y la pequeñez de Jesús en la gruta; miren la sencillez del pesebre que han hecho en casa; y ténganlo por seguro que el bien, incluso cuando está oculto e invisible, crece sin hacer ruido”.
No ponerse en vitrina y hacer el bien en silencio
Y al dirigirse a los hijos y familiares de los empleados de la Santa Sede, el Obispo de Roma les recordó que, hoy vivimos en una época que a veces parece obsesionada con la apariencia, todo el mundo busca ponerse en la vitrina.
“Es el tiempo del maquillaje: todos se maquillan, no solo la cara, pero también se maquillan el alma y esto es feo, y tratan de ponerse en la vitrina. Aparecer, especialmente a través de las llamadas redes sociales. Es un poco como querer preciosas copas de cristal sin preocuparse que si el vino es bueno. El buen vino no se bebe en un vaso común. Pero en la familia las apariencias y las máscaras no cuentan – en la familia se sabe todo – o en todo caso duran poco; lo que importa es que no falte el buen vino del amor, de la ternura y de la compasión mutua”.
Vivir el amor en los pequeños gestos cotidianos
Antes de despedirse, el Papa Francisco recordó a todos los presentes en el Aula Pablo VI del Vaticano que, el estilo de Dios es la cercanía, la compasión y la ternura. E invitó a vivir el amor en el ocultamiento y en la pequeñez de los gestos cotidianos, en la atención que sabemos intercambiar en el trabajo y en el hogar.
“Queridos hermanos y hermanas, les manifiesto mis mejores deseos para una Santa Navidad. Es un deseo que extiendo también a sus niños y a los jóvenes, a sus familiares, a los ancianos que conviven con ustedes, especialmente a sus seres queridos que están enfermos. Hermanos y hermanas, abramos nuestro corazón a la alegría: ¡el Señor viene entre nosotros! ¡Feliz Navidad a todos! Y por favor recen por mí”.
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