Los nuevos sacerdotes en Francia dan alegría y esperanza a la Iglesia
Patricia Ynestroza - Ciudad del Vaticano
El Papa envió a través del cardenal Pietro Parolin, un mensaje dirigió a los seminaristas de Francia. En el texto se abordó el celibato. Los sacerdotes son célibes -y quieren serlo- sencillamente porque Jesús fue célibe. Es una exigencia mística. Nadie tiene poder de cambiar la figura del sacerdote, no obstante los cambios en la sociedad actual y la grave crisis vocacional. Sólo amando a Jesús más que a nada -les dijo el cardenal- es que los sacerdotes podrán afrontar esta forma de vida tan exigente, esta perfección sacerdotal, y afrontarán los retos y tentaciones que encontrarán en el camino.
Dan alegría y esperanza a la Iglesia
En su mensaje, el purpurado agradeció y expresó la esperanza y alegría de ver que muchos jóvenes se “atreven aún, con la generosidad y la audacia de la fe, a seguir al Señor en su servicio y en el de sus hermanos”, no obstante los difíciles tiempos que vive la Iglesia y a pesar de las sociedades occidentales secularizadas.
Dan alegría y esperanza a la Iglesia de Francia, que les espera y necesita, afirmó. Francia los necesita para que sean el sacerdote que debe ser, lo que siempre ha sido y lo que siempre será por voluntad divina:
«"Participar de la autoridad con la que Cristo edifica, santifica y gobierna su Cuerpo" (Presbyterorum ordinis, n. 2); y ello mediante una inefable configuración con Cristo, Cabeza de su Iglesia, que lo sitúa frente al Pueblo de Dios -aunque siempre forme parte de él- para enseñarle con autoridad, guiarlo con seguridad y transmitirle eficazmente la gracia mediante la celebración de los sacramentos (cf. Ibid. n. 4,5,6). En el punto más alto, fuente y cumbre de la vida de la Iglesia y de su vida personal, el sacerdote celebra la Misa donde, haciendo presente el sacrificio de Cristo, se ofrece a sí mismo en unión con Cristo sobre el altar y deposita allí la ofrenda de todo el Pueblo de Dios y de cada uno de los fieles.»
El sacerdote es célibe porque Jesús fue célibe
De allí parte la invitación del purpurado a que los seminaristas arraiguen profundamente en sus almas estas verdades fundamentales, que constituirán la base de sus vidas y de su misma identidad. Y el corazón de esa identidad, está el celibato, configurada con el Señor Jesús. Los sacerdotes son célibes -y quieren serlo- sencillamente porque Jesús fue célibe.
«La exigencia del celibato no es primariamente teológica, sino mística: ¡entiende quién puede! (cf. Mt 19,12). Hoy en día oímos hablar mucho de los sacerdotes, y la figura del sacerdote a menudo se distorsiona en ciertos círculos, se relativiza y a veces se considera subordinada. Que esto no los asuste demasiado: nadie tiene poder para cambiar la naturaleza del sacerdocio y nadie lo tendrá nunca, aunque las formas de ejercerlo deban necesariamente tener en cuenta los cambios de la sociedad actual y la grave crisis vocacional que estamos viviendo».
La figura del sacerdote ha perdido prestigio
En Francia, la institución eclesial y con ella la figura del sacerdote, ya no es reconocida, señaló Parolin, ha perdido todo prestigio, toda autoridad natural, a los ojos de la mayoría de la gente, e incluso está desgraciadamente empañada. Por tanto, ya no se puede contar con los sacerdotes para encontrar audiencia entre la gente. «La única forma posible de llevar a cabo la nueva evangelización que pide el Papa Francisco, para que todos puedan tener un encuentro personal con Cristo (cf. Evangelii gaudium, Introducción, III), es adoptar un estilo pastoral de cercanía, compasión, humildad, gratuidad, paciencia, mansedumbre, entrega radical a los demás, sencillez y pobreza. Un sacerdote que conoce el "olor de sus ovejas" (Misa Crismal, 28 de marzo de 2013) y que camina con ellas, a su ritmo. Así es como el sacerdote tocará el corazón de sus fieles, se ganará su confianza y los pondrá cara a cara con Cristo. Esto no es nada nuevo, por supuesto; innumerables sacerdotes santos han adoptado este estilo en el pasado, pero hoy se ha convertido en una necesidad so pena de no ser creíbles ni escuchados».
Amar a Jesús más que nada
Como consejo, Parolin les dijo que para afrontar esta forma de vida tan exigente, a veces dura perfección sacerdotal, y poder afrontar los retos y tentaciones que encontrarán en el camino, deberán, como única solución, alimentar una relación personal fuerte, viva y auténtica con Jesús.
«Amen a Jesús más que a nada, dejen que su amor les baste, y saldrán victoriosos de cada crisis y de cada dificultad. Porque si Jesús me basta, no tengo necesidad de grandes consuelos en el ministerio, ni de grandes éxitos pastorales, ni de sentirme el centro de amplias redes relacionales; si Jesús me basta, no tengo necesidad de afectos desordenados, ni de notoriedad, ni de tener grandes responsabilidades, ni de hacer carrera, ni de brillar a los ojos del mundo, ni de ser mejor que los demás; si Jesús me basta, no tengo necesidad de grandes posesiones materiales, ni de disfrutar de las seducciones del mundo, ni de seguridad para mi futuro. Si, por el contrario, sucumbo a una de estas tentaciones o debilidades, entonces Jesús no me basta y me falta amor».
Por eso, queridos seminaristas, "fiel es Dios, que los ha llamado a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo, Señor nuestro" (1 Cor 1, 3-9). Vuestra primera preocupación ha de ser siempre responder a esta llamada y reforzar vuestra unión con Aquel que se digna hacerlos sus amigos (cf. Jn 15, 15). Él es fiel y será vuestra mayor alegría. Y sólo puedo recomendarlos, como maestra espiritual, a santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, en este 150 aniversario de su nacimiento, Doctor in scientia amoris, cuya admirable doctrina tienen el privilegio de poder leer en su lengua original. Ella, que "respiraba" incesantemente el Nombre de Jesús, su "único amor" (cf. Es confianza, n. 8), los guiará por el camino de la confianza que los sostendrá cada día y los hará estar ante la mirada del Señor cuando los llame a sí (cf. Ibid, n. 3)
El Papa Francisco los encomienda a ustedes y a todos los miembros de vuestras comunidades de seminaristas, a su intercesión y a la protección de Nuestra Señora de la Asunción, Patrona de Francia. Les imparte de todo corazón su bendición apostólica.
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