No olvidemos a los pequeños a los que les han robado su infancia
Alessandro De Carolis – Ciudad del Vaticano
"He aquí que yo hago nuevas todas las cosas" es el título de la Jornada Mundial de los Niños – convocada por primera vez por el Papa para finales del próximo mes de mayo – y no hay nada nuevo que no pueda asociarse a un niño y a su forma transparente de mirar el mundo. Pero hay demasiados de esos ojos que han visto y ven el mal más cruel y necesitan ser compensados por la inocencia que les ha sido arrebatada.
Víctimas de la crueldad
Es un llamamiento que Francisco dirige a los más pequeños, que los días 25 y 26 de mayo estarán por millares en Roma para el primer acontecimiento internacional dedicado a ellos. Un llamamiento a ser ante todo solidarios con los que no pueden estar allí porque son prisioneros de situaciones inhumanas.
No olvidemos a los que, siendo aún tan pequeños, luchan ya contra la enfermedad y la penuria, en el hospital o en casa, a los que son víctimas de la guerra y la violencia, a los que padecen hambre y sed, a los que viven en la calle, a los que se ven obligados a ser soldados o a huir como refugiados, separados de sus padres, a los que no pueden ir a la escuela, a los que son víctimas de bandas criminales, de la droga o de otras formas de esclavitud, de abusos. En definitiva, todos esos niños cuya infancia les sigue siendo cruelmente robada.
Los pequeños pasos cambian el mundo
"Todos son importantes", escribe Francisco, y todos somos "hijos y hermanos", eslabones "de una larguísima cadena, que se extiende desde el pasado hasta el futuro y cubre toda la tierra". Por eso, subraya, "les recomiendo que escuchen siempre con atención las historias de los adultos: ¡de sus madres, padres, abuelos y bisabuelos!". Y, sobre todo, escuchar al primero de los amigos.
Con Jesús, podemos soñar con una nueva humanidad y comprometernos con una sociedad más fraterna y solidaria, empezando por cosas sencillas, como saludar a los demás, pedir permiso, disculparse, dar las gracias. El mundo se transforma ante todo con pequeñas cosas, sin avergonzarse de dar sólo pequeños pasos.
La amistad no tiene miedo ni prejuicios
El Papa también se detiene en el valor del compartir. Felices, dice a los niños, nunca se puede estar solos porque "la alegría crece en la medida en que se comparte". Porque cada uno, recuerda, es un don para los demás y es hermoso "divertirse, todos juntos, sin dejar a nadie atrás", pero si estos dones, subraya, no se utilizan para estar juntos "estaremos siempre insatisfechos y nunca seremos suficientes".
La belleza está en el rostro de los niños
En la última parte del mensaje Francisco confía "un secreto importante" y es que "para ser verdaderamente felices hay que rezar mucho, y todos los días", porque la oración "nos conecta directamente con Dios, llena nuestro corazón de luz y calor y nos ayuda a hacer todo con confianza y serenidad".
El Papa recomienda hacerlo de manera especial con el Padrenuestro, recitado mañana y tarde en familia "no como una fórmula" sino pensando en las palabras enseñadas por Jesús que, asegura, "nos llama y quiere que seamos protagonistas con Él de esta Jornada Mundial, constructores de un mundo nuevo, más humano, justo y pacífico". Y concluye sugiriendo él mismo una oración:
- Ven, Espíritu Santo,
- muéstranos tu belleza
- que se refleja en los rostros
- de las niñas y los niños de la tierra.
- Ven, Jesús,
- que haces nuevas todas las cosas,
- que eres el camino que nos conduce al Padre,
- ven y quédate con nosotros.
- Amén.
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