El Papa a reclusas en Venecia: Miren siempre hacia el horizonte
Sebastián Sansón Ferrari - Ciudad del Vaticano
"Todos somos hermanos, todos, y nadie puede negar al otro, nadie". Con estas palabras espontáneas comenzó el breve saludo del Papa Francisco a las ochenta reclusas de la cárcel femenina de la Giudecca, en Venecia, donde se instaló el Pabellón de la Santa Sede durante la Bienal de Arte 2024. Se trata del primer compromiso público en la agenda del Pontífice en la ciudad lagunar, a la que llegó a las 7:55 tras despegar del helipuerto del Vaticano a las 6:32.
En su mensaje, expresó el deseo de vivir dicho momento no tanto como una "visita oficial" del Papa, sino como un encuentro en el que, por la gracia de Dios, nos regalamos tiempo, oración, cercanía y afecto fraterno. "Hoy todos saldremos más enriquecidos de este patio, quizá el que salga más enriquecido sea yo, y el bien que intercambiaremos será precioso", afirmó.
"Es el Señor quien nos quiere juntos en este momento, habiendo llegado por caminos diferentes, algunos muy dolorosos, también a causa de errores de los que, de diversas maneras, cada uno lleva heridas y cicatrices", aseguró. "Y Dios nos quiere juntos porque sabe que cada uno de nosotros, aquí, hoy, tiene algo único que dar y que recibir, y que todos lo necesitamos. Cada uno de nosotros tiene su singularidad, tiene un don y esto es ofrecerlo, compartirlo", puntualizó.
El Sucesor de Pedro reconoció que "la cárcel es una dura realidad", y precisó que "problemas como el hacinamiento, la falta de instalaciones y recursos y los episodios de violencia generan mucho sufrimiento en ella". Sin embargo, observó que "también puede convertirse en un lugar de renacimiento, tanto moral como material, en el que la dignidad de mujeres y hombres no se encierre 'en celdas de aislamiento', sino que se promueva mediante el respeto mutuo y el desarrollo de talentos y capacidades, tal vez adormecidos o aprisionados por las vicisitudes de la vida, pero que pueden resurgir para el bien de todos y que merecen atención y confianza". Y en esta línea, apartándose por un momento del texto, exclamó: "Nadie le quita la dignidad a una persona, ¡nadie!".
Entonces, paradójicamente, prosiguió, "la permanencia en una prisión puede marcar el comienzo de algo nuevo, a través del redescubrimiento de bellezas insospechadas en nosotros mismos y en los demás, como simboliza el acontecimiento artístico que ustedes acogen y a cuyo proyecto contribuyen activamente; puede llegar a ser como una obra de reconstrucción, en la que uno puede mirar y evaluar con valentía su propia vida, eliminar lo que no es necesario, lo que estorba, perjudica o es peligroso, elaborar un proyecto y volver a empezar cavando cimientos y volviendo atrás, a la luz de las propias experiencias, para poner ladrillo sobre ladrillo, juntos, con determinación". Por este motivo, consideró fundamental "que el sistema penitenciario también ofrezca a los presos y presas herramientas y espacios de crecimiento humano, espiritual, cultural y profesional, creando las condiciones para su sana reinserción". Asimismo, repitió su llamamiento de no "aislar la dignidad", sino dar nuevas posibilidades.
"No olvidemos -les pidió Francisco- que todos tenemos errores que perdonar y heridas que curar, también yo, y que todos podemos llegar a ser sanados que traen sanación, perdonados que traen perdón, renacidos que traen renacimiento".
Francisco las invitó a renovar hoy, "ustedes y yo, nuestra confianza en el futuro: no cierren la ventana, por favor, miren siempre al horizonte, miren siempre al futuro, con esperanza". A su vez, contó que le gusta pensar "en la esperanza como un ancla, ya saben, que (está) anclada en el futuro y nosotros sostenemos la cuerda en nuestras manos y avanzamos con ella (...) anclados en el futuro".
Continuando con sus palabras llenas de esperanza, el Pontífice las animó a decidir a comenzar cada día diciendo: "hoy es el momento oportuno", "hoy es el día justo" (cf. 2 Co 6,2), "hoy empiezo de nuevo", ¡siempre, para toda la vida!
El Obispo de Roma les agradeció el encuentro y les aseguró su oración por cada una de ellas, les solicitó que recen por él, "pero a favor, no en contra", bromeó con una sonrisa.
Posteriormente, les obsequió un icono de la Virgen: "Este es el regalo que les dejo. Miren, es un poco como la ternura de una madre, y esta ternura que María tiene con todos nosotros, con todos nosotros, es la madre de la ternura. Gracias".
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