Francisco: Tantos jóvenes han perdido el horizonte, démosles esperanza
Patricia Ynestroza - Ciudad del Vaticano
El Papa Francisco recibió a los participantes en el Congreso internacional de pastoral juvenil del Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida, a quienes en primer lugar agradeció por su labor para el éxito de la pasada JMJ de Lisboa.
Jubileo de los jóvenes y JMJ en Seúl
Les recordó los próximos encuentros internacionales, pero, sobre todo, dijo, a acompañar a la pastoral juvenil en el “tiempo ordinario”. En vistas al Jubileo de los jóvenes, el próximo año y el de la JMJ en Seúl dentro de tres años, les expresó su sueño:
Al mencionar el continente donde se realizará la JMJ, dijo que, Asia es un continente joven y vital; sin embargo, muchos jóvenes, sobre todo en las grandes ciudades, sufren la pérdida de la esperanza y se repliegan sobre sí mismos, afirmó, con pocas relaciones y pocos intereses. Y lo mismo sucede en todo el mundo.
Por tanto, los eventos de Roma y de Seúl son las ocasiones, que Dios nos ofrece para decir a todos los jóvenes del mundo: Jesús es esperanza para mí, para ti, para nosotros, para todos, manifestó.
No descuidar la vida cotidiana de los jóvenes
A ellos, el papa les dijo que mientras preparan estos dos grandes eventos, no deben dejar de lado, las “vías ordinarias, es decir, el camino concreto que los jóvenes siguen en la vida cotidiana”.
Este texto del Papa, es un himno a la alegría, el cristiano triste, dijo, es un triste cristiano. La alegría debe ser el alimento del cristiano, su expresión. Al respecto, Francisco señaló algunos elementos que no deben faltar nunca en el trabajo cotidiano de la pastoral juvenil.
Certeza que Dios es amor
En primer lugar, les dijo, ayudar a los jóvenes a tener en el corazón algunas certezas fundamentales, como “Dios es amor”, “Cristo te salva”, “Él vive”, “el Espíritu da vida”. Son certezas que van de la mano de esta otra: La Virgen te quiere porque es Madre.
Ante las noticias negativas que nos asedian, los jóvenes, dijo Francisco, se ven particularmente afectados, pero estas no deben opacar la certeza de que Cristo resucitado está con ellos y es más fuerte que cualquier mal.
Discernimiento espiritual
Otro elemento esencial es el discernimiento espiritual (cf. Christus vivit, 278-298). El discernimiento, señaló, es un arte que han de aprender en primer lugar los agentes pastorales: los sacerdotes y los religiosos, los catequistas, los acompañantes, los propios jóvenes que caminan con otros jóvenes.
El discernimiento es una guía que no quita la libertad, más bien, acompaña. El discernimiento es sinodal, y es que actualmente, prevalece el individualismo. Cada uno va por su propio camino, cada uno atribuye por sí mismo un sentido a la vida, cada uno establece sus valores, sus verdades. En la práctica del discernimiento, en cambio, dijo el Papa, la Iglesia pone a nuestro lado a hermanos y hermanas en la fe para recorrer un camino juntos, no solos, y de esta manera nuestra maduración interior se enriquece mucho más. En este sentido el discernimiento es sinodal.
Escuchar al otro
El Papa, reiteró que, mientras que, “en nuestro mundo todo tiende a ser masificado y uniformado, a los jóvenes, en cambio, hay que acompañarlos personalmente. Cada uno de ellos es único e irrepetible”. Cada uno merece escucha, comprensión y consejos adecuados a su edad, a su madurez humana y espiritual. El discernimiento sólo puede ser personal. Por último, el discernimiento está orientado a la verdad.
Y tras hacer alusión a las mujeres que nos maquillamos, para ser más bellas, recordó que muchos nos maquillamos el alma, para aparecer lo que no somos. Hay que tener mucha atención, ser verdaderos ante los demás, ante Cristo, ante nosotros mismos.
Concluyó diciendo que es importante seguir escuchando a los jóvenes. Se trata de una escucha real, que no se quede “a medias”, o que sea sólo “de fachada”. Los jóvenes no pueden ser instrumentalizados para realizar ideas que ya han decidido otros o que no responden realmente a sus necesidades. No. A los jóvenes hay que confiarles responsabilidades, implicarlos en el diálogo, en la programación de las actividades y en las decisiones. Es necesario hacerles sentir que son parte activa y con pleno derecho en la vida de la Iglesia; y sobre todo que ellos mismos son los primeros anunciadores del Evangelio a sus coetáneos.
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