El Papa propone tres “virtudes sinodales” para una conversión interior
Renato Martinez - Ciudad del Vaticano
“Pensar según Dios, superar toda cerrazón y cultivar la humildad”, fueron las tres “virtudes sinodales” que el Papa Francisco propuso a los participantes en el encuentro anual con los moderadores de las asociaciones de fieles, de los movimientos eclesiales y de las nuevas comunidades promovidas por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, a quienes recibió en audiencia este jueves, 13 de junio, en el Aula del Sínodo del Vaticano.
La sinodalidad una forma permanente de actuar en la Iglesia
A los representantes de 95 realidades de todo el mundo, de las 117 reconocidas por la Santa Sede, que se reunieron para reflexionar sobre la sinodalidad, el Santo Padre les recordó que, el camino sinodal en la Iglesia latina ha sido largo, y que requiere una conversión espiritual, porque sin un cambio interior no se pueden lograr resultados duraderos.
“De hecho, mi deseo es que, después de este Sínodo, la sinodalidad siga siendo una forma permanente de actuar en la Iglesia, a todos los niveles, entrando en el corazón de todos, pastores y fieles, hasta convertirse en un ‘estilo eclesiástico’ compartido”.
Tres virtudes sinodales para la conversión espiritual
Todo esto, sin embargo, afirmó el Papa Francisco, requiere un cambio que debe producirse en cada uno de nosotros, una verdadera conversión y para ello les propuso algunas actitudes, algunas "virtudes sinodales", que se pueden deducir de los tres anuncios de la Pasión en el Evangelio de Marcos (cf. 8,31; 9,31; 10,32-34): pensar según Dios, superar toda cerrazón y cultivar la humildad.
«Tú no piensas según Dios, sino según los hombres» (Mc 8,32)
Al referirse a la primera virtud sinodal, pensar según Dios, el Pontífice dijo que es necesario pasar de un "pensamiento sólo humano" al "pensamiento de Dios", es este el primer gran cambio interior que se nos pide. Y lo propuso al comentar la escena evangélica donde Pedro critica a Jesús después del primer anuncio de la pasión y se opone al plan de Dios.
“En la Iglesia, antes de tomar cada decisión, antes de iniciar cada programa, cada apostolado, cada misión, siempre debemos preguntarnos: ¿qué quiere Dios de mí, de nosotros, en este momento, en esta situación? ¿Lo que tengo en mente, lo que nosotros como grupo tenemos en mente, es verdaderamente el “pensamiento de Dios”?”.
Dios es siempre más grande de las "modas eclesiásticas"
En este sentido, el Pontífice recordó que, el protagonista del camino sinodal es el Espíritu Santo y que Dios es siempre más grande de nuestras ideas, de la mentalidad dominante, de las "modas eclesiásticas" del momento, incluso del carisma particular de nuestro grupo o movimiento.
“Por lo tanto, nunca demos por presupuesto que estamos ‘en sintonía’ con Dios: más bien, siempre tratemos de elevarnos por encima de nosotros mismos para convertirnos a pensar según Dios y no según los hombres. Éste es el primer gran desafío”.
Vencer la tentación del "círculo cerrado"
La segunda virtud sinodal que el Santo Padre indicó fue el de superar toda cerrazón. El Papa al presentar esta actitud sinodal comentó la escena donde Juan se opone a un hombre que practicaba un exorcismo en nombre de Jesús, pero que no era del círculo de los discípulos y advirtió que estemos atentos a la tentación del "círculo cerrado".
“Los Doce habían sido elegidos para ser fundamento del nuevo pueblo de Dios, abierto a todas las naciones de la tierra, pero los Apóstoles no captan este gran horizonte: se repliegan sobre sí mismos y parecen querer defender los dones recibidos del Maestro – curar a los enfermos, expulsar a los demonios, anunciar el Reino – como si fueran privilegios”.
Corremos el riesgo de permanecer prisioneros de los “cercos”
En este aspecto, para no permanecer prisioneros de los “cercos”, el Papa Francisco invitó a los participantes en el encuentro a ir más allá de lo que piensa nuestro "círculo", a dejarse bloquear por el miedo a perder el sentido de pertenencia y la propia identidad, a reconocer la diversidad como una oportunidad, y no como una amenaza.
“La sinodalidad nos pide, en cambio, mirar más allá de las barreras con grandeza de ánimo, para ver la presencia de Dios y su acción también en personas que no conocemos, en nuevos métodos pastorales, en ámbitos de misión en los que nunca antes habíamos participado; nos pide que nos dejemos golpear, incluso ‘herir’ por la voz, la experiencia y el sufrimiento de los demás: de nuestros hermanos en la fe y de todas las personas que están cerca de nosotros”.
La conversión espiritual debe partir de la humildad
Finalmente, la tercera virtud que propuso el Santo Padre fue: cultivar la humildad. Para el Pontífice la conversión espiritual debe partir de la humildad, ya que es la puerta de entrada a todas las virtudes. Y comentando la escena en la que Santiago y Juan piden lugares de honor junto a Jesús, el Papa recuerda que la verdadera grandeza no es ser servido, sino servir, ser servidor de todos.
“En efecto, sólo los humildes logran grandes cosas en la Iglesia, porque los humildes tienen bases sólidas, fundadas en el amor de Dios, que nunca falla y, por tanto, no buscan otros reconocimientos”.
Vivir la sinodalidad es verdaderamente imposible sin humildad
El deseo del Papa Francisco a todas las realidades eclesiales es que este encuentro ayude a valorizar sus carismas, pero en perspectiva eclesial y para ello se necesita una gran humildad. Y esto es fundamental para la construcción de una Iglesia sinodal.
“Sólo la persona humilde valora de hecho a los demás, y acoge con agrado su contribución, sus consejos, su riqueza interior, sacando a relucir no el propio "yo", sino el "nosotros" de la comunidad. Es la persona humilde la que defiende la comunión en la Iglesia, evitando divisiones, superando tensiones, sabiendo dejar de lado incluso las propias iniciativas para contribuir a proyectos compartidos, y esto porque encuentra alegría en el servicio y no frustración o rencor”.
Que este encuentro, concluyó el Santo Padre, les ayuden a potenciar sus respectivos carismas desde una perspectiva eclesial, para dar su generosa y preciosa contribución a la evangelización, a la que todos estamos llamados.
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