Francisco: La diplomacia es un signo de esperanza y paz
Alexandra Sirgant - Ciudad del Vaticano
Desde la Sala Clementina, el Papa Francisco centró su discurso durante la recepción de las cartas credenciales de seis nuevos embajadores ante la Santa Sede, procedentes de Etiopía, Zambia, Tanzania, Burundi, Qatar y Mauritania, en tres palabras que deben guiar el servicio de los diplomáticos: «familia, esperanza y paz».
Centrándose en primer lugar en el concepto «familia», el Santo Padre explicó que aplicar esta imagen a la comunidad internacional era apropiado porque, recordando un pasaje de la encíclica Fratelli tutti, las familias «son el primer lugar donde se viven y transmiten los valores del amor y la fraternidad, de la convivencia y el compartir, del cuidado y la preocupación por los demás» (Fratelli Tutti, 114). «La noble labor de la diplomacia, tanto a nivel bilateral como multilateral, tiene como objetivo promover y reforzar estos valores, porque son indispensables para el desarrollo humano auténtico e integral de cada persona, así como para el progreso de todos los pueblos», continuó. El Pontífice animó a los diplomáticos, así como a sus respectivos gobiernos, «a promover el bien común, a proteger los derechos fundamentales y la dignidad de todos, y a esforzarse por construir una cultura de solidaridad fraterna y de cooperación».
Fortalecer la familia de naciones, una obligación para las generaciones futuras
Citando las guerras en curso en Sudán, Ucrania, Gaza y Haití, Francisco deploró el daño causado al «tejido de la familia de las naciones (...) hoy desgarrado por la tragedia de los conflictos civiles, regionales e internacionales». Al mismo tiempo -añadió el Santo Padre- «somos testigos de las múltiples crisis humanitarias que se derivan de estos conflictos, en particular la falta de acceso a un alojamiento adecuado, alimentos, agua y suministros médicos».
Francisco también pidió que se preste atención a «los problemas de las migraciones forzadas y el creciente número de desplazados internos, la plaga de la trata de seres humanos, los efectos del cambio climático (...) y los desequilibrios económicos mundiales que contribuyen a la pérdida de esperanza, especialmente entre los jóvenes», lo que se refleja en un descenso de la natalidad en algunos países. Para hacer frente a estos desafíos, el Papa instó a los embajadores a entablar «un diálogo clarividente, constructivo y creativo, basado en la honestidad y la apertura, para encontrar soluciones comunes y reforzar los lazos que nos unen como hermanos y hermanas en la familia mundial», teniendo siempre presentes «nuestras obligaciones para con las generaciones futuras».
Los embajadores como «signos de esperanza»
El Obispo de Roma propuso a continuación un segundo término, «esperanza», haciéndose eco del título de la Bula de Convocatoria del Jubileo Ordinario, emitida el jueves 9 de mayo durante las Segundas Vísperas de la Solemnidad de la Ascensión, «Spes non confundit, la esperanza no defrauda». «Ante un futuro incierto, es fácil caer en el desánimo, el pesimismo e incluso el cinismo», subrayó Bergoglio. «Sin embargo, la esperanza nos lleva a reconocer la bondad presente en nuestro mundo y nos da la fuerza necesaria para afrontar los desafíos de nuestro tiempo».
Según el Santo Padre, los embajadores pueden ser «signos de esperanza», porque sus responsabilidades nos recuerdan «que el terreno común, la comprensión mutua y las expresiones concretas de amistad social son posibles». «En este sentido, estoy convencido de que vuestra misión contribuirá no sólo a la consolidación de las buenas relaciones existentes entre vuestras naciones y la Santa Sede, sino también a la construcción de una sociedad más justa y humana, en la que todos sean acogidos y se les ofrezcan las oportunidades necesarias para avanzar juntos por el camino de la fraternidad y de la convivencia pacífica», declaró.
Artesanos de paz
Por último, el Papa recordó la importancia de la paz, definida en el mensaje para la 57ª Jornada Mundial de la Paz, el 1 de enero de 2024, como «el fruto de relaciones que reconocen y acogen al otro en su dignidad inalienable». «Vuestra presencia aquí es un signo elocuente de la determinación de las naciones que representan y de la comunidad internacional en su conjunto para hacer frente a las situaciones de injusticia, discriminación, pobreza y desigualdad que afligen a nuestro mundo y obstaculizan las aspiraciones pacíficas de las generaciones presentes y futuras. Espero que, en el ejercicio de vuestra función de diplomáticos, se esfuercen siempre por ser artífices de paz, los bendecidos por el Todopoderoso», concluyó.
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