El Papa: Tocar y asistir a un pobre es un “sacramental” en la Iglesia
Isabella Piro – Ciudad del Vaticano
Cercanía, compasión y ternura. El Papa Francisco recordó en primer lugar estas “tres cosas de Dios” a los cerca de setenta miembros del Foyer Notre-Dame des Sans-Abri y de la Asociación Amis de Gabriel Rosset, recibidos en audiencia este 13 de noviembre en el Vaticano, poco antes de la Audiencia General.
El encuentro se llevó a cabo en ocasión del 50º aniversario de la muerte de Rosset, fundador de los dos organismos que se dedican al cuidado de las personas sin hogar y de todos aquellos que viven en los márgenes de la sociedad: mujeres solas, jóvenes en dificultad, ancianos sin ayuda. “Los más pobres entre los pobres”, los definió el Papa, cuyo clamor debe ser escuchado y ante quienes no hay que dar vuelta la cara, ni cerrar los ojos.
Tocar a un pobre, asistir a un pobre es un “sacramental” en la Iglesia. Ustedes son artesanos de la misericordia y de la compasión de Dios: acompañando a las personas sin techo, dan un rostro concreto al Evangelio del amor. Ofreciéndoles un refugio, una comida, una sonrisa, tendiendo sus manos sin miedo de ensuciarlas, les restituyen la dignidad y su compromiso toca el corazón de nuestro mundo, a menudo indiferente.
Misericordia y compasión, señales de la ternura de Dios
Exhortando a los presentes a “ponerse en la escuela” de la Virgen María, Aquella que “extiende sus brazos para acoger a todos, porque todos tienen un lugar cerca de Cristo”, el Papa subrayó:
Misericordia y compasión, fraternidad y apertura, mano tendida y rechazo de la cultura del descarte: es en estos gestos concretos de amor que la Iglesia se vuelve un signo vivo de la ternura de Dios para todos sus hijos.
Devolver dignidad y esperanza a los marginados
“Mujer de vida interior… disponible a las sorpresas de Dios”, continuó diciendo el Papa. La Virgen María responde, pero sobre todo “anticipa” las necesidades de los hermanos y hermanas vulnerables, sin tener miedo de “tocar el sufrimiento del mundo”.
De ahí el aliento conclusivo del Papa dirigido a los presentes, para que lleven a cabo su servicio “con la fuerza del amor”:
Permitan a tantos hombres y mujeres reencontrar su dignidad y su esperanza, también en medio de las pruebas.
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