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Como María, acojamos la invitación a proteger la vida, a cuidar las vidas heridas

El término «nacido de mujer», contenido en la segunda lectura de la Carta de San Pablo a los Gálatas, guió la homilía de Francisco en la Misa celebrada con ocasión de la Solemnidad de María Santísima y de la Jornada Mundial de la Paz.

Bianca Fraccalvieri – Ciudad del Vaticano

En la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, día en que la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Paz, el Papa presidió la Santa Misa en la Basílica de San Pedro.

Al comienzo de un nuevo año, dijo Francisco, es hermoso poder elevar la mirada de nuestro corazón a María. Al abrirse la Puerta Santa para comenzar el Jubileo, «hoy se nos recuerda que María es la puerta a través de la cual Cristo entró en este mundo».

El Apóstol Pablo resume este Misterio diciendo que «Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer». Y a estas palabras - «nacido de mujer»- dedicó el Pontífice su homilía.

En primer lugar, esta expresión nos remite a la Navidad: el Verbo se hizo carne.

Hoy en día, «existe una tentación que atrae a muchas personas y puede seducir también a muchos cristianos: imaginar o fabricarnos un Dios "abstracto", vinculado a una vaga idea religiosa, a alguna agradable emoción pasajera. En cambio, ha nacido de una mujer, tiene un rostro y un nombre, y nos llama a mantener una relación con Él». Es uno de nosotros: por eso puede salvarnos.

La expresión «nacido de mujer» habla también de la humanidad de Cristo, para decirnos que se revela en la fragilidad de la carne. Y a lo largo de su vida, Jesús confirma la opción de Dios por la pequeñez y el ocultamiento. «Él no cederá nunca al esplendor del poder divino para realizar grandes signos e imponerse sobre los demás como le había sugerido el diablo, sino que revelará el amor de Dios en la belleza de su humanidad, habitando entre nosotros, compartiendo la vida ordinaria hecha de fatigas y de sueños, mostrando compasión por los sufrimientos del cuerpo y del espíritu».

 

Al dar a luz a Jesús, dijo también el Papa, María nos recuerda que el lugar privilegiado donde podemos encontrarlo es ante todo nuestra vida, nuestra frágil humanidad y la de quienes pasan a nuestro lado cada día.

Al invocarla como Madre de Dios, afirmamos que Cristo es el Salvador del mundo, pero podemos encontrarlo y debemos buscarlo en el rostro de cada ser humano.

«Confiémosle, entonces, este nuevo año que comienza a María, Madre de Dios, para que también nosotros aprendamos como Ella a encontrar la grandeza de Dios en la pequeñez de la vida», afirmó Francisco. «Para que aprendamos a cuidar a toda criatura nacida de mujer, sobre todo protegiendo el don precioso de la vida».

En esta Jornada Mundial de la Paz, prosiguió, todos estamos llamados a acoger esta invitación: proteger la vida, hacernos cargo de la vida herida, dignificar la vida de cada «nacido de mujer» es la base fundamental para construir una civilización de paz.

«Por este motivo, pido un compromiso firme para promover el respeto de la dignidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, para que toda persona pueda amar la propia vida y mirar al futuro con esperanza», exhortó el Pontífice, citando su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2025 de este año.

Encomendémosle este nuevo año jubilar a María, añadió el Papa, entregándole nuestros interrogantes, preocupaciones, sufrimientos, alegrías y todo lo que llevamos en el corazón. «Confiémosle el mundo entero, para que renazca la esperanza y para que finalmente florezca la paz en todos los pueblos de la tierra».

 

Concluyendo su homilía, Francisco recordó que en Éfeso, cuando los obispos entraron en la iglesia, los fieles, con báculos en la mano, gritaban: «¡Madre de Dios!».

«Hoy no tenemos báculos, sino un corazón de niño, una voz. Así que, todos juntos, saludemos a la Santa Madre de Dios», pidió el Santo Padre, invitando a la asamblea a repetir tres veces las palabras «¡Santa Madre de Dios!».

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01 enero 2025, 11:38