Peregrinación de los militares italianos a la tumba de su Patrono
María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
“En esta Eucaristía, en la que venimos como peregrinos a la tumba de San Juan XXIII, deseamos implorar por la Iglesia, por Italia y por el mundo, el don de la paz al que el corazón de aquel gran Pontífice anhelaba con vibrante ardor y que él ciertamente encomendaría a ustedes, militares del Ejército Italiano”. Con estas palabras comenzó su homilía el Cardenal Pietro Parolin recordando, al mismo tiempo: “Nos encontramos en la Basílica de San Pedro, de la que podríamos decir que fue la última ‘casa’ de Angelo Giuseppe Roncalli.
Sí, porque como recordó el Secretario de Estado de Su Santidad, “precisamente desde aquí se elevó con fuerza su grito de paz, llegando a los pueblos de todo el mundo, a los hombres y a las mujeres de buena voluntad, de toda latitud y de todo credo”. Además, el Purpurado destacó que la paz representó el contenido de numerosos discursos, intervenciones y homilías de este Papa que vehiculaba mediante sus gestos, sus elecciones pastorales, su capacidad de relación y esa modalidad peculiar con la que entraba en contacto con las personas.
De ahí que el Cardenal Parolin haya afirmado que “la paz ha permanecido casi como la palabra conclusiva de su Pontificado y de su existencia, con la Encíclica “Pacem in Terris”, un documento que – dijo – “no ha perdido nada de su importancia y de su actualidad”.
El anhelo de paz no es algo improvisado
Al mismo tiempo el Purpurado explicó que este anhelo de paz “no es algo improvisado”, sino que venía desde lejos, desde su experiencia familiar, de orígenes humildes, junto a la intensa vivencia de comunidad en aquel pequeño burgo de Sotto il Monte, lugar que hoy – recordó – lleva su nombre, y sin olvidar la fuerte experiencia que vivió en el ámbito militar, puesto que fue primero soldado y después joven capellán.
Y al destacar la necesidad que tenía este Pontífice de estar presente donde se vive la cotidianidad, la vida pública y el compromiso social, descubriendo toda realidad como lugar al que evangelizar y del que dejarse evangelizar, el Cardenal Parolin afirmó que esta idea constituyó “la fuerza profética del Concilio Vaticano II y sostuvo siempre la vida de Angelo Giuseppe Roncalli.
Defensa eficaz de la vida
Con la Doctrina Social de la Iglesia, el Cardenal aludió a una defensa eficaz de la vida que – dijo – “exige además que sea promovida una visión del papel de los militares como verdaderos y propios paladines de los valores antropológicos que sostienen y reafirman la dignidad humana”. Por esta razón – añadió – es fundamental que ustedes preserven esos valores, que ciertamente caracterizan al Ejército Italiano, llegando a ser cada vez más un ejemplo también en el ámbito internacional.
De ahí que haya recordado que su obra de defensa de la vida humana es hoy en día cada vez más amplia y necesaria en una realidad nacional que pide seguridad y que se evite el riesgo de recaer en formas de intolerancia y de miedo, en el racismo o la xenofobia.
Guía afectuosa, protección paterna y ejemplo luminoso de su Patrono
En todo este camino – concluyó diciendo en su homilía el Cardenal Parolin – pueden contar con la guía afectuosa, la protección paterna y el ejemplo luminoso de su Patrono, San Juan XXIII, que supo unir el amor a la Patria con el amor a la paz, a partir de un sólido enraizamiento en la fe, cultivando el arte del diálogo entre las culturas y las religiones, dirigiendo su atención y cuidado a toda pequeña persona y, al mismo tiempo, haciéndose escuchar también por los grandes y poderosos de la tierra.
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