II predicación de Cuaresma: “La Caridad no tenga ficciones”
Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano
El viernes 2 de marzo, en torno a las 9 de la mañana en la Capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico Vaticano, el Padre Raniero Cantalamessa impartió su segunda predicación de Cuaresma inspirada en la llamada universal a la santidad que propone el Concilio Vaticano II, concretamente en Lumen gentium, una de sus constituciones dogmáticas.
En las fuentes de la santidad cristiana
El predicador destaca la preocupación general del Concilio por volver a las fuentes bíblicas y patrísticas, superando, también en este campo; el planteamiento escolástico dominante durante siglos.
Se trata, por tanto, de tomar conciencia de esta visión renovada de la santidad y hacerla pasar a la práctica de la Iglesia, es decir, a la predicación, a la catequesis, a la formación espiritual de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa.
Y para consolidar esta idea, cita el número 40 de Lumen Gentium: «Los seguidores de Cristo, llamados por Dios no en razón de sus obras, sino en virtud del designio y gracia divinos y justificados en el Señor Jesús, han sido hechos por el bautismo, sacramento de la fe, verdaderos hijos de Dios y partícipes de la divina naturaleza, y, por lo mismo, realmente santos. En consecuencia, es necesario que con la ayuda de Dios conserven y perfeccionen en su vida la santificación que recibieron».
Asimismo, el padre Cantalamessa explica que una de las mayores diferencias entre la visión bíblica de la santidad y la de la escolástica está en el hecho de que las virtudes no se basan tanto en la «recta razón» (la recta ratio aristotélica), sino en el kerigma; ya que ser santo no significa seguir la razón (¡a menudo implica al contrario!), sino seguir a Cristo.
En consecuencia, la santidad cristiana es esencialmente cristológica: consiste en la imitación de Cristo y, en su cumbre —como dice el Concilio—en la «perfecta unión con Cristo».
El camino de las virtudes cristianas que indica San Pablo
Y en ese “peregrinar hacia la santidad”en el que se aventura todo cristiano, el padre Cantalamessa explica que la síntesis bíblica más completa y más compacta que nos guía hacia una santidad basada en el kerigma, es la trazada por san Pablo en la parte parenética de la Carta a los Romanos (cap. 12-15); ya que en ella se enumeran todas las principales virtudes cristianas, o “frutos del Espíritu”: el servicio, la caridad, la humildad, la obediencia, la pureza.
Virtudes que no deben ser cultivadas sólo por su propia esencia, sino como necesarias consecuencias de la obra de Cristo y del bautismo.
La verdadera caridad cristiana es el amor sincero
El Predicador propone centrarse en la virtud de la caridad con el fin de captar el alma que unifica todas estas recomendaciones, la idea de fondo, o, mejor dicho, el «sentimiento» que Pablo tiene sobre “el acto caritativo”, y para ello parte de un fragmento de la Carta a los Romanos: «Que vuestro amor no sea fingido; amaos cordialmente unos a otros, cada cual estime a los otros más que a sí mismo...» (Rm 12,9ss).
«¡Que vuestro amor no sea fingido!». No es una de tantas exhortaciones, sino la matriz de la que derivan todas las demás. “Contiene el secreto de la caridad”, añade Cantalamessa, recordando que cuando amamos «desde el corazón», es el amor mismo de Dios «derramado en nuestro corazón por el Espíritu Santo» (Rom 5,5) el que pasa a través de nosotros.
La caridad fuera y dentro de nosotros
El predicador continúa su discurso destacando que el Apostól Pablo, además de explicarnos en qué consiste la verdadera caridad cristiana, muestra cómo este «amor sincero» debe traducirse en actos en las situaciones de vida de la comunidad: la primera, se refiere a las relaciones ad extra de la comunidad, es decir, con los de fuera; la segunda, las relaciones ad intra, entre los miembros de la misma comunidad.
En cuanto a la primera relación con el mundo externo, es fundamental preservar la fe a pesar de los múltiples obstáculos que se presenten en el camino, sin reservar rencores ni odios a quienes nos persigan, maldigan o nos juzguen; ya que como dice San Pablo “en la medida de lo posible y en lo que dependa de vosotros, manteneos en paz con todo el mundo”.
En cuanto al segundo gran campo de ejercicio de la carida, que decíamos, hace referencia a las relaciones dentro de la comunidad, en concreto, cómo gestionar los conflictos de opiniones que surgen entre sus diversos componentes, Cantalamessa propone el capítulo 14 de la Carta de San Pablo a los Romanos.
«Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú, ¿por qué desprecias a tu hermano? […] Dejemos, pues, de juzgarnos unos a otros; cuidad más bien de no poner tropiezo o escándalo al hermano» (Rom 14,10.13).
En ambas dimensiones se deduce, por tanto; que cada uno está invitado a examinarse a sí mismo para ver qué hay en el fondo de su elección a la hora de practicar la caridad, tanto dentro como fuera de su comunidad y comprender, “si verdaderamente con nuestros actos buscamos el señorío de Cristo, su gloria, su interés, o por el contrario, perseguimos la afirmación, del propio «yo» y su poder.
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