Gabriella Gambino: Custodiar la vida humana sobre todo en su fragilidad
Alessandro Gisotti – Ciudad del Vaticano
El papel de los laicos al servicio de la Santa Sede, la actualidad del "genio femenino" en la Iglesia, el delicado tema de la bioética. Estos son los puntos clave abordados por Gabriella Gambino, subsecretaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida en esta entrevista con Vatican News. Cincuenta años, casada y madre de cinco hijos, experta al nivel internacional de bioética, Gambino fue nombrada en su encargo por el Papa Francisco el 7 de noviembre.
R.- Sin duda significa un espíritu de dedicación y obediencia a la Iglesia y también a dejarme guiar en esta misión absolutamente inesperada que me ha sido confiada, dejarme guiar por Dios. Siendo esposa y madre, busco conciliar, juntar los delicados equilibrios entre familia y trabajo que son aún más complejos ahora. Por lo tanto esto significa ser consciente cada día de que tengo que tener una fe concreta, confiar en Dios porque, si no, ¡sola podría hacer muy poco!
Usted es una madre y una esposa, de hecho, lo subrayaba. ¿Esto ayuda a su servicio en un dicasterio que se ocupa precisamente de los laicos, de vida y familia?
R.- Creo que nosotros, los fieles laicos, como discípulos de Cristo, debemos ponernos al servicio de la Iglesia a partir de aquella que es nuestra vocación específica. Por lo tanto, el hecho de ser laicos, que viven plenamente el Sacramento del matrimonio y paternidad y maternidad que deriva, debe ser una riqueza y un valor añadido dentro de la Iglesia. Concretamente, ¿qué significa? Como madre de una familia numerosa, por ejemplo, aprendí a organizar, a planificar, cierto, no a prever todo, porque con tantos niños es imposible. Y creo que esto también es importante en el lugar de trabajo. Entonces, por ejemplo, crear espacios... Ser capaz de distinguir cosas urgentes de cosas importantes, ¡porque no todo lo que es urgente es importante! Saber pues poner en el centro las necesidades de las personas. Y luego creo que, tal vez, también desde mi experiencia de vida conyugal, la virtud de la paciencia sea una virtud importante también en un dicasterio como éste donde se iniciando procesos.
Cada vez más mujeres asumen roles importantes en el Vaticano: ¿qué aporta según usted, el "genio femenino" a la vida y a la actividad de la Santa Sede?
R. – En primer lugar, partiría de una premisa. Creo que la mujer es sobre todo madre: esto significa que es constitutivamente capaz de generar, no sólo biológicamente sino sobre todo moral y espiritualmente. Esto comporta que hacer entrar mujeres en la Iglesia, en un contexto como el de la Santa Sede, que todavía es muy masculino, permite hacer entrar el principio maternal, lo que significa dos cosas. En primer lugar, centrar la atención en el tema de la fragilidad humana que debe ser captada y protegida. En segundo lugar, también, remover un poco esa tendencia al alto rendimiento que en cambio debe dar lugar a la posibilidad para el hombre de sentirse hijo, de sentirse regenerado en su identidad filial, porque en el fondo la presencia de una mujer como madre también sirve para recordar, a cada uno de nosotros, que en el origen de nuestra vida hay un padre y, por lo tanto, le recuerda al ser humano que en el origen de su existencia hay un Padre que lo ha deseado, amado y generado.
Usted tiene una larga experiencia en el campo de la bioética. ¿Qué es lo más importante para la Iglesia hoy en este delicado tema?
R. - Hoy la Iglesia está afrontando desafíos inéditos, en el ámbito de la bioética en general y en particular de la vida, la sexualidad, el matrimonio y la familia, cómplices también las legislaciones de todo el mundo que reducen los espacios para elaborar el sentido de vida, de frente, principalmente, a estos desafíos que vienen de la tecnología, la ciencia, la medicina ... Así que creo que es importante concentrarnos hoy, en primer lugar, en el tema de la fragilidad que es el núcleo de la reflexión bioética. Volver a poner en el centro la fragilidad de la existencia humana en todas las dimensiones, por lo tanto no sólo el inicio y el final, sino también todo aquello que está en las diversas etapas cruciales de la vida humana. Pensamos en la infancia, en la fase de procreación, de generación de la vida; en la enfermedad, en la fase anciana de la vida... Y luego significa urgencia de formar conciencias, en primer lugar formar a los formadores e, in primis, diría las mujeres, porque son quienes más directamente forman a sus hijos y a sus hombres. Esta dimensión es fundamental a fin de que de verdad cada ser humano pueda llegar a ser capaz de custodiar la vida humana y pueda hacerse anunciador del valor inestimable de cada vida humana.
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