Fisichella: pena de muerte, cambio en continuidad con el magisterio
Fabio Colagrande – Ciudad del Vaticano
La nueva formulación del Catecismo de la Iglesia Católica que considera inadmisible la pena de muerte, querida por el Papa Francisco con un Rescripto publicado el 2 de agosto, representa “un verdadero progreso dogmático”. Lo afirma – en un artículo publicado en el periódico de la Santa Sede, “L’Osservatore Romano” – el Arzobispo Rino Fisichella, Presidente del Consejo Pontificio para la promoción de la nueva evangelización, el Dicasterio que tiene competencia precisamente en materia de catequesis. Según el prelado, el nuevo contenido – aun “en continuidad con el magisterio precedente” – muestra cómo el depósito de la fe debe ser custodiado, y también hecho progresar.
“El nuevo texto del Catecismo muestra un interesante desarrollo porque hasta el precedente – tanto el de 1992 como el de 1997 que era l’editio typica – con respecto al tema de la pena de muerte se admitía aún su posibilidad y licitud. Ahora, en cambio, el Papa Francisco – en continuidad con el magisterio de Juan Pablo II y del Papa Benedicto – acepta aclarar ulteriormente el argumento haciendo que se realice un paso ulterior. Y este paso, ‘a la luz del Evangelio’, hace comprender que la pena de muerte es inadmisible. Y, por lo tanto, usa palabras claras, netas, que no dejan ningún tipo de equívocos sobre esta enseñanza”.
A la pregunta acerca de si entonces podemos hablar de un verdadero progreso de un contenido de la fe, el Arzobispo responde:
“¡Absolutamente sí! Sobre todo si esto se lo considera en el nuevo contexto que el Papa Francisco presenta, es decir, la dignidad de la persona. Aquí es necesario notar que hay un cambio por parte del Catecismo. Primero, el objetivo era el de defender a las personas que, a causa de instrumentos que aún no estaban puestos a punto, podían padecer violencia por parte de un terrorista. Ahora, por el cambio de perspectiva, el objetivo ya no es la defensa de las personas; no porque esto no permanezca como un principio fundamental en la moral católica, sino en cuanto es superado por los nuevos sistemas, incluso de detención, que tienen a disposición los Estados democráticos y no sólo”.
“Ahora – prosigue Mons. Rino Fisichella – la perspectiva es la de la dignidad de la persona. Lo que el Papa Francisco hace que se realice es la superación de una visión restrictiva porque afirma que a nadie se le puede quitar la posibilidad de una rehabilitación, por lo tanto de una reintegración, incluso en el tejido social. Esto comporta, obviamente, la capacidad por parte del Estado de favorecer esta dimensión y, por lo tanto, también por parte del culpable – no olvidemos que, cuando la autoridad legítima emite una sentencia de pena de muerte, significa que se trata de un crimen gravísimo – debe existir un empeño para rehabilitarse. Esto porque, a pesar del crimen gravísimo, debe existir siempre, en esta perspectiva, una apertura que es fuente de esperanza, precisamente con respecto a la dignidad de toda persona. A nadie se le puede quitar la posibilidad de comenzar de nuevo una vida nueva. Y nosotros debemos decir que así como hay tantos ejemplos de reincidencia en el crimen, hay igualmente otros tantos ejemplos – ¡y damos gracias al Señor por esto! – de conversión, de rehabilitación y de reconciliación entre el culpable y las víctimas o los familiares de las víctimas”.
Ante la pregunta más general, de si esta decisión del Papa demuestra que custodiar el depositum fidei non significa, como el mismo Arzobispo Fisichella ha escrito, “momificarlo”, el mismo Presidente del Consejo Pontificio para la promoción de la nueva evangelización respondió:
“¡Absolutamente no! El Papa Francisco había dicho hace un año, en aquel congreso organizado por el Pontificio Consejo para la nueva evangelización – que, no olvidemos, es responsable del Catecismo de la Iglesia católica y, por lo tanto, también llamado como su tarea específica a la promoción del Catecismo, a la utilización del Catecismo y también a hacer de modo que el Catecismo, aun presentando la doctrina de siempre, corresponda a las exigencias nuevas del contemporáneo – en aquel discurso, del 11 de octubre del año pasado, el Papa Francisco había dicho que la tradición no es como una manta puesta bajo naftalina. La tradición está viva, por su misma naturaleza. Ésta es la enseñanza del Concilio. Ésta es también la comprensión de la tradición y que la tradición da de sí misma”.
“Hay una bella expresión inglesa – añade – ‘fly in ambra’, que dice que la tradición no es una mosca que se inserta en el ámbar, en esta resina que la conserva así. Y esto querría decir destruir la tradición. La tradición, si no está viva, si no se la mantiene viva por un magisterio siempre vivo, como insiste la Dei Verbum, la Constitución dogmática sobre la Revelación, ya no es la tradición. Por lo tanto, pienso que estamos ante una consideración notable, importante. Se da un paso verdaderamente decisivo que ayudará también al compromiso de los católicos en la vida social y política de los propios países”.
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