Mons. Gallagher: “los desafíos a los DD. HH. exigen una solución integral”
Renato Martinez – Ciudad del Vaticano
“Esta es una ocasión propicia para impulsar aquella fe en los derechos humanos fundamentales, en la dignidad y en el valor de la persona humana, en la igualdad de los derechos del hombre y de la mujer”, lo dijo Mons. Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede en su intervención en el Simposio sobre “Desarrollo humano integral y universalidad de los derechos en un contexto multilateral”, organizado por el Consejo de Europa con ocasión del 70° Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, este 10 de septiembre en Estrasburgo.
Santa Sede y Derechos Humanos
En su intervención, Mons. Gallagher recordó que este Simposio forma parte de una serie de eventos que la Santa Sede está promoviendo para celebrar los 70° años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y que concluirán con la Conferencia Internacional que se desarrollará en el Vaticano en el mes de diciembre, el mismo que es organizado por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
“Para la Santa Sede – afirmó Mons. Gallagher – el 70° Aniversario de la Declaración Universal es una oportunidad para reafirmar su compromiso al servicio de la causa del hombre, en un contexto en el que el precioso patrimonio de los derechos humanos, que la Comunidad Internacional había proclamado solemnemente como fundamento de un nuevo orden tras los horrores de la guerra, se presenta seriamente cuestionado, tanto en la teoría como en la práctica”. Si hemos elegido como tema de este coloquio “El desafío de la universalidad”, dijo el Secretario para las Relaciones con los Estados, es porque creemos que la universalidad de los derechos representa la cuestión crucial de nuestro tiempo, un verdadero tema stantis aut cadentis, sobre el que se juega la posibilidad de que los derechos humanos sigan marcando el horizonte común para la construcción de nuestras sociedades.
Tres grandes desafíos
En el presente contexto histórico, señaló Mons. Gallagher, se presentan tres grandes desafíos que impiden el reconocimiento de la universalidad de los derechos humanos.
Refiriéndose al primer desafío a la universalidad de los derechos, el Prelado señaló que, es el que resulta del modelo de desarrollo social que estamos siguiendo, tanto a nivel de las economías avanzadas como a nivel mundial. “En general – precisó – estamos asistiendo a una crisis en la aplicación de los derechos sociales que afecta especialmente a las personas en situación de vulnerabilidad y que en muchos casos corre el riesgo de empañar la dignidad de la persona humana. Incluso a nivel mundial, a pesar del crecimiento general de la economía mundial, poblaciones enteras siguen sumidas en la miseria, agravada por el hecho de que la revolución comunicativa las ha puesto en condiciones de observar de cerca cómo otros pueblos se sientan cómodamente en el banquete de la opulencia”.
Un segundo desafío a la universalidad de los derechos, explicó Mons. Gallagher, proviene del creciente pluralismo cultural que experimentamos en nuestras sociedades. “Hoy en día – subrayó – este pluralismo parece estar cambiando. Por un lado, asistimos a una tendencia creciente hacia el nacionalismo político y el fundamentalismo ideológico, que parecen cada vez menos compatibles con una sociedad basada en los principios de la democracia y los derechos humanos. Por otro lado, la cultura liberal dominante ha avanzado hacia una interpretación radicalmente individualista de ciertos derechos, o hacia la afirmación de nuevos derechos. Estas interpretaciones de los derechos, que difieren objetivamente de los textos fundacionales, contribuyen a dificultar mucho más el consenso universal.
Explicando el tercer desafío a la universalidad de los derechos, el Secretario para las Relaciones con los estados, dijo que este deriva de la inestabilidad del orden internacional y de las crecientes amenazas a la paz. “No se trata de un desafío teórico a la universalidad de los derechos – precisó Mons. Gallagher – sino más bien de la preocupante propagación de violaciones sistemáticas y muy graves de los mismos, que ponen en tela de juicio a la comunidad internacional, ya que ponen en tela de juicio su capacidad para construir un orden basado en los principios que proclama y que ha aceptado voluntariamente y en su mayor parte mediante la ratificación de los nueve principales tratados de derechos humanos elaborados a raíz de la Declaración, entre ellos los dos Pactos Internacionales de Derechos Civiles y Políticos y los Pactos Internacionales de Derechos Económicos, Sociales y Culturales aprobados en 1966”.
Tres posibles respuestas
Después de citar los tres grandes desafíos a la universalidad de los derechos humanos, Mons. Gallagher presentó tres posibles pistas de respuestas desde el punto de vista de la Santa Sede.
Citando el artículo 22 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Mons. Gallagher respondió al primer gran desafío, el relativo al modelo de desarrollo social que hoy no es suficientemente inclusivo. “Creo que es fundamental referirse a un aspecto calificativo de la Declaración Universal – explicó el Prelado – la afirmación simultánea de los derechos políticos y civiles y económicos, sociales y culturales, son un punto esencial y a menudo olvidado: es cierto que la protección y promoción de la primera tiene una dinámica diferente de la de la segunda, pero ninguna de las dos categorías puede florecer sin la otra”.
Volviendo al segundo reto, el de aumentar el pluralismo cultural, Mons. Gallagher dijo que, creo que hay que buscar una respuesta en la firme afirmación del derecho a la libertad religiosa, que es una condición para el respeto mutuo y la igualdad real en el contexto de una sociedad pluralista. “La libertad religiosa – puntualizó el Pastor – es particularmente importante en la construcción de los derechos humanos, porque protege la relación con el fin último de la existencia, que es el núcleo de la dignidad trascendente de la persona, que también refleja las diferentes visiones del hombre. Es bien sabido que la libertad religiosa no se limita a la libertad de culto o de profesar la propia fe; incluye, como se afirma en el artículo 18 de la Declaración, la libertad de manifestar, sola o en común, tanto en público como en privado, la propia religión o creencia en la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia de los ritos”.
Por último, Mons. Gallagher precisó que, el tercer desafío se refiere a la inestabilidad del orden internacional, con las violaciones graves y generalizadas que siguen produciéndose en muchos países. “Se trata de un desafío enorme, que a menudo lleva a cuestionar la eficacia del enfoque basado en los derechos humanos para el bienestar de la humanidad y la construcción de la paz en el mundo”. No hay respuestas fáciles a este desafío, pero me parece que se puede abrir un camino sobre la base de lo que se recuerda en el artículo 1° de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. “Se trata de un punto esencial y quizás demasiado a menudo olvidado – señaló el Prelado – toda la construcción de los derechos humanos presupone como condición sine qua non el reconocimiento, en un espíritu de fraternidad, de que mis derechos y los derechos del otro están interconectados y son interdependientes. Así que si la dignidad y los derechos de los demás son ignorados o pisoteados, entonces mi dignidad y mis derechos también están en peligro”.
Antes de concluir su intervención, Mons. Paul Richard Gallagher señaló que, el 70º aniversario de la Declaración Universal es una buena oportunidad para relanzar esa “fe en los derechos humanos fundamentales, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de los derechos humanos y en los derechos de la mujer”, que se expresa elocuentemente en el Preámbulo. En última instancia, dijo, la universalidad de los derechos se basa en el carácter universal de la persona humana misma, que le es intrínseco en razón de su natural apertura a una verdad que la trasciende. En esta apertura a la verdad y al bien común está el fundamento de la unidad de la humanidad. Es precisamente sobre esta apertura común que se funda la universalidad de la familia humana.
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