II Predicación de Adviento del P. Cantalamessa: Dios vivo es la Trinidad viviente
María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
Al igual que el viernes pasado, el Santo Padre asistió esta mañana a las 9.00, en la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico a la segunda predicación de Adviento del Padre Raniero Cantalamessa, junto a los demás miembros de la Casa Pontificia.
Todas las gracias pertenecen a la Iglesia
“Cuando se trata del conocimiento del Dios vivo – comenzó diciendo el Predicador – una experiencia vale más que muchos razonamientos”. Por esta razón comenzó su segunda meditación de Adviento relatando la experiencia de una persona a la que seguía espiritualmente, una mujer casada y fallecida hace algunos años, de la que dijo que “la autenticidad de sus experiencias está confirmada por el hecho de que se las ha llevado consigo a la tumba, sin hablar nunca a nadie, excepto a su padre espiritual”. A lo que añadió que “todas las gracias pertenecen a la Iglesia”.
Dios es amor y por eso es Trinidad
El Padre Cantalamessa tras referirse a la “experiencia del Dios vivo”, ahondó en el tema de Dios que “es amor y por eso es Trinidad”. Y comenzó preguntándose: “¿A quién nos dirigimos, nosotros los cristianos, cuando pronunciamos la palabra ‘Dios’, sin otra especificación? ¿A quién se refiere ese ‘tú’, cuando, con las palabras del Salmo, decimos: ‘Oh Dios, tú eres mi Dios’ (Sal 63,2)? ¿Quién responde a ello, por así decirlo, del otro lado del cable?”.
Dios comunión de amor forma una “Tri-unidad”
Y explicó que “ese ‘tú” no es simplemente Dios Padre, la primera persona divina, como si hubiera existido o fuera pensable, un solo instante, sin las otras dos. Tampoco es la esencia divina indeterminada, como si existiera una esencia divina que sólo en un segundo momento se especifica en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo”. Sino que el “único Dios, aquel que en la Biblia dice: ‘¡Yo Soy!’, es el Padre que engendra al Hijo y que, con él, espira el Espíritu, comunicándoles toda su divinidad. Es el Dios comunión de amor, en el que unidad y trinidad proceden de la misma raíz y del mismo acto y forman una ‘Tri-unidad’, en la que ninguna de las dos cosas – unidad y pluralidad – precede a la otra, o existe sin la otra, ninguno de los dos niveles es superior al otro o más ‘profundo’ que el otro”.
Dios es amor desde siempre
En conclusión, dijo el Predicador, el Dios vivo de los cristianos no es otra cosa “que la Trinidad viviente”. Y tras aludir a los pensadores griegos y, en general, a las filosofías religiosas de todos los tiempos, al concebir a Dios, sobre todo como ‘pensamiento’, se refirió a la respuesta de la revelación, expuesta por la Iglesia. “Dios – dijo el Padre Cantalamessa – es amor desde siempre, ab aeterno, porque antes de que existiera un objeto fuera de sí para ser amado, tenía en sí mismo al Verbo, el Hijo que amaba con amor infinito, es decir, ‘en el Espíritu Santo’”.
Contemplar a la Trinidad
También abordó el tema de “contemplar a la Trinidad para vencer la odiosa división del mundo”. Y a modo de ejemplo afirmó que “una cosa impacta sobre todo al contemplar el icono de Rublev: la paz profunda y la unidad que emana del conjunto. Del icono se desprende un silencioso grito: ‘Sean una sola cosa, como nosotros somos una sola cosa’”.
Llamamiento a la unidad
De esta visión de la Trinidad añadió el Predicador que recogemos sobre todo el llamamiento a la unidad. Unidad que todos queremos. Sí porque “después de la palabra felicidad, no hay ninguna otra que responda a una necesidad tan apremiante del corazón humano como la palabra unidad”. Y recordó que “nosotros somos ‘seres finitos, capaces de infinito’”, lo que significa que “somos criaturas limitadas que aspiramos a superar nuestro límite, para ser ‘todo de alguna manera’”. De modo que “no nos resignamos a ser sólo lo que somos”.
Entrar en la Trinidad
“Entrar en la Trinidad” fue el último punto que abordó el Predicador de la Casa Pontificia en esta segunda meditación de Adviento. Y explicó que “hay algo todavía más dichoso que podemos hacer respecto a la Trinidad que contemplarla e imitarla, y es ¡entrar en ella!”. Y si bien “no podemos abrazar el océano”, podemos “entrar en él”; de modo que “no podemos abrazar el misterio de la Trinidad con nuestra mente, pero ¡podemos entrar en él!”. Y Cristo “nos ha dejado un medio concreto para hacerlo, la Eucaristía”.
“La Trinidad – concluyó diciendo el Padre Raniero Cantalamessa – no es sólo un misterio y un artículo de nuestra fe, es una realidad viva y palpitante. Como decía al principio, el Dios vivo de la Biblia al que estamos buscando no es otro que la Trinidad viviente. Que el Espíritu nos introduzca también a nosotros en ella y nos haga gustar su dulce compañía”.
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